“Nosotros no elegimos ser rehenes”: el pedido de padres vacunados con Sputnik V que no pueden visitar a sus hijos en el exterior
Atraviesan una nueva situación angustiante por la imposibilidad de poder viajar a algunos países donde viven sus hijos y nietos
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La pandemia fue el puntapié para que grupos de familiares de migrantes argentinos a diferentes partes del mundo comenzaran reuniones por Zoom y así nació “Cunas con Alas”. El objetivo: acompañarse mutuamente, compartir experiencias y sobrellevar la distancia y la imposibilidad de reencuentros por las serias limitaciones fronterizas que derivaron de la pandemia del coronavirus Covid-19.
Sin embargo, el grupo de madres, padres y abuelos ahora atraviesan una nueva situación angustiante por la imposibilidad de poder viajar a algunos países donde viven sus hijos y nietos donde no está autorizado el ingreso de personas vacunados con Sputnik V.
“El tema surgió porque este lunes charlamos sobre el tema de las vacunas porque una de las madres tiene pasajes para ir a Bélgica a ver a su hijo pero no podría hacerlo porque tiene Sputnik V. No es que todos vamos a viajar ahora, porque es muy costoso”, dijo a LA NACION Silvia Samatan cuyo hijo está radicado hace seis años en Londres luego de que le surgiera una oportunidad laboral.
“Nosotros no elegimos ser rehenes” agregó la mujer, que vive en Pilar junto a su esposo. “Nos preguntamos por qué nos esclavizaron con una vacuna que, si bien no es mala, hoy no nos permite poder ir a ver a nuestros hijos con libertad. Te sentís esclavo por alguien que decidió que la vacuna tenía que ser de Rusia o de China y ahora estamos varados a la espera que otros decidan, como pasó con las vacunas que no podíamos elegir qué dosis recibir”, afirma.
El sentimiento de Silvia es similar al de Susana Cabrera, una de las precursoras del grupo. “Los padres con hijos millennials somos personas grandes, yo tengo 71 años y me pregunto cuántas veces voy a poder ver a mi hija si esto se prolonga. También me pregunto qué pasa si ella me necesita y no voy a poder ir. Esa situación me genera mucha, mucha tristeza”.
“Mi hija está viviendo en Londres desde el 31 de octubre de 2020. Siento mucha rabia e impotencia, como si estuviera encadenada en este país que me privó de tener a mi hija cerca. Esto es porque se frustraron dos de sus trabajos que eran en empresas extranjeras que se fueron del país, por eso ella se fue a vivir a Londres”, recordó Cabrera ante LA NACION.
La doctora Cabrera agregó: “Además de haberme privado de la posibilidad de envejecer al lado de mi hija, también me priva, con esta vacunación ideológica que hicieron, de poder ir yo al encuentro de ella. Ella tampoco puede venir porque, cuando regrese a Londres, tendría que hacer una cuarentena que le saldría 2500 libras. Si bien acá se levantó la cuarentena, no pasa lo mismo en Inglaterra con países considerados en rojo, como es el caso de la Argentina. Esta imposibilidad de poder encontrarnos y no saber cuándo se resolverá esto, me llena de rabia y de indignación”.
“Nuestro grupo se llama ‘Cuna con alas’, y con lo que está pasando a nosotros nos cortan las alas para ir a abrazar”, agregó Silvia Gelván que es psicóloga y detalló: “Aquellos que se van del país no siempre se van para no volver. Muchos de los que se van son jóvenes que buscan posibilidades mejores. Qué mejor que nosotros los podamos acompañar en esos desafíos. Siento dolor, impotencia, los brazos caídos, que no hay escucha por parte de las autoridades, que no pelean por nosotros”.
La psicóloga, que tiene dos nietas en el exterior, luego se preguntó: “¿Por qué somos nosotros los depositarios de un conflicto que no hemos provocado? Yo estoy asistiendo a un grupo de madres. Una abuela parece que tuviese menos derechos para tener este rol de protesta y dolor que es más fuerte en las mamás del grupo que están esperando hace más de un año y medio por la pandemia. Pero en este momento que se abren las fronteras, por qué tienen que estar varadas en el abrazo, en el deseo de encuentro, en un beso, en volver a sentir el olor de sus hijos”.
Las integrantes del grupo contaron a este medio que luego de que se conociera su historia el año pasado, a raíz de una publicación de LA NACION, muchos otros padres y madres se acercaron. “Es la desesperanza, porque la vida de cada hijo es de cada uno, pero cuando uno lo va criando no piensa que se van a ir porque el país los echa. Ese es el dolor”, contó Silvia Samatan.
“¿Por qué tenemos que estar presos? ¿Por qué yo no puedo viajar a ver a mi hijo u otra persona puede viajar por otro motivo más importante? Por eso es que vamos a enviar una carta a Cancillería a ver si puede intervenir con otros países”, cerró Samatan y pidió a las autoridades nacionales que intervengan para que desde Rusia presenten toda la documentación necesaria ante la Organización Mundial de la Salud (OMS) así se aprueba la vacuna.
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