Juan José Llach: "Aconsejaría una nueva carrera docente, escuelas ricas para los pobres de doble jornada y mejor nexo entre educación y trabajo"
Aprender de contextos diversos, enfocarse en darles los mejores equipos pedagógicos e infraestructura a las escuelas más pobres, contar con una nueva carrera docente con mejores incentivos basados no solo en la antigüedad, sino también en los logros de cada escuela, revisar el compromiso familiar y de la sociedad con la educación, mejorar los aprendizajes en la secundaria para que los chicos puedan adquirir competencias laborales. Estas son algunas de las sugerencias de Juan José Llach, académico de Educación y de Ciencias Económicas, sociólogo y economista, al hablar de la educación actual y la futura que ya prepara a los más chicos para enfrentar la mitad del siglo XXI.
-Estamos en 2019, los chicos que hoy están en 1° grado del primario se graduarán en la universidad casi cerca de la mitad del siglo, ¿con la educación en su situación actual, qué le espera a la Argentina en tan pocos años?
-¡Quién sabe! Estamos mal, pero con chances de mejorar. Las tasas de escolarización siguen subiendo en las dos puntas: educación inicial y terciaria. En graduación estamos bastante mal: muy baja en secundaria y, más aún, en la universidad. En aprendizajes parece que hemos dejado de caer, y en primaria hay una recuperación en Lengua, a confirmar en las próximas pruebas Aprender. Matemática sigue siendo una asignatura pendiente. Espero con ansiedad los resultados de PISA 2018, que se conocerán en diciembre próximo.
-Si la tecnología avanza más rápido que el proceso de aprendizaje, ¿qué aula tendrá un alumno en 10 años? ¿Qué profesor necesitará tener en 10 años?
-La verdad, no lo sé, ni creo que alguien lo sepa. Sí parece claro que el rol de la tecnología, incluyendo la educación a distancia, será creciente. Las aulas perderán parte de su rol de "dictado" de clases, y crecerán en cambio como ámbitos de intercambio de experiencias, de discusión de dudas y de ideas y de evaluación.
-Si pudiera darle un consejo al próximo ministro de Educación, aunque aún no se sepa quién será después del 10 de diciembre, ¿cuál sería?
-Uno no me alcanza, doy tres: nueva carrera docente, escuelas ricas para los pobres de doble jornada y mejor nexo entre educación y trabajo.
-¿Qué le falta y qué le sobra al actual sistema educativo? ¿El problema central es el financiamiento del sector?
-Le sobra pobreza y le faltan formación, organización, rumbos claros y, fundamental, un verdadero compromiso de las familias y la sociedad con la educación. El financiamiento es central, pero no es la única carencia.
-¿Cómo se sale de este sistema educativo hacia otro que sea óptimo para formar ciudadanos y para que se cumpla con la movilidad social ascendente de la que ya hablaba Sarmiento?
-Es crucial una nueva carrera docente, con mejores incentivos, basados no solo en la antigüedad sino también en los logros de cada escuela. Esto requiere, seguro, más recursos, pero también que se inviertan mejor. Por ejemplo, el ausentismo docente es excesivo, sobre todo en las escuelas de gestión estatal, afectando así a los chicos de menores recursos. No es que los maestros "se hagan la rata", sino que los estatutos docentes permiten gran cantidad de faltas e impiden un buen funcionamiento de las escuelas. Junto a la carrera docente es esencial que las escuelas a las que asisten los chicos más necesitados sean, al menos, de la misma calidad que aquellas a las que asisten sus pares de mayor nivel socioeconómico. Solía llamarlo "escuelas ricas para los pobres". Ellas deben tener los mejores directores y docentes, excelente infraestructura, tecnología y doble jornada. Esto último es crucial para que los chicos puedan encontrar su vocación al tomar contacto no solo con el currículo habitual, sino también con la segunda lengua, las tecnologías, las artes o el deporte y la recreación sistemáticos. También, para que en la secundaria chicas y chicos puedan adquirir una competencia laboral, es decir, el aprendizaje solvente de alguna capacidad para trabajar, porque son muchos los que no podrán o no querrán seguir estudios superiores, y la secundaria de hoy no capacita para el trabajo.
-A cinco meses de la elección presidencial, ¿la ciudadanía debería reclamarle a la dirigencia partidaria políticas de Estado para mejorar la educación a largo plazo?
-Claro que sí, pero se habla muy poco de educación en las campañas. Ahora hay un instrumento nuevo: los debates presidenciales, y de candidatos a gobernador en algunas provincias. También hace falta, respetuosamente dicho, que los candidatos estudien la cuestión, no improvisen respuestas y construyan sobre lo hecho. Por ejemplo, hoy son valiosas las tareas del Instituto Nacional de Formación Docente, las pruebas Aprender y Enseñar o la iniciativa de las Escuelas Faro, que da prioridad a las más necesitadas.
-¿Cuáles podrían ser los reclamos de la ciudadanía hacia la dirigencia política y sindical para mejorar el aprendizaje?
-¡Tantos como los que digo en estas líneas! Pero, ante todo, que se cumplan los 190 días de clases, o al menos 180. El problema es que buena parte de la sociedad no está convencida de esto. Por ejemplo, Mendoza planteó este año iniciar las clases en febrero, se generó una protesta multitudinaria vía redes sociales y se volvió atrás.
-Según su experiencia, ¿se podrían acordar políticas básicas para comenzar a mejorar la educación?
-Hay una institución llamada Fundación Red de Acción Política (RAP) que en 2011 empezó a trabajar acuerdos básicos en varios temas. El Grupo de Trabajo de Educación, que tuve el privilegio de asesorar, trabajó nivel por nivel, acordó diagnósticos y un amplio listado de propuestas, que invito a los lectores a leer en http://rap.org.ar//grupos/educacion. Es como un viaje esperanzador hacia otra Argentina posible.
-La dirigencia política suele señalar, en sus discursos de campaña, que la educación es central para el desarrollo del país. ¿Cómo se entiende que desde 1983 hasta la fecha nunca se haya llegado a cumplir el piso básico de 180 días de clase?
-Una causa importante, y gran deuda de nuestra democracia, es no haber aprobado una ley de nueva carrera docente, tal como dije antes, clave para la mejora educativa, y también para que haya menos paros. Debería ser obligatoria para quienes se incorporan y optativa para quienes ya ejercen. Creo que se la puede hacer realmente atractiva y lograr muy buena aceptación.
-Las evaluaciones nacionales e internacionales de la calidad de aprendizaje de los chicos argentinos dan malos resultados o de forma muy incipiente algunas mejoras. ¿Hay una receta para encarar una reforma que augure buenos resultados en un tiempo razonable?
-Recetas no hay. Pero sí se puede aprender de contextos muy diversos. Por ejemplo, los sistemas de evaluación docente de Chile o Ecuador, algunos rasgos de la formación y la carrera docente en Finlandia, el sistema de créditos en la secundaria de Ontario (Canadá), de modo que los estudiantes puedan construir a medida parte de su carrera, la alta calidad de los institutos tecnológicos terciarios en Australia. En fin, en dosis adecuadas, aprender de la valoración que dan a la educación las familias de China, Corea, Singapur o Vietnam.
-Más de un rector universitario ya admite los problemas de la articulación entre el secundario y los estudios superiores. ¿Los posgrados se han convertido en la verdadera universidad?
-Efectivamente, es un problema serio. Tiene que ser trabajado seriamente en las escuelas -especialísimamente en las secundarias- y en las universidades, y si lo hacen en conjunto -como en algunos casos en la Argentina-, tanto mejor.
-¿Qué grado de responsabilidad cree que tienen los sindicatos en la calidad educativa actual?
-En una economía tan compleja, bastante desigual y que decae respecto de las de otros países, la cuestión distributiva es más complicada. Mis críticas son dos. La primera y más importante es carecer de propuestas eficaces. No hablan de cómo educar en el siglo XXI, porqué hemos decaído tanto respecto de otros países, cómo innovar y, lo más importante, cómo aplicar todo eso a una nueva carrera docente. La segunda es no buscar otras formas de protesta que no sean la interrupción de las clases.
-En 2016, el entonces ministro de Educación de la Nación propuso que la educación fuera considerada un servicio esencial y que no se pudieran hacer paros. Esta modalidad se aplica en algunos países de la región, como en Ecuador, ¿contribuiría a mejorar el aprendizaje en el aula o a empeorar las tensas relaciones entre la dirigencia sindical y las administraciones provinciales cuando no son del mismo signo partidario?
-No estoy de acuerdo con prohibir los paros. Pero creo que, si seguimos así, será necesario pensar en reglamentar la interrupción de la prestación de los servicios esenciales.
-¿La Argentina tiene más cantidad de alumnos en el sistema universitario que buena parte de la región, pero menos cantidad de graduados. ¿Cómo se podría revertir esa situación? ¿Arancelar es una opción?
-Repito que hay que fortalecer la secundaria, como lo están haciendo la Nación y algunas provincias, y trabajar, ambas partes en conjunto, articulando la enseñanza media y la universitaria. También es cierto que lo gratis, y más si es público, se derrocha. El arancel a quienes lo puedan pagar estaría bien, pero veo muy difícil que se adopte en la Argentina. Sí habría que exigir a quienes ingresan que sus responsables adultos estén al día con sus impuestos. También, como propongo hace tiempo, que los graduados devuelvan parte de lo que recibieron de las universidades, con una contribución acorde con sus ingresos, para becar a quienes lo necesitan. Así lo hace Uruguay y, aunque casi nadie lo sabe fuera de la provincia, también lo hace Entre Ríos, desde hace 30 años.
-¿El hecho de que varias universidades comiencen a exigir niveles de castellano para que los extranjeros puedan cursar aquí marca que es un fenómeno que va a seguir creciendo?
-No me parece tan relevante. Pero sí lo es que la Argentina apunte a ser la Australia de América Latina en cuanto a brindar servicios universitarios a extranjeros, que no deberían ser gratuitos, por razones análogas a las que di antes.
-Las evaluaciones de aprendizaje marcan mejores desempeños en las escuelas rurales que en las urbanas. ¿Las aulas plurigrado y los aprendizajes basados en proyectos podrían señalar el paso a seguir para los establecimientos de las ciudades?
-Dado que el alumnado no es numeroso en la gran mayoría de escuelas rurales, las aulas de grados múltiples permiten una relación más personalizada docente-alumno. Pero todavía faltan estudios que muestren con precisión cómo funcionan esas aulas. La enseñanza por proyectos es promisoria como intento de atraer la atención de los jóvenes, pero, ojo, siempre y cuando no se licúe la especificidad de cada asignatura.
-Hay muchas ONG dedicadas desde distintos ángulos a contribuir al mejoramiento de la educación. ¿Cree que el Estado -nacional o provinciales- debería articular mejor entre las partes para que los esfuerzos no sean aislados?
-Es muy importante el papel de la sociedad civil y, superando prejuicios recíprocos, veo que la articulación de tareas conduce al enriquecimiento mutuo, es antigrieta y prodiversidad.
-Usted integra la Academia Nacional de Educación. ¿Qué aporte tangible podría proponer la academia? ¿Podría ser el ámbito en el que los sectores políticos pudieran debatir el futuro de la educación?
-La Academia Nacional de Educación (ANE) ha hecho y hace aportes relevantes y constructivos. Por ejemplo, hace dos años presentó un proyecto de ley con un plan nacional de nutrición y estimulación temprana. Creo, al mismo tiempo, que la ANE debería crecer en diversidad y rejuvenecerse. Ambos cambios realzarían su rol como ámbito de debate de políticas y prácticas educativas.
-Usted fue ministro de Educación entre 1999 y 2000. ¿Tenía una receta de puntos básicos para encarar la tarea? ¿Tuvo sucesores que se hayan acercado al modelo que hubiera querido ver desarrollado en el país?
-Recetas no, ideas sí. Inscribimos a la Argentina en varias pruebas internacionales, y la prueba PISA se mantuvo, después de abandonarla en 2003. Aunque muy lentamente, se ha ido imponiendo la idea que lanzamos de "escuelas ricas para los pobres" en reemplazo de planes sociales educativos sin un objetivo tan claro. Esbocé un fondo educativo con recursos de asignación específica para la educación, y por eso fui consultado por el ministro Filmus cuando preparaba la ley de financiamiento. En fin, creamos por decreto un Instituto de Evaluación de la Calidad Educativa, derogado por Duhalde y revivido en la Ciudad de Buenos Aires, y probablemente en la Nación en un futuro cercano.
-Si revisa el sistema educativo, desde sus días de estudiante hasta la actualidad, ¿podría marcar hitos en la enseñanza que podrían aplicarse hoy?
-El respeto al maestro y al profesor, aunque no tan excesivo como antes.
* Juan José Llach es sociólogo y economista, académico de Educación y de Ciencias Económicas; dirige el Centro de Estudios de Gobierno, Empresa, Sociedad y Economía del IAE Business School; fue ministro de Educación (1990-2000) y secretario de Programación Económica (1991-1996)
Tres propuestas
- Nueva carrera docente. Con mejores incentivos, basados en la antigüedad y en los logros de cada escuela
- Escuelas ricas para los pobres. Deben tener los mejores directores y docentes, excelente infraestructura, tecnología y doble jornada
- Mejor nexo entre educación y trabajo. Para que en la secundaria se pueda adquirir competencia laboral; la secundaria de hoy no capacita para el trabajo
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