Nuevos desafíos para afrontar
La ley de financiamiento educativo culminó en 2010 y logró sus objetivos centrales. Se cumplió con la meta de llegar al 6% del producto bruto interno (PBI) destinado a educación. En el ranking mundial de financiamiento educativo frente al PBI, la Argentina pasó del puesto 81° en 2004 al 19° en 2010. Gracias a esos recursos aumentó la inclusión de alumnos en nuevas escuelas, mejoró el salario real de los docentes, se crearon cargos para apoyar el trabajo docente y se lanzó el programa Conectar Igualdad, entre otros avances.
Durante el período de la ley (2005-2010), la Argentina mejoró los logros de aprendizaje en las pruebas PISA y en las evaluaciones nacionales. También mejoró notablemente entre 2007 y 2011 la evaluación de los alumnos sobre sus docentes, la infraestructura y la calidad educativa, tal como lo indica el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina, a través de una encuesta nacional.
Estos avances no dejan de lado los inmensos desafíos pendientes para afrontar. Desde Cippec hemos marcado al menos cuatro grandes políticas como ejes de una gran apuesta por la transformación de la educación en los próximos años.
Primero, la expansión de la oferta educativa para la primera infancia de 0 a 3 años en los sectores críticos. Todos los estudios demuestran que esa edad es central en el proceso de aprendizaje y el Estado debe apoyar con muchos recursos a la población más vulnerable.
Segundo, la extensión de la jornada escolar en el nivel primario. Ésta fue la meta pendiente de la ley de financiamiento educativo y recién tuvo respuesta durante este año. Se requiere una sólida política federal concertada para llegar al 30% más pobre de la población con más horas de clase que sirvan para repensar el proyecto educativo de la escuela primaria.
Tercero, la reforma de la educación secundaria, el nivel más crítico del sistema educativo. Allí es clave potenciar con nuevos recursos los planes de mejora y la creación de una red horizontal de innovación y medición de la calidad educativa que cambie las prácticas tradicionales de enseñanza y logre resultados.
Cuarto, la mejora integral de la formación docente. El eje de la educación del futuro serán los docentes, no la tecnología, como algunos suponen. Es necesario repensar a fondo el sistema formador, el reclutamiento y el puesto de trabajo. Hay que lograr un círculo virtuoso entre la mejora salarial, la llegada de aspirantes con mayor potencial a la docencia y prestigiar la carrera para transformarla en la profesión más buscada del país.
Estas políticas son posibles, especialmente si existe un contexto de crecimiento económico al menos moderado en los próximos cinco años. Pero son muy complejas de implementar en el concierto federal argentino.
Requieren mucha articulación y un fuerte liderazgo nacional que encare la agenda educativa como prioridad de gobierno, no solamente en el financiamiento sino en las decisiones estratégicas que lo acompañen.ß
El autor es investigador principal del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec)