Después de semanas de evitarlo, el lunes pasado Marcela J., de 34 años, decidió sacar a través de su obra social un turno con un gastroenterólogo. En la recepción del consultorio la recibió un agente de seguridad que llevaba una hoja con los turnos del día. "Me llamó la atención que no me podía acercar al mostrador. La recepcionista estaba detrás de un vidrio con guantes, máscara y barbijo. Me tomó la temperatura y me mandó a la sala de espera. Cuando el médico me recibió, mantuvo la distancia todo el tiempo, excepto cuando me palpó la panza. Después se lavó las manos con los guantes puestos, me recomendó una dieta y me dijo que volviera en 15 días", cuenta. Se sorprendió por la poca cantidad de gente que había en la sala de espera y por la cantidad de medidas de seguridad. Pero también por lo fácil que fue conseguir un turno.
Hace 90 días que los consultorios de las distintas especialidades, en hospitales, clínicas privadas o centros ambulatorios cerraron sus puertas. Mientras tanto, se postergaron por tiempo indeterminado las cirugías no urgentes. El foco de la atención de la salud en el país pasó a tener un único protagonista: el coronavirus.
Pero tres meses después del decreto de cuarentena, como Marcela J., son cada vez más los que buscan atención médica por motivos distintos del contagio de Covid-19. Según informaron a LA NACION desde distintos centros y consultorios privados, el número de consultas se multiplicó en las últimas semanas. Y aunque muchas se resuelven vía telemedicina, el sector de la salud se prepara para la inevitable recepción de cada vez más pacientes para diagnóstico y tratamiento presencial de patologías "no-Covid".
Así, hace semanas, sociedades científicas, asociaciones y federaciones médicas, clínicas privada y sindicatos y gobiernos discuten a contrarreloj cómo será la atención de salud en la pandemia. Por ahora hay pocas certezas en un sistema altamente fragmentado, con diversidad de infraestructura, recursos, liderazgos e intereses.
Un paisaje diverso y desierto
Los pacientes que vuelvan a los consultorios se encontrarán con paisajes casi desiertos, donde el distanciamiento social será la principal premisa y una sigla será clave: EPP, Equipamiento de Protección Personal.
Cuando comenzó la cuarentena, el Ministerio de Salud nacional publicó un protocolo general de atención en el marco de la pandemia, basado en recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Y en las últimas semanas, instituciones como clínicas y sanatorios desarrollaron sus propios protocolos, centrados, en parte, en los oficiales.
Las medidas de protección varían según la especialidad y el tipo de intervención. Se deciden en base a los protocolos pero también se tienen en cuenta el tipo de instalaciones, el criterio de los médicos y de las instituciones, así como el avance del virus en la región.
Así, los profesionales están protegidos con equipamiento de distintos grados. Como mínimo utilizan barbijos quirúrgicos y, según la clase de atención o riesgo de contagio, requieren los más elaborados N-95. En ciertos casos, llevan antiparras, en otros no; y utilizan distintos tipos de camisolines, ya sean hidrorepelentes o comunes, además de guantes, cofias y protección para el calzado. En determinados tratamientos o especialidades, también los pacientes están obligados a utilizar elementos de protección.
"El uso del barbijo, la máscara, y guantes es fundamental en la atención del paciente, pensando que todos pueden ser Covid positivo. Después hay otros elementos que se van a agregar, según lo que se haga", dijo a LA NACION la jefa del Servicio de Oftalmología del Hospital Pedro de Elizalde, Iole Mariani, quien además tiene un consultorio privado.
"Si vamos a la sala a ver un paciente Covid positivo, nos ponemos un barbijo N-95, arriba el quirúrgico, cofia, camisolín y guantes, e incluso botas, como si fuésemos a entrar a un quirófano. Después complementamos con otros accesorios, de acuerdo a la prestación que debemos realizar", explicó la profesional, quien durante los últimos meses solo trabajó en el centro público. Hace una semana retomó la atención en consultorio porque la demanda por vía telefónica aumentaba. "Hay muchas patologías que no se pueden resolver por celular o mail", explicó.
El lugar geográfico donde se produce la atención médica también influye en las medidas que se toman. No es lo mismo atender en una provincia o ciudad del interior donde los casos positivos son nulos, que en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA).
"El de la vuelta a los consultorios de especialidad es un tema complejo, por la diversidad de situaciones que se presentan", dijo a LA NACION el presidente del Círculo Médico de Esquel, secretario de la Federación Médica de Chubut y secretario gremial de la COMRA. "Aquí no tuvimos casos y va a ser distinto de Trelew, que es zona de circulación del virus, que a su vez es diferente de la ciudad de Buenos Aires. Entonces, es difícil hacer un criterio uniforme", agregó.
En general, en los consultorios privados, como en las instituciones de las zonas más comprometidas, se realiza un "triage" telefónico previo a las consultas, donde se les consulta a los pacientes si tienen alguno de los síntomas que podrían indicar la posibilidad de que el paciente tenga coronavirus. Y se les toma la fiebre.
Además, se pone el énfasis en la distancia social en las salas de espera: se espaciaron los turnos y se prohibieron las consultas no programadas (o sobreturnos), se limitó la cantidad de personas que puede acceder por día y se prohibió el acceso con acompañantes, excepto que los pacientes sean niños.
Ventilación y limpieza
Los médicos, además del equipamiento para protección propia y del paciente, deben implementar otras medidas que influirán en la cantidad de turnos disponibles para los pacientes y en las remuneraciones de los profesionales. Según algunos protocolos, entre consulta se deberá dejar un espacio de tiempo de media hora para ventilar y limpiar el lugar. En algunos casos, por el tipo de tratamiento, con mayor meticulosidad y productos más específicos que en otros.
En los centros de salud, además, hay mayor oferta de alcohol en gel y mucha cartelería sobre las nuevas normas, incluso con marcas en el piso para definir claramente la distancia social permitida. Y en algunas instituciones se establecieron horarios prioritarios, para que las personas mayores no compartan sala de espera.
"Apenas nos pudimos organizar con el Covid, nos pusimos en campaña para ver cómo cuidarnos y garantizar la calidad, cuando la accesibilidad se volvió difícil para los pacientes. Justamente, porque si abrís las puertas, los exponés, porque salen de sus casas y están en las salas de espera de los médicos", dijo a LA NACION la doctora Mariana Flichman, gerente de Riesgo y Calidad Médica de Swiss Medical.
Además, muchas instituciones privadas promovieron todas las formas posibles de telemedicina. Para evitar la presencia de los pacientes en las clínicas, por ejemplo, crearon un sistema de receta digital y autorizaron la receta por WhatsApp.
"En esta etapa, hay que hacer un equilibrio y evaluar cada situación. Por ejemplo, en cirugía, cuál es el riesgo mayor: que esa cirugía se demore, o el riesgo de contagio", explicó Flichman. Para tomar este tipo de decisiones, la prepaga creó un "comité evaluador".
¿Recomendaciones o reglas?
La tasa de contagio es alta entre el personal de salud, en comparación con el resto de la población. La última cifra que brindó el Ministerio de Salud en un informe del 21 de mayo, daba cuenta de representaba un 15 por ciento del total de infectados, con 1061 casos.
Mientras tanto, se multiplican los reclamos del personal de salud por la falta de insumos en los hospitales, en especial en el AMBA. Y en el sector privado hay reparos acerca del cumplimiento de las recomendaciones. No todas las instituciones siguen los pasos ni brindan los elementos adecuados, denuncian desde la Asociación de Médicos de la Actividad Privada (AMAP), que tiene representación entre los profesionales de salud privada de la Ciudad.
Este mes, la entidad gremial le planteó al Gobierno nacional que regule las exigencias de protección de salud en la pandemia mediante una resolución obligatoria. "Se necesita dar una normativa de trabajo y control en cada clínica o consultorio externo. No sirve un protocolo o algo similar, sin obligatoriedad. De lo contrario, cada clínica o sanatorio hace lo que quiere, a su criterio", sostuvo el presidente de la entidad, Héctor Garín.
También pidieron que se cree un "cuerpo de inspectores" para verificar que se cumplan las recomendaciones -o eventuales reglas- y si están presentes los equipos de protección correspondientes.
Los más complicados
Mientras tanto, las sociedades científicas y agrupaciones de profesionales pidieron definir recomendaciones de protección específicas, ya que el protocolo general del Ministerio de Salud no detalla cómo debe ser la atención en las especialidades que no lidian -necesariamente, aunque el riesgo está presente- con el coronavirus.
Así, en las últimas semanas, la cartera sanitaria convocó a referentes de las distintas especialidades y prácticas a reuniones para definirlas en conjunto. Algunos protocolos se encuentran en proceso, otros ya fueron publicados, informaron desde el ministerio.
"Somos una profesión de particular alto riesgo, no podemos mantener la distancia por las prácticas que hacemos", dijo a LA NACION Guillermo Rivero, presidente de la Confederación Odontológica de la República Argentina (CORA). La odontología está entre las prácticas de salud más complicadas a la hora de brindar atención en la pandemia, junto a la otorrinolaringología y la oftalmología.
"Como el virus es respiratorio, cuando usamos la turbina, los cavitadores y otros elementos que emanan agua y producen gotas que se juntan con la saliva, esto queda disperso en todos lados. Necesitamos una protección y medidas más importantes", agregó.
Rivero mantuvo una serie de reuniones con funcionarios de la Dirección de Salud Bucal de la Nación. Decanos de universidades y sociedades científicas, que culminaron en la creación del nuevo protocolo, que se conoció la semana pasada. Allí se establecieron dos niveles de riesgo.
En el más bajo están aquellas prácticas "que no producen aerosolización y que requieren camisolín descartable, barbijo tricapa, máscara facial y guantes de látex", explicó. En el más alto, están incluidas prácticas en las que "se usa torno, por ejemplo, para un conducto, una restauración o una cirugía". En ese caso, el equipo de protección personal debe ser más resistente e incluye camisolín hidrorepelente, barbijo N-95, máscara facial y antiparras y una cofia, tanto para el odontólogo para el personal de apoyo, el asistente. Además, se exige que al paciente utilice botas protectoras, cofia y barbijo.
Tratamientos de fertilidad: "no esenciales", pero sí
Mientras avanzan los meses desde la declaración de la pandemia, de a poco se van retomando los tratamientos de fertilidad, que no son considerados esenciales a nivel general, pero que para muchas mujeres son cruciales, en especial por la edad.
Cuando apareció el coronavirus se discontinuaron los tratamientos de fertilización, no solo por el posible contagio, sino frente a la incertidumbre acerca de la posibilidad de que el coronavirus pudiera transmitirse por vías reproductivas. Sin embargo, por ahora esa opción está descartada, aseguran desde la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva (Samer).
"En los últimos meses hemos estado intensamente estudiando la literatura mundial científica, y no está demostrado que el coronavirus infecte los tejidos reproductivos femeninos. No hay presencia de virus en el óvulo, ni el ovario, ni el útero", informó la presidenta de la entidad Stella Lancuba, que estuvo a cargo de la creación de un manual de prevención para prácticas relacionadas con los tratamientos de fertilización durante la pandemia.
"Ninguna sociedad científica ha aconsejado que la población no se embarace", aseguró la médica, quien además lideró la confección de protocolos para prevenir los riesgos. Así, en muchas clínicas de fertilidad, entre fines de mayo y junio se reiniciaron los tratamientos.
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