Ocho años, cinco tratamientos de fertilización y cuatro transferencias de embriones: el largo y arduo camino hasta alcanzar el sueño de ser madre
Alejandra Ginel tiene 44 años y acaba de dar a luz a su hija Macarena; el crecimiento de los procedimientos de fertilización in vitro en el país es constante
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“¿Quién soy?”, repite la pregunta desde su nuevo departamento en Saavedra. “Soy Alejandra Ginel, tengo 44 años, estoy en el último año de abogacía; también soy diseñadora de indumentaria y trabajo hace 14 años en una obra social”, se presenta. Entre paredes blancas y colgantes de colores reposados sobre cajas de mudanza, abre su historia: “Vivo sola, estoy embarazada a través de fertilización in vitro y ya ingresé al octavo mes de embarazo”. La fertilización in vitro (FIV) es la técnica con la que la fecundación de ovocitos con espermatozoides se realiza en laboratorio.
Alejandra quiso ser madre a los 33 años, aspiraba a formar su propia familia. Tres años después, decidió concretarlo. En 2015 conoció a su expareja, a quien le expresó su deseo de tener un hijo desde las primeras salidas que compartieron. Él aceptó. Buscaron durante un año y, a falta de resultados, hicieron su primera consulta en un laboratorio de fertilización in vitro cuando Alejandra ya había cumplido los 37 años.
En el mundo, la edad de las consultas de fertilización in vitro promedia los 38 años. “Después de los 35 años, la mujer experimenta un decaimiento de la fertilidad, que es más pronunciado después de los 40 años”, afirma el médico Gustavo Martínez, director del Laboratorio de Biología de la Reproducción en Fertilis.
Durante una recorrida por los pasillos restringidos del laboratorio, introduce: “Esto es una sala de procedimientos. Aquí comienza y termina el proceso quirófano, porque es donde se hace la extracción de los óvulos y la transferencia de embriones. Luego, pasamos el cultivo a este lugar –señala– y después va al laboratorio”. En su oficina, de fondo se escucha música de orquesta moderna, en perfecta ecualización. “Esto es mezcla de ciencia y arte”, dice Martínez en referencia a su profesión.
Los primeros registros de tratamientos y nacimientos datan de 1990, gracias al Registro Argentino de Fecundación Asistida (RAFA) y la Red Latinoamericana de Reproducción Asistida. Durante ese primer año, la probabilidad de nacimientos sobre tratamientos era menos del 10%, y al mismo tiempo con la transferencia de un alto número de embriones a cada paciente. Treinta años después, en 2020, la tasa de nacimientos había ascendido al 15% transfiriendo solo un embrión o a lo sumo, dos. Hoy, el promedio de nacimientos sobre tratamientos es del 18%.
La evolución cuantitativa y cualitativa de tratamientos en la Argentina se debe, en parte, a las mejoras progresivas de la técnica de FIV, como por ejemplo la evolución de las hormonas que se utilizan para la estimulación ovárica, la evolución de los medios de cultivos, y las mejoras en las incubadoras y los métodos de criopreservación.
El crecimiento anual fue constante a través del tiempo. De 2013 a 2014 hubo un salto pronunciado en la cantidad de tratamientos (29%), contra un 12% del mismo período anterior, según datos del Registro Latinoamericano de Reproducción asistida y del RAFA. Este salto puede explicarse por la aprobación de la ley de fecundación in vitro en la Argentina (N° 27.862), que reguló principalmente la cantidad de coberturas que debían brindar las obras sociales y empresas de medicina prepaga en el país. Otro momento particular se vivió en 2020, cuando la cantidad de tratamientos bajó precipitadamente debido a las consecuencias derivadas de la pandemia de Covid.
Eslabones
Los procesos que componen un tratamiento de fecundación in vitro pueden compararse a una cadena de finos eventos. “Cada eslabón tiene un valor y alimenta al posterior”, sostiene Martínez, doctorado en criopreservación de embriones obtenidos mediante fecundación in vitro.
El primer paso es el estudio de la pareja, análisis que determinará qué tipo de tratamiento abordar, ya sea de baja o alta complejidad. En el caso de Alejandra, comenzó directamente con fertilización in vitro de alta complejidad. Para obtener óvulos se utilizó el procedimiento llamado estimulación ovárica a través de hormonas. De su primer tratamiento —que, según describe ella, fue el más exitoso— lograron extraer 11 óvulos. De allí, los óvulos pasarían al laboratorio para su fecundación.
“En esos días pasa algo fantástico: el desarrollo embrionario. Es una fusión de cromosomas que se activan permitiendo al embrión ser autónomo. Es decir, tiene un proceso de homeostasis por el que codifica sus propias proteínas y puede defenderse de los embates externos y comenzar a crecer. En ese punto, algunos embriones pueden activarse y otros no. Durante el tercer día podrán ser transferidos al paciente, congelarse o extender el cultivo hasta el día cinco”, expresa Martínez.
De los 11 óvulos extraídos de Alejandra, se criopreservaron seis, y le transfirieron dos embriones de los que ninguno prosperó. Una segunda transferencia se realizó con un solo óvulo, pero al mes de gestado la ecografía reveló que el saco embrionario estaba vacío. Pasó a una tercera transferencia y tampoco prosperó. “Fue devastador”, expresó.
Alejandra dejó pasar dos meses hasta comenzar su segundo tratamiento. En esta oportunidad le extrajeron solo un óvulo, le transfirieron un embrión y tampoco prosperó.
Durante el proceso, se separó de su pareja. Ella ya tenía 40 años y decidió continuar sola. “Tuve un largo camino hasta acá —responde sobre su fuerte determinación de ser madre—. Me di cuenta de que soy yo, no tengo descendencia, y al mismo tiempo sana mi historia”.
Y explicita: “Viví hasta los 25 años en Vicente López, Buenos Aires. Pero nací supuestamente en San Luis en 1977. Soy apropiada en la dictadura militar, desconozco mis antecedentes biológicos”.
En su historia de rompecabezas, mostró las piezas ausentes: “La duda sobre mis verdaderos orígenes, lamentablemente, no me la puedo sacar”. También, aquellas piezas que quiere encontrar: “Según lo penal, el derecho sigue siendo vulnerado hasta tanto recupere mi verdadera identidad biológica”, enfatiza.
Para su tercer tratamiento, recurrió a un donante de esperma desde un banco de identidad abierto. “Es importantísimo que todas las personas tengan el derecho de conocer su identidad, ya que se está donando material genético que determina características de un ser humano”, opina. Del esperma donado se obtuvieron tres embriones ovocitos. A esta altura del proceso, Alejandra eligió hacer un estudio cromosómico llamado PGT, que determina la cantidad de cromosomas y si el embrión es apto o no para ser transferido. Lo que significa, en palabras de Martínez, “afinar el lápiz bastante” y, para Alejandra, “que no se te venga el mundo abajo con cada ilusión frustrada”. El estudio arrojó que ninguno de los tres embriones era apto para embarazo.
Como quien sube por una escalera sostenida en castillo de naipes, Alejandra continuó. En su cuarto tratamiento, su exnovio le ofreció ser padre llevando adelante el tratamiento como pareja separada. De los tres óvulos que llegaron a blastocisto, ninguno fue apto para lograr el embarazo. Esto marcó que sus óvulos ya no servirían para lograr un embarazo exitoso.
El costo de los tratamientos cambia según las necesidades de cada persona; y, por ley, las obras sociales cubren hasta tres tratamientos, pero siempre dependiendo del tipo de cobertura y del laboratorio. Alejandra, por ejemplo, pagó 3500 dólares por el tratamiento FIV (aunque también se podía abonar en pesos) y 1500 dólares por el de estudio de análisis de tres embriones (PGT). Pero el tratamiento también podría demandar la necesidad de una estimulación ovárica y los remedios para ese fin, o un test de swim up (prueba de fertilización masculina).
Martínez, director de Fertilis, detalla algunos valores de referencia en pesos: un tratamiento de fecundación in vitro parte de los $500.000; uno de ovodonación, de los $750.000; el de criopreservación de ovocitos, desde $400.000. En todos los casos sin tener en cuenta la medicación, que se debe pagar aparte.
La edad de la mujer
Uno de los factores principales de la disminución de embarazos es la edad de la mujer, ya que conlleva una reducción importante en la cantidad y la calidad de los óvulos; al mismo tiempo, se reduce la calidad embrionaria. Después de los 40 años, a través de FIV la probabilidad de nacimientos sobre embarazo ronda el 62% en comparación con el 77% entre las mujeres menores de 30, según datos del Registro Latinoamericano de Reproducción asistida y del Registro Argentino de Fecundación Asistida.
El director de Fertilis comparte su mirada: “Este es un laboratorio vivo. Es un útero artificial. Mi tarea como embriólogo es cuidar que los parámetros se mantengan estables”. Dentro del laboratorio de embriología y criopreservación, están las incubadoras con los nombres de los pacientes cuyos embriones se están cultivando. Las máquinas se conectan a un controlador específico que monitorea el dióxido de carbono, el oxígeno y la temperatura. Después viene la famosa imagen del instante en que una aguja inyecta al óvulo. “Es como una PlayStation de biólogo —dice Martínez con respecto al aparato—. Con las agujas de inyección intracitoplasmática de espermatozoides, nosotros podemos moverlo hacia arriba y hacia abajo. Y a su vez, con estos otros, inyectamos el espermatozoide en un óvulo. Lo ponemos a cultivar en la incubadora y vemos al día siguiente como está fecundado”.
Martínez expresa que cambiaría los más de 10.000 embriones de vacas y ovejas que alguna vez criopreservó para su tesis doctoral por un niño nacido. Respecto de la evolución de esta técnica, dice que “se viene una oleada de tecnología y automatización”.
Alejandra continuó su búsqueda. En el quinto tratamiento optó por la donación de óvulos u ovodonación. De 11, dos llegaron a blastocitos y uno, mediante el estudio de PGT, resultó ser apto. El test de embarazo, esta vez, resultó positivo. El miércoles 29 de Junio, a las 16.34, nació Macarena con 3,4 kg y en perfecto estado de salud. “¿Qué ves de aquí en adelante?”, le pregunta LA NACION. “Hoy veo que cierro el tomo de un libro y que abro otro”, concluye.
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