El riesgo de contagio impuso costumbres que seguramente sobrevivan al coronavirus, como las reuniones por videollamada o las compras con medios electrónicos
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Nos damos menos besos y compramos más por internet. Las videollamadas son parte de nuestra vida. Usamos menos efectivo. Nos vestimos más informal. Compramos menos ropa. Pasamos muchas más horas en nuestra casa. Nos acostumbramos a los cumpleaños en las plazas. Desinfectamos todo lo que llega a la burbuja familiar. Y accedimos a no compartir la bombilla, aunque no por eso tomamos menos mate: en 2020 el consumo de yerba fue de 6,2 kg por habitante, casi igual que antes de la pandemia. Las comidas son más caseras pero más calóricas, comemos más harinas, impulsados por la ansiedad y por la suba de precios. Pedimos más delivery. Engordamos. Somos más sedentarios. Decidimos hacer algo para revertirlo y salimos a la calle a hacer deporte en lugar de volver al gimnasio. Adoptamos la bici como medio de transporte. Adoptamos más mascotas. Tomamos más alcohol. Nos ponemos alcohol en gel todo el tiempo. Usamos barbijo, siempre. Hacemos cursos a distancia. Pasamos más tiempo frente a las pantallas, pero no lo perdemos. Ahora el tiempo de conexión es más productivo.
Si hace más de un año, alguien nos hubiera dicho que íbamos a andar por la vida con distancia social y que nos íbamos a acostumbrar a todos estos cambios, incluso a pagar hasta en la verdulería con QR, no le hubiéramos creído. “Ahora, compro todo online, desde el supermercado, la comida, las cosas de bazar y hasta la ropa. También lavamos la fruta y verdura y los enlatados al vaciar las bolsas y al momento de usarlos, se lava todo nuevamente”, asegura Evelyn Córdoba, mamá de Antonia, de cuatro años y Augusto de uno. Alejandra Efrón, que es abogada, de 38 años, coincide en que de la cuarentena le quedó el hábito de desinfectar exhaustivamente todo lo que llega del súper. Germán Quiroga, de 33 años dice incorporó el hábito de almorzar con su hijo de cuatro años y que ahora si sale a la calle y se olvidó el barbijo se siente “desnudo”. “Yo conecté mucho más con la lectura, y me vi todas las películas y series q existían en Netflix”, apunta Leonel Saint Paul, de 27 años y vendedor de filtros de agua.
La pregunta es cuántos de esos cambios se van a convertir en hábitos de la pospandemia y cuáles abandonaremos apenas desaparezcan las restricciones sanitarias. “Es una utopía imaginarnos en los próximos dos años caminando por la calle sin barbijo”, vaticina Elena Obieta, miembro de la Sociedad Argentina de Infectología. “Lo mismo va a ocurrir con la distancia social. No sabemos qué ocurrirá con esos hábitos una vez que se alcance la inmunidad colectiva. Pero van a perdurar más de lo que nos imaginamos”, asegura.
Un hábito es una acción que se repite en modo automático, explica Mónica Cruppi, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). “No tiene que ver únicamente con la repetición. Sino con lo que nuestro cerebro evalúa como el atajo más directo. La forma más efectiva de hacer las cosas. Hay una evaluación costo beneficio a nivel inconsciente. El hábito es el aprendizaje de un comportamiento que conlleva algo del orden del placer. Para ser incorporado sin vuelta atrás debe reportar alguna gratificación consciente o inconsciente. Aristóteles decía que los hábitos son la segunda naturaleza del hombre. Sostienen al ser humano. Constituyen la clave del crecimiento de lo más humano del ser humano”, agrega.
“El cerebro tiene dos caminos para procesar la información y tomar decisiones”, explica María Roca, coordinadora científica de la Fundación - Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco). “El automático o el consciente. Cuando son cuestiones rutinarias, decide ahorrar el recurso intelectual y activa el circuito automático: vestirse, lavarse los dientes, desayunar, caminar, manejar, etcétera, se hace de modo automático. En cambio, cuando se trata de decisiones más complejas, se procesan por el circuito consciente”, dice. Los hábitos operan en el modo automático.
A un año del comienzo de la pandemia, muchos cambios que ya estaban en proceso se aceleraron
A un año del comienzo de la pandemia, muchos cambios que ya estaban en proceso, se aceleraron. Por ejemplo, la pandemia impulsó el declive del uso de dinero en efectivo en Argentina más de tres años, señala el Reporte global de medios de pago en 2020 de Worldpay, una empresa de la fintech FIS. En cambio, el uso de medios de pago electrónicos dio un salto del 31%. Alentados por la creencia al comienzo de la pandemia de que el dinero transmitía el virus y por la necesidad de comprar todo a distancia, muchos se volcaron otros medios de pago.
Más pagos sin contacto
Hoy, la mayoría de los locales comerciales acepta medios electrónicos y muchos incluso, sin contacto, como son las tarjetas contactless o el pago mediante QR, por Mercado Pago o billeteras electrónicas de los bancos, que ya representan el 11% de la torta de pagos en Argentina, según ese informe.
Las compras virtuales crecieron un 260% en la pandemia, con categorías como alimentos y bebidas a la cabeza, según estadísticas 2020 de la Cámara Argentina de Comercio Electrónico. También la ropa y el calzado figuran en el top 3 de lo más vendido de forma virtual. Aunque desde la Cámara de la Indumentaria explican que las ventas de ropa en shoppings cayeron el 34%. ¿La explicación? Se estrena menos, porque se está más en casa. Además, las prendas salen un 60% más que el año anterior.
Los restaurantes y bares se adaptaron rápido para paliar el enorme impacto del prolongado cierre y además de ofrecer pago sin contacto, tal como ordena el protocolo de reapertura de locales gastronómicos. Muchos incorporaron la carta virtual, con QR, donde los clientes eligen su menú, piden y hasta pagan sin necesidad de estar en contacto cercano con mozos. Es el caso de Casa Cavia que desde la reapertura ofrece un menú en QR o descartable, que se imprime y el cliente se lo puede llevar. Lo mismo ocurre en La Panadería de Pablo y en Vico Wine Bar, entre otros.
En educación, el salto hacia adelante, al menos en lo tecnológico fue aún mayor. “La tecnología en la educación dio un salto cuántico en los últimos meses. Avanzó más que en los últimos 30 años”, señala el informe “Continuidad Pedagógica durante el aislamiento”, que presentaron Unicef y Google en septiembre último. Según el informe, no se puede pensar en dar pasos atrás en cuanto a la tecnología. Ya entonces, los adolescentes demandaban que volver a la presencialidad pero sin perder algunas modalidades y beneficios del dictado a distancia.
La micromovilidad es otro de los términos que incorporamos en esta pandemia. El uso del transporte público bajó por completo en la cuarentena y cuando los controles se relajaron se fue recuperando pero no a los niveles del año pasado. De hecho, según datos de la Secretaría de Transporte porteña, en subte hoy viaja apenas el 20% de los pasajeros habituales, en tren el 44%, en colectivo el 62% y el autos particulares, el 89% del tránsito habitual. En cambio, el uso de bicicletas, en 2020 creció un 28%, tanto del sistema público como las particulares. El principal uso que se le da es para ir a trabajar. Significa que son personas que cambiaron de hábito, abandonaron el transporte público o el auto y optaron por la bicicleta. Muchos otros, ya no se desplazan porque continúan trabajando desde sus casas. Porque también el teletrabajo, como muchos otros nuevos hábitos, llegó para quedarse.
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