Nuevas fachadas, más atracciones turísticas y mejor conectividad: las tres ideas clave que dominaron la transformación de la zona más antigua de la ciudad
El casco histórico luce renovado para los porteños y los turistas que lo visitan a diario tras dos años de obras; en qué consistieron las mejoras y cómo impactó la iniciativa en la cotidianidad del barrio
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Hipólito Yrigoyen, Juan de Garay y Paseo Colón tienen desde hace unas semanas una variable más en común que el mapa de Buenos Aires y los nombres propios en su denominación como avenidas. En conjunto integran el polígono del centro, de más de 77 mil metros cuadrados de espacio público, que atravesó una profunda renovación y cuyos trabajos acaban de finalizar en la zona más antigua de la ciudad.
Enmarcadas dentro de lo que se conoce como el Plan Integral del Casco Histórico, las tareas de conservación y puesta en valor alcanzaron un total de más de 45 cuadras. En líneas generales, se buscó transformar la zona sin perder su patrimonio para optimizar la calidad de vida de casi 300.000 porteños que viven en el área y la experiencia de quienes la visitan todos los días.
En concreto, la apuesta del gobierno porteño persiguió cinco objetivos transversales a cada uno de los proyectos, más allá de su magnitud: mejorar el espacio público de una de las principales zonas turísticas de la ciudad; poner en valor edificios emblemáticos, reforzando y preservando su identidad cultural; generar nuevos puntos de interés para los porteños y visitantes; fomentar el desarrollo de una ciudad a escala humana; y trazar una mejor conexión peatonal entre Plaza de Mayo y Parque Lezama que permitiera incrementar la accesibilidad de quienes circulan por esas calles.
“En la Ciudad de Buenos Aires tenemos una identidad única que nos enorgullece. El casco histórico es un claro ejemplo de que a pesar de los años continuamos preservando todo su encanto, la memoria de sus calles y el patrimonio histórico de la ciudad. Recuperar el brillo que siempre tuvo mantiene viva la cultura de la capital de los argentinos. Nuestra tarea es seguir cuidando cada uno de sus rincones para que quienes transitan por ella la disfruten”, afirmó a LA NACION el jefe de gobierno porteño, Jorge Macri, al realizar una evaluación sobre la iniciativa cumplida.
Números de impacto
Observar los números de la transformación que tuvo el corazón de la ciudad ayuda a entender su impacto en la cotidianidad de los porteños. Según las cifras que brindó el Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana a este medio, fueron 77.973 metros cuadrados de espacio público intervenido; 47 cuadras (21 cruces nivelados) reparadas que derivaron en un entorno más transitable para los vecinos y los turistas; 156 árboles nuevos (132 crespones, jacarandá, tilos, y prunus, y 24 arbustos Santa Rita); 55 calles readoquinadas (se reemplazó el asfalto por adoquín o bien se readoquinaron calles que ya eran de adoquines); 8 fachadas históricas restauradas; y 200 comercios renovados en el área detallada.
Durante los dos años en los que se extendió el plan, que impulsaron en conjunto entre los Ministerios de Espacio Público e Higiene Urbana, Cultura y Desarrollo Urbano; y la entonces Secretaría de Transporte y Obras Públicas, sobresalieron varios trabajos -en distintos momentos y etapas- de variados matices. Entre las obras más emblemáticas figuran:
El Otto Wulff. En la construcción de 1914 del barrio de Monserrat, que mira a los vecinos con sus 680 ojos a lo largo de sus más de 60 metros, se hicieron tareas de restauración y puesta en valor que incluyeron desde el retiro de los elementos no originales en la fachada y la recuperación de las terminaciones (fisuras o grietas), hasta la reposición de los elementos ornamentales perdidos, el tratamiento y la conservación de la fachada, y su iluminación a través de la incorporación de luminarias nuevas.
El Mausoleo Belgrano. Se realizó la puesta en valor de la obra de Ettore Ximénes, que se encuentra en el atrio de la Iglesia de Santo Domingo, ubicada en Defensa y Av. Belgrano. En ese sentido, se llevó adelante el retiro de todos los elementos no originales (insertos metálicos, pintura), la limpieza y consolidación de la piedra, la recuperación de superficies erosionadas, la reconstrucción y réplica de ornamentación perdida, el tratamiento de conservación de las esculturas de bronce y de los grupos escultóricos, y el de los mármoles.
El Mercado de San Telmo. Este edificio centenario, inaugurado en 1897 con el propósito de abastecer de alimentos a la nueva ola de inmigrantes europeos que llegaba a la ciudad, recuperó el material original de todo el frente, incorporó toldos, sumó iluminación 100% LED, restauró la cartelería, renovó la pintura de más de 13.000 m2 de superficie, y renovó los escalones de mármol de los distintos accesos. Además, se colocaron seis decks para los comerciantes frentistas ubicados sobre la calle Carlos Calvo.
La farmacia De la Estrella. En pleno barrio de San Telmo, precisamente en la esquina de Defensa y Alsina, se impone la farmacia más antigua de Buenos Aires. Los trabajos se centraron en la restauración y la iluminación de la fachada para lo cual se removió la pintura del exterior y se hizo una limpieza profunda, se renovaron los mármoles de los escalones de acceso y en las ventanas, se recortó la vegetación que había crecido sobre el edificio para evitar futuras roturas en el exterior, se enmendaron las marquesinas y se instalaron también toldos nuevos.
La casa de Luca Prodan. La mítica trayectoria de Sumo convirtió la “puerta de los graffitis”, de Alsina 451, en un lugar de culto para los fans de Luca Prodan, fallecido hace 35 años. En la actualidad en ese mismo edificio funciona un espacio cultural con un bar en el que suelen tocar bandas en vivo, se proyectan películas y se recuerda al músico. Con la finalidad de proteger este espacio hubo una reconstrucción de los balcones y terminaciones, se mejoró la iluminación de la fachada, y se retiraron los objetos no originales para reponer los elementos ornamentales perdidos.
Por otro lado, vale la pena mencionar también los cambios que se implementaron en el eje turístico, en especial las obras de la calle Defensa, entre Hipólito Yrigoyen y Moreno, en el entorno del Museo de la Ciudad, donde hubo más de 2000 m2 de espacio público intervenido y 300 m2 de veredas nuevas; 102 nuevos bolardos para favorecer la seguridad peatonal; 10 farolas históricas nuevas para dotar de mayor iluminación al lugar; y nuevas rejillas sobre las veredas para beneficiar al sistema de desagüe pluvial y lograr así que el agua drene internamente de manera fluida.
Finalmente merece un apartado dentro de la iniciativa el reordenamiento que se hizo de los recorridos de las líneas de colectivos que circulaban por las calles internas del Casco Histórico con el objetivo de convertirlo en un espacio más seguro para los peatones. Dicho de otro modo, los trayectos se derivaron a la Red de Metrobus, en los corredores del Bajo y 9 de julio.
“Con la renovación y puesta en valor del Casco Histórico mejoramos el espacio público y, en consecuencia, alentamos su desarrollo cultural, turístico y económico. Toda el área se volvió más accesible y disfrutable. Después de la pandemia era necesario revitalizar toda la zona, para eso nivelamos calles, sumamos vegetación, pusimos en valor las fachadas y mejoramos el mobiliario urbano; pero sin alterar la identidad histórica y sociocultural de San Telmo. Por su maravillosa arquitectura y su alto valor patrimonial, esta zona de la ciudad es una postal única para las miles de personas que la visitan cada día”, concluyó Ignacio Baistrocchi, ministro de Espacio Público e Higiene Urbana porteño, a modo de balance sobre los trabajos de conservación realizados.
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