Desde mayo de 2017, una familia tucumana espera noticias sobre una adolescente
"Nos mantiene en pie la esperanza de que Daiana esté viva"
Daiana Garnica creció en los márgenes pobres de San Miguel de Tucumán. Quienes la conocen dicen que, pese a que pronto cumplirá 18 años, durante su adolescencia se comportó como una mujer adulta. No le gustaba ir a bailar, tenía novio, practicaba danzas, se reunía con grupos de una iglesia del barrio y sabía cómo imponer respeto cuando alguien intentaba propasarse con ella; con 16 años dejó la escuela para trabajar en un almacén familiar y llevar dinero a su casa. El 6 de mayo de 2017, luego de tomar mate junto a su madre, desapareció del barrio Julio Abraham, localidad de Alderetes.
Hasta el momento, el expediente judicial indica que son tres los imputados por la desaparición: una mujer y dos hombres. Uno de ellos permanece detenido. Darío Suárez fue quien vio por última vez a Daiana. Presuntamente la citó, engañada, en una parada de buses de la periferia tucumana, sobre la ruta 304. Antes de salir de su casa aquel día, la adolescente dejó el celular enchufado en la cocina de una humilde casa que su madre compró en 2013 por $10.000. Gran parte de la familia aún vive allí, en ese asentamiento rodeado por varias hectáreas de monte, donde la construcción más robusta es el horno de una rudimentaria fábrica de ladrillos que aún funciona.
"Posiblemente, Daiana haya sido vendida, y Suárez la entregó. Yo siempre veía casos similares en la televisión, y después nos tocó a nosotros. Ya no creo en la Justicia. Hay datos que no puedo revelar, pero la investigación continúa, y a mi hermana la están buscando en todo el país. La hipótesis más fuerte es que ella está viva y que fue entregada a una red de trata de personas", comentó Sonia, la hermana de la adolescente buscada.
"A nosotros nos mantiene en pie la esperanza de que Daiana esté viva. A pesar de que no podemos verla, podemos sentir que está viva. Nos arrancaron a nuestra princesa, pero somos un ejemplo de fuerza y tenemos palabras para otras personas que atraviesan momentos difíciles como este", agregó.
"Hay una recompensa de mucho dinero para quien aporte datos, pero las personas que tienen información saben que, para hablar y salvar a Daiana, deberán arriesgar su propia vida", dijo.
Explicó también que uno de los sospechosos atrapados era conocido de la familia: "Cuando llegamos al asentamiento, no había ni luz, ni agua. Por aquellos días, el vecino que se llevó a Daiana nos ayudaba; en estos barrios las personas se organizan para reclamar por los problemas, y así lo conocimos. Luego, él venía al almacén de mi madre a comprar algunas cosas y se quedaba charlando. Por eso confiábamos en él".
La familia asegura que el día de la desaparición Suárez estuvo en la zona, que vio todos los movimientos del barrio, y que -cuando todos sabían que la joven no había regresado a su hogar- él se presentó en el almacén de los Garnica para asegurar que no estaba involucrado. Luego, también Suárez desapareció del barrio por un tiempo. Estuvo escondido en el monte y finalmente, acompañado por un abogado, se entregó en una comisaría.
"¿Cómo es posible que aún nadie sepa qué pasó? Yo sé que la vida sigue, pero es muy difícil continuar después de un suceso así. El día en el que desapareció, Daiana estaba muy contenta. Había empezado a trabajar como empleada de limpieza en una casa y veía que podía ayudar a su madre con el dinero que ganaba", comentó su hermana.
El sospechoso detenido -casi 30 años mayor que la joven desaparecida- la habría engañado. Una vecina saludó a Daiana mientras caminaba hacia la ruta para encontrarse con Suárez. Nadie más supo de ella.
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