“Ahora mismo, una de las dificultades más grandes que tenemos en el hospital es precisamente la gente que no se adhiere a las recomendaciones de llevar barbijo”, agrega la mujer
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“Estamos agotados; mentalmente exhaustos”. La frase la repite varias veces María Santomil, una enfermera española que trabaja en Urgencias del Hospital de St. Mary’s, en Londres. Desde que aparecieron los primeros casos de Covid-19 en el Reino Unido, la mujer estuvo en la primera línea de batalla contra una pandemia que estresó fuertemente al servicio británico de salud pública (NHS, por sus siglas en inglés), así como también a muchos otros sistemas sanitarios en el mundo.
Ahora, con la aparición de la nueva variante Ómicron —que obligó a Inglaterra a re-imponer medidas restrictivas como el uso de mascarilla o pruebas PCR para los viajeros—, la situación se volvió a complicar en un lugar donde, hasta la fecha, se reportaron más de 400 casos de esta cepa.
“Vivimos esperando que algo bueno va a pasar, pero ese final, esa luz al final del túnel, no llega nunca”, afirma Santomil. En conversación con BBC Mundo, la enfermera aborda parte de las dificultades que está enfrentando hoy el personal de salud, la frustración que viven día a día al atender a personas que, en su mayoría, no se vacunan y el cansancio que muchos acumulan a casi dos años de la aparición del coronavirus.
El relato en primera persona
Los inicios de la pandemia fueron muy difíciles. Era algo nuevo, no había preparación, no había equipamientos de protección, nada. La gente se moría, fue una situación de shock muy grande, los sanitarios lo pasamos muy mal.
Cuando nos empezaron a vacunar, en diciembre del año pasado, hubo una luz de esperanza. Empezaron a decir que con las vacunas íbamos a poder viajar, a movernos, era como la luz al final del túnel. Pero realmente no fue tan así. Porque simplemente es algo cíclico, que ya vimos en el último año y medio.
Hay una mejora, se reajusta el espacio de las camas de Urgencia, pero luego los casos vuelven a aumentar y tenemos que volver a mover todo otra vez. Vimos que alrededor del 80% de las personas que está en la zona de Urgencias con coronavirus, y necesita soporte respiratorio, no está vacunada.
Muchos se niegan a creer que tienen Covid-19. Te dicen: “No, esto es neumonía”. Me llama la atención que no solamente son jóvenes, sino que mucha gente de 40, 50 o 60 años que nunca se quiso poner la vacuna y que termina muy enferma.
Porque es cierto que los números de las hospitalizaciones bajaron, pero la gente que no está vacunada se sigue enfermando igual de grave.
“A veces perdemos la fe en la raza humana”
El tema de la vacunación es algo muy sensible, especialmente porque nosotros estamos muy conscientes y lo vivimos tan de cerca que no conozco absolutamente a nadie del hospital que no haya querido vacunarse.
Y es que nadie se quiere arriesgar precisamente porque vimos lo que hace el Covid. Y nos da miedo. Entonces nos parece muy injusta, egoísta e ignorante la gente que, sin razón, dice: ‘No, no me quiero vacunar’.
Todos son libres de pensar lo que quieran, de que hay una conspiración detrás o lo que sea. Sin embargo, lo que nosotros vimos no tiene nada de conspiración. Aquí hay gente que se enferma gravemente y que se muere.
Muchas personas te dicen que no se vacunan porque no creen en ellas. Y tenés que respetarlo, pero intentas decirle: yo entiendo que tengas miedo porque es algo muy novedoso, pero se vio en la historia que hay enfermedades que fueron erradicadas gracias a las vacunas. Y obviamente están muy testeadas.
Y después pensás: esta es gente que quizá no duda en comer cinco hamburguesas McDonald’s a la semana o lleva 20 años tomando la píldora anticonceptiva sabiendo que tiene muchísimos efectos secundarios, pero eso no lo cuestionan.
En cambio, esto que es algo de salud pública lo cuestionan. Eso me enfada muchísimo. Porque además pretenden que des el 100% de vos para salvarlos. A veces tenemos situaciones surrealistas de gente que empieza a hacer lives en Facebook o videos para TikTok diciendo que tienen Covid. Me dan ganas de decirles: “¿En qué mundo vivís?”. Muchas veces perdemos la fe en la raza humana. Perdemos la fe en el sentido común. Es muy cansador. Hay días en que lo toleras mejor pero otros en que no.
“Estamos todos aburridos”
Ahora mismo, una de las dificultades más grandes que tenemos en el hospital es precisamente la gente que no se adhiere a las recomendaciones de llevar mascarilla. Yo entiendo que hasta hace muy poco el Gobierno (de Boris Johnson) decía que no era mandatorio. Sin embargo, en el hospital dijimos desde el principio que tienen que llevarla.
La semana pasada tuve que decirle mínimo a 20 o 30 personas que por favor se pusieran la mascarilla. Y encima me preguntaban: “Y ¿por qué?”. Pero ¿cómo que por qué? Hay gente que dice que está en su derecho de no ponérsela. Otros que simplemente están aburridos del coronavirus.
Y mira, aburridos estamos todos. Yo llevo dos años poniéndome una mascarilla 12 horas al día. Y tengo compañeros que tienen asma, problemas respiratorios, y la llevan igual. Así que el hecho de que te agobie la mascarilla no es una excusa.
O, por ejemplo, cuando hacemos los test de coronavirus, muchas personas te dicen que no les gusta, que es horrible. Y yo les respondo: nosotros lo tenemos que hacer cuatro veces a la semana para que vos estés tranquilo y yo pueda venir a trabajar para ayudarte.
Algunos te agradecen, pero esas gracias no tienen que darlas aplaudiendo o diciéndolas. Lo que queremos realmente es que se vacunen, que se cuiden y que cuando les pidamos que se pongan la mascarilla, lo hagan. Es lo único que estamos pidiendo. Y no es por nosotros, es por todos.
Es frustrante porque aunque hagas lo imposible, te adhieras a las restricciones, si hay dos personas que no lo hacen, entonces tu trabajo no valdrá de nada. Lo que estamos viviendo ahora con Ómicron, no hace más que probar que por mucho que unos países o determinado número de gente lo haga bien, si esto no es un esfuerzo global, no hay manera de salir. No se va a poder hacer nada y seguiremos en esta situación cíclica.
“Se nos está acabando la paciencia”
Somos sanitarios, pero también somos personas. Echamos de menos a nuestras familias como todo el mundo; nos cambiaron mucho los planes. Estamos más cansados que nadie, probablemente. Y se nos está acabando la paciencia.
Lo ves en temas como, por ejemplo, las bajas laborales. Estamos teniendo muchos problemas de personal. Uno, porque hay gente que se infecta o que se enferma de otras cosas, pero también porque hasta ahora estábamos tirando mucho del personal, haciendo muchas horas extras.
Porque pensábamos: “De esta salimos todos juntos”. Pero dos años más tarde, estamos cansados, mentalmente exhaustos. La adrenalina que teníamos al principio, por esta enfermedad tan novedosa, ya se fue.
Antes, cuando te decían que por viajar tenías que hacer cuarentena, uno pensaba: entonces no, esperaré. Ahora es distinto. Llevo un año sin ver a mi familia, me voy a ir así tenga que hacer cuarentena. Y eso afecta mucho al personal.
Estamos mentalizados de que el virus no se va a acabar. Conscientes de que nosotros probablemente vamos a tener que estar con mascarilla años; muchísimos años. Incluso de manera permanente.
Pero el problema es la incertidumbre, el preguntarse hasta cuándo va a pasar esto. ¿Hasta qué punto seguirá impactando la vida de las personas? De no poder ir a trabajar o no poder llevar a mi niño a la guardería porque yo tengo fiebre.
También queremos disfrutar de la vida cuando no estamos trabajando. Y creo que esa es la parte que los sanitarios estamos llevando peor. Porque es agotador ver que no salís del círculo. De ese círculo vicioso en que todo es Covid.
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