Nuevo estudio: ¿El ejercicio físico realmente ayuda a prevenir el envejecimiento del cerebro?
Los investigadores analizaron los efectos de la gimnasia y la práctica de la meditación, sumados o por separado, sobre el deterioro cognitivo, y los resultados fueron decepcionantes
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WASHINGTON.- El ejercicio físico y la práctica de la meditación no mejoran la salud del cerebro de los adultos mayores, según un nuevo y sorprendente estudio publicado esta semana por la revista científica JAMA. Del experimento participaron 580 adultos mayores de ambos sexos, y su objetivo fue analizar si una rutina de ejercicio físico, de práctica de meditación, o ambas cosas, potenciaban sus capacidades cognitivas y su memoria, o si modificaba en algo la estructura de sus cerebros.
“Pensábamos que íbamos a encontrar beneficios con la práctica de ejercicio físico o de meditación, y sobre todo con la combinación de ambas”, dice Eric Lenze, jefe del Departamento de Psiquiatría de la Escuela de Medicina de Washington en St. Louis, director del nuevo estudio.
“Pero no”, señala Lenze con cierta decepción.
Los resultados parecen poner en duda la capacidad del ejercicio físico y otros cambios de estilo de vida para combatir el envejecimiento cognitivo producto de la edad. Pero también plantea un nuevo interrogante: ¿Sabemos lo suficiente del cerebro y de la mente, o sobre la forma de estudiarlos, para determinar su podemos modificarlos con ejercicio físico o de meditación?
“Dado que otros estudios han encontrado una relación significativa entre la meditación, el ejercicio físico y la salud mental, ¿cómo explicar estos nuevos resultados?”, se pregunta Art Kramer, director del Centro para la Salud Cognitiva y Cerebral de la Universidad Northwestern en Boston, que ha investigado extensamente la relación entre ejercicio físico y salud cerebral, pero que no participó del nuevo estudio.
Las respuestas podrían tener implicancias para cualquiera que tenga la esperanza de mantenerse físicamente activo para conservar agudeza mental más allá de la mediana edad.
Los estudios anteriores
Por cierto existe gran cantidad de investigaciones pasadas que sugieren que nuestro estilo de vida influye en la salud de nuestro cerebro. El ejercicio físico en particular parecía tener un rol crucial en la capacidad cognitiva y de memoria durante la vejez. Una revisión de estudios anteriores realizada en 2011 concluyó que “hay creciente evidencia de que tanto el ejercicio aeróbico como el entrenamiento de resistencia son importantes para conservar la salud cerebral y cognitiva en la vejez”.
Como confirmación de ese afirmación, un famoso estudio de 2011 sobre 120 hombres y mujeres mayores reveló que quienes comenzaron alguna rutina de ejercicio moderado —en la mayoría de los casos, caminatas—, mejoraron su rendimiento en los tests de memoria y desarrollaron mayor tamaño del hipocampo, una zona del cerebro que es crucial para la función de la memoria. Por el contrario, los participantes sedentarios del grupo de control experimentaron una reducción del volumen del hipocampo y un deterioro de la memoria.
De igual modo, la meditación también ha sido asociada con mejoras en algunos aspectos de la memoria y el pensamiento de los adultos mayores, presumiblemente porque ayuda a reducir el estrés y las distracciones.
Pero gran parte de esas investigaciones eran a corto plazo o sobre grupos muy reducidos, de apenas un par de decenas de participantes, o eran de tipo epidemiológico, lo que significa que encontraron sugerentes vínculos entre la actividad física, la meditación y la salud mental, pero no demostraron que eso beneficiara directamente el cerebro de la gente.
Nuevo trabajo
Por eso este nuevo estudio es tan notable. Arrancó en 2015, cuando sus autores —científicos de la Universidad de Washington o la Universidad de California en San Diego—, reclutaron a 585 hombres y mujeres sanos pero sedentarios de entre 65 y 84 años. Ninguno de los participantes había sido diagnosticado con demencia, pero manifestaban estar preocupados porque sus pensamientos y recuerdos eran menos nítidos que antes.
Los científicos evaluaron las capacidades cognitivas de todos ellos, enfocándose en la atención, la memoria de trabajo y el recuerdo de palabras o imágenes, y también escanearon el volumen de su hipocampo. A continuación, los dividieron aleatoriamente en varios grupos. Uno de los grupos comenzó a hacer ejercicio físico dos veces por semana en clases supervisadas de 90 minutos, alternando entre caminatas o actividades aeróbicas similares, entrenamiento con pesas livianas y prácticas de equilibrio. Después de seis meses, se llevaron sus rutinas a casa, ejercitándose solos aproximadamente una hora al día durante un año más.
Un segundo grupo aprendió a reducir el estrés con la técnica conocida como “atención plena” o mindfulness, que combina meditación, yoga y ejercicios mentales, y lo practicó bajo supervisión durante seis meses y por su cuenta durante el año siguiente. Un tercer grupo hacía ejercicio y meditaba varias veces a la semana, mientras que el grupo de control asistía dos veces por semana a clases de vida saludable.
Después de seis meses y otra vez después de los 18 meses, los investigadores repitieron las pruebas cognitivas y los estudios por imágenes del cerebro.
Al final del experimento, se había reducido volumen del hipocampo de casi todos los participantes, ya hicieran ejercicio, meditaran o ninguna de ambas.
Al mismo tiempo, su rendimiento en las pruebas cognitivas había aumentado levemente, una mejora universal pero engañosa, aclara Lenze. Si el ejercicio o la meditación realmente hubieran beneficiado el cerebro de esas personas, sus puntajes deberían haber sido más altos que los del grupo de control. Pero no lo fueron, así que Lenze y sus colegas llegaron a la conclusión de que cualquier mejora se debía simplemente a que “al repetir las pruebas, la gente las hace cada vez mejor”.
Implicancias
¿Los resultados revelan que el ejercicio y la meditación no tienen sentido para la salud del cerebro?
“Lo que nos dice este estudio es que no sabemos tanto sobre el cerebro como creemos”, dice Lenze.
El ejercicio y la meditación no mejoraron ciertas tareas cognitivas evaluadas en este estudio, dice el investigador, pero podrían contribuir con otras funciones del pensamiento, o tal vez sus efectos serían diferentes en las personas con mayores o menores problemas de memoria previos.
“Creo que los autores realizaron un estudio muy riguroso”, dice Teresa Liu-Ambrose, directora del Centro para la Salud Cerebral de la Universidad de Columbia Británica en Vancouver, que estudia la relación entre el ejercicio y el cerebro, pero que no participó de esta investigación.
Pero Liu-Ambrose también cuestiona la estrechez de las pruebas y los análisis específicos utilizados para medir los cambios en las capacidades cognitivas de los participantes.
A sus críticas se suma Mark Gluck, profesor del Centro de Neurociencia Molecular y Conductual de la Universidad de Rutgers en Newark. “Si los investigadores hubieran usado mediciones conductuales más sensibles sobre la agudeza de pensamiento y memoria de esas personas, los resultados tal vez habrían sido muy diferentes”, señala.
Gluck agrega que otro tipo de estudios por imágenes del cerebro también podrían haber detectado cambios significativos dentro de los cerebros de las personas al finalizar el experimento.
En general, los resultados del nuevo estudio son relevantes “porque sugieren que las investigaciones futuras deben considerar cuidadosamente las características y composición de los grupos de participantes” y las rutinas de ejercicio y meditación utilizadas, “para resolver la ambigüedad” sobre si esas prácticas tienen algún impacto sobre el envejecimiento del cerebro.
Según Lenze, lo que el resultado definitivamente no sugiere es que el ejercicio o la meditación sean inútiles. “No queremos que la gente reciba el mensaje de que la actividad física no sirve.”
Tanto el ejercicio como la meditación siguen siendo provechosos, dice Lenza, que practica ambos.
“Es mucho lo que nos queda por aprender del cerebro”, señala el investigador.
Por Gretchen Reynolds
(Traducción de Jaime Arrambide)
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