“No todo es evitable”. Cuáles son las claves para minimizar los eventos meteorológicos extremos
Según los expertos, más ciencia y más gestión son esenciales para cuidar a la población frente a temporales y vientos como los que azotaron durante el fin de semana pasado a Bahía Blanca y al AMBA
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La tormenta severa de viento y lluvia que hace pocos días pasó con furia por Bahía Blanca y que también afectó, de forma dispar, una zona muy amplia del centro del país, abrió un debate con varios condimentos sobre la importancia de los sistemas de alerta temprana, la precisión de los pronósticos meteorológicos, el papel del Estado en la coordinación de tareas de prevención y auxilio cuando ocurren eventos de esta magnitud y, finalmente, la parte que le toca al cambio climático en todo esto.
Como explicó en una extensa charla con LA NACIÓN Leandro Díaz, doctor en Ciencias de la Atmósfera de la Universidad de Buenos Aires (UBA) e investigador del Conicet en el Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera, los desastres “no son naturales” sino que ocurren en la medida que “hay una exposición de personas o infraestructuras o bienes vulnerables”. “Partimos de un fenómeno natural que si pasa en un lugar despoblado no deja los mismos daños. El desastre ocurre en la medida en la que hay una exposición de población o bienes materiales”.
Por eso, si bien es imposible evitar que ocurran estos eventos “sí se pueden cambiar conductas de exposición o vulnerabilidad y trabajar en prevención para anticiparlos, en la medida de lo posible”. “En un clima cambiante necesitamos más recursos para una mejor gestión del riesgo y prevenir los peores impactos en situaciones extremas”, alertó el especialista.
La parte del cambio climático
¿Se puede afirmar que la tormenta severa que afectó varias partes del centro del país el fin de semana pasado fue una consecuencia directa del cambio climático? Para Díaz “no es una pregunta fácil de contestar” ya que se trató de un tipo de evento infrecuente cuya atribución al cambio climático es complicada. “Fue un evento que forma parte del grupo de los sistemas convictivos de mesoescala, tormentas más o menos organizadas que no son raras en nuestra región (el centro del país)”. Sin embargo, la tormenta del fin de semana pasado “tuvo características especiales que la hicieron muy intensa, por lo que fue bastante infrecuente”, ya que -según explicó- el viento es una variable más difícil de medir que la lluvia o la temperatura, lo que lo hace más difícil de simular.
“Es difícil poder caracterizar eventos como el que tuvimos y hablar de que exista una tendencia muy clara a que sean más frecuentes o intensos que antes con las herramientas que tenemos”, subrayó el científico, algo que en cambio sí puede hacerse con otros fenómenos extremos donde es más fácil atribuir el efecto de la acción humana sobre el clima, como las olas de calor o las lluvias muy intensas en cortos períodos de tiempo.
“Lo que sí sabemos es que hay una tendencia general a que eventos extremos se den de forma más frecuente e intensa a nivel global. Es decir, no afirmamos que no se podría haber dado sin calentamiento global, pero es más fácil o probable que ocurra actualmente”, agregó.
Ciencia, alertas y prevención
La ciencia argentina puede y hace su parte a la hora de mejorar la capacidad de alerta frente a eventos extremos que pueden ser más frecuentes e intensos que antes. En ese punto, Díaz destacó que durante los últimos 10 años la Argentina mejoró bastante en al menos dos aspectos: la radarización con fines meteorológicos, y el acceso de esa información a la ciudadanía.
“En 2011 empezamos con un sistema nacional de radares que antes no existía. Por ejemplo, el evento en la zona de Bahía Blanca fue registrado por un radar. Hoy tenemos una cobertura bastante buena, hace 10 años solo había 4 radares en la zona núcleo que no hubieran visto ese evento”, argumentó.
A eso se suma la construcción de un sistema de alerta temprana por parte del Servicio Meteorológico Nacional (SMN) que establece niveles de avisos adaptados a cada zona, según los umbrales críticos de cada lugar. Además, existen avisos de corto plazo, con duración breve, elaborados para que pueda mejorarse la toma de decisión preventiva tanto a nivel individual como colectivo.
El ineludible papel del Estado
Como quedó en evidencia hace pocos días atrás, el sistema de alerta no alcanza si no hay, luego, acciones y coordinación entre los diferentes niveles de tomadores de decisión estatales que son quienes, en definitiva, pueden actuar sobre el territorio.
“Para la parte de tomar acciones dependemos de áreas específicas en cada municipio, provincia y también a nivel nacional. Depende de esos actores que se utilice esa información y se tomen decisiones” explicó el investigador, quien de todas formas resaltó que la tormenta que azotó Bahía Blanca fue un evento “muy extremo que no fue normal”, y que hay cosas -como la caída de árboles en la Ciudad de Buenos Aires- “que se pueden evitar hasta cierto punto”.
“A veces las posibilidades de limitar los riesgos son limitadas, así funciona también la naturaleza, no todo es evitable”, dijo, para agregar que eso no significó que para la comunidad de meteorólogos no resultara “impactante” escuchar al director de Defensa Civil de la Ciudad de Buenos Aires, Alberto Curita, “ninguneando los pronósticos meteorológicos como si no tuvieran sustento científico”.
Minimizar riesgos, la clave
Para Díaz, en general en la Argentina todavía no existe de forma generalizada en la población una conciencia sobre evitar riesgos innecesarios ante la probabilidad de eventos extremos, aunque existan alertas tempranas. “Todavía nos cuesta tomar conciencia y decidir suspender algo o tomar acciones cuando existen estas alertas que nos dicen que hay que tomar recaudos y no exponernos, porque puede haber impactos fuertes”.
De eso se trata la gestión de riesgos, que busca mejorar las herramientas y la toma de decisiones para minimizar impactos. En ese punto, el científico destacó que existe otro problema: “la prevención no vende”. “Cuando ocurre algo se convierte lógicamente en algo muy visible, pero nunca se muestra o se percibe lo que se evita que pase, no tiene la misma visibilidad, digamos que políticamente no vende la prevención”.
¿Por qué el Estado cubre tareas que nadie puede reemplazar? Para el experto la respuesta es clara: se trata de tareas esenciales -como tener un sistema de alerta temprana “tuneado” para cada localidad del país”- que un organismo como el Servicio Meteorológico Nacional hace por la propia definición de servicio público. “En gestión de riesgos es muy difícil pensar que un conjunto de actores privados se encargue por igual de cubrir todo el país. Si pasa esto, poblaciones con más recursos podrían financiar estos sistemas, y el resto quedaría más expuesto. Por eso cuando hablamos de la presencia del Estado en esto, hablamos de no dejar más expuestos a los sectores o lugares más vulnerables”, dijo.
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