Nuevos detalles en el juicio por abuso sexual sobre la conducta del obispo con los seminaristas
Gustavo Zanchetta, obispo emérito, es juzgado en Salta por las denuncias de dos exseminaristas; un testigo afirmó haber visto conductas impropias del obispo con los denunciantes
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Aparecieron carteles pidiendo “justicia para nuestros seminaristas” y reclamando “cero tolerancia” en la puerta del tribunal de Orán, en Salta, donde es juzgado el obispo emérito Gustavo Zanchetta, acusado por abuso sexual simple continuado agravado por ser cometido por un ministro de culto religioso. Lo denunciaron los exseminaristas G.F.L.G. y M.C.
Varios de los testimonios de esta tercera jornada del juicio coincidieron con los de ayer respecto de los supuestos pedidos de “masajes” por parte de quien fuera obispo de Orán a algunos seminaristas. También lo acusaron de dar abrazos en los que “apoyaba los genitales” y de esgrimir advertencias a quienes se negaban haciendo alusión a su amistad con el Papa. Un administrador del Obispado reiteró el hallazgo de fotos de contenido pornográfico en el celular del obispo emérito.
En su exposición, el exseminarista Nicolás Rodríguez afirmó que vio — no que le contaron― una vez que Zanchetta abrazó a G.F.L.G “desde atrás y le metió el dedo en la boca”. En otra oportunidad vio cuando M.C le hacía masajes y el religioso tenía “una expresión de placer en su rostro”. También señaló que cuando iban en la camioneta y el obispo se sentaba adelante, “tocaba con su mano la pierna de M.C., que iba atrás”.
Luis Amancio Díaz, administrativo del Obispado, aportó más detalles sobre las fotos pornográficas encontradas en el celular de Zanchetta. Aseguró que las vio cuando el obispo le pidió que bajara las imágenes de una visita a la computadora. Describió que en ellas estaba el religioso “desnudo” o se veían “genitales” y “sitios pornos de hombres jóvenes”.
Relató que varios seminaristas — nombró a Kevin Montes, Nicolás Altamirano y a Pérez — le habían manifestado que se sentían “perseguidos” por Zanchetta. Según su percepción, el obispo era “muy obsesivo” en el trato con los “privilegiados”.
Refirió que Montes le contó de un “abrazo en el que le apoyó los genitales y le tapó los ojos” y que otro administrativo del Obispado, de apellido Guerrero, le había dicho que Zanchetta “entraba a la noche a los dormitorios y los alumbraba con una linterna a los seminaristas”.
Díaz confirmó que el religioso hacía “regalos” e incluso, a su pedido, él mismo compró y le entregó una computadora al exseminarista Hernán Caniche, quien ya declaró en el juicio vía zoom. También habló de los asados y de la compra de bebidas alcohólicas “con plata de la curia” y volvió sobre los “abrazos prolongados” que Zanchetta daba a los seminaristas. Recordó que un día, cuando lo buscaba para una reunión, lo encontró en una habitación sentado con un grupo de seminaristas. Definió al obispo como “muy inteligente y manipulador”.
Zanchetta cumplió funciones de obispo en Orán, designado en julio de 2013 por el Papa Francisco. Fue nombrado por Francisco asesor del Apsa, la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica, en diciembre de 2017, y fue suspendido de ese cargo un año más tarde, al trascender la existencia de acusaciones en su contra. Residió hasta hace poco en Santa Marta, el mismo hotel para eclesiásticos donde vive el Papa.
Más detalles
Montes, mencionado por el administrativo, también declaró hoy. Apuntó a charlas con Zanchetta relacionadas a su sexualidad, como por ejemplo “cómo era su eyaculación”. Fueron después de que el imputado lo convenciera para hacerse una circuncisión, sobre la que le hacía “bromas o chistes por la crema que me debía poner”.
En su testimonio ratificó que, una vez, estando en la cocina se le acercó Zanchetta “por atrás” y le “apoyó sus genitales”. Señaló que reaccionó “mal” pensando que era un compañero. Después de esa reacción dejó de “ser el preferido o elegido” del obispo, quien lo empezó a “hostigar” y “maltratar”.
Había decidido dejar el seminario, pero por las “presiones de Zanchetta y otro sacerdote”, volvió. Insistió en que el obispo estaba mucho en el seminario, que tenía “elegidos con privilegios”: recibían regalos, podían salir y llevaban una “doble vida” que Zanchetta conocía. Agregó que cuando le hacían masajes “él gemía o hacía gestos obscenos”.
Montes sostuvo que el religioso “siempre mencionaba su cercanía y amistad” con el Papa Francisco y que decía que hablaba con él. En relación con M.C., uno de los denunciantes, indicó que era el “más abrazado” por el obispo y recordó que el otro denunciante era a quien “más le pedía que le haga masajes”. Admitió que lo “notaba angustiado, no podía dormir de noche”.
El seminarista Marcelo Ezequiel Montes — sigue estudiando en Tucumán — afirmó que un compañero le dijo que “se encontraba avergonzado” y que fue por un beso que recibió en la nuca de parte del obispo desde atrás. Hizo referencia a un viaje que hicieron los seminaristas con el obispo a los Toldos en 2017; se alojaron en unas cabañas y él cree que vio al obispo parado al pie de su cama, pero “estaba medio dormido”. Aclaró que dormían en cabañas separadas. Uno de los denunciantes, G.F.L.G. le relató que Zanchetta “se había sentado en su cama y le había tocado su pierna”. Al joven lo notó “muy preocupado, incómodo y con vergüenza”.
Ratificaciones
El exseminarista Rodrigo Emanuel Pérez — estuvo en el seminario entre 2012 y el 1° de noviembre de 2014 — contó que fue el primero en conducir el vehículo de Zanchetta cuando necesitaba hacer trámites. Afirmó que tuvieron un vínculo “cercano”, que lo consultaba cuando estaba inquieto por sus estudios. La repuesta del religioso era que no se preocupara porque él era “el obispo y aprobaba todas las materias”.
También se refirió a pedidos de masajes, al consumo de bebidas alcohólicas como cerveza, champagne y grapa. Relató que era habitual que los sábados se juntaran en el seminario a ver una película y comer; primero eran pizzas y, después, asados con bebidas alcohólicas. Mencionó tres lugares de esas reuniones, las casas parroquiales de la Iglesia San Antonio y de la Catedral y la planta baja o la cocina del Obispado. Esas situaciones, comentó, también se daban cuando salían de viaje.
Pérez ratificó lo que otros testigos contaron: que los abrazos del obispo “eran siempre desde atrás”. En ese tramo de su declaración se paró y mostró cómo eran. Agregó que Zanchetta acostumbraba dar “besos en los cachetes”, lo que “no era un comportamiento habitual” en un obispo, según dijo.
Respecto de los pedidos de masajes, afirmó que el obispo se “desprendía la camisa” y los pedía en los hombros. “Si alguno se negaba les decía que ‘no se olvidaran’ de que él era el obispo”, agregó. Sobre por qué dejó el seminario, Pérez afirmó que lo hizo porque Zanchetta no lo dejó tomar vacaciones.
Hoy fue el turno del sacerdote Rubén Gutiérrez, rector del terciario “Obispo Muguerza”, un testigo ofrecido por la defensa. Repasó que los seminaristas “nunca dijeron nada” sobre Zanchetta cuando hacían sus prácticas en la parroquia de Hipólito Yrigoyen, de la que él estaba a cargo. Admitió que Zanchetta les pedía masajes a los seminaristas después de una celebración religiosa, “como para descontracturarse”.
Gutiérrez sostuvo que “todo lo que se enteró” fue después de la renuncia de Zanchetta y por los medios de comunicación y dijo que se vio “dolorosamente” involucrado, en su carácter de rector, en la denuncia que le hicieron al obispo por supuesta malversación de fondos. Se mostró “sorprendido” de que la hayan presentado sacerdotes.
Cristian Achico, otro exseminarista, aportó que G.F.L. G. le contó que el obispo “le tocó los genitales cuando fueron a los Toldos” y también que se enteró dee que a M.C. le “metió el dedo en la boca”; volvió sobre los masajes que pedía el religioso.
Por la tarde fue el turno de Eleonora Naranjo, psicóloga ofrecida por la defensa, quien definió a Zanchetta como “detallista, ordenado, meticuloso y autoexigente”. Según su testimonio, “no se advierten rasgos de perversión, o psicopatía. Tiene una identidad sexual adecuada”. Y agregó que de los test realizados surgió que “se identifica con los pobres y desvalidos, y no hay indicios de enfermedad o rasgos de perversión o psicopatía”.
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