No son sólo turistas. Una pareja francesa regresó a El Calafate para agradecerle a los médicos que los ayudaron a recuperarse del Covid
Tienen 85 y 76 años y están juntos hace casi 57 años; querían brindarle un tributo a todos quienes contribuyeron a salvarles la vida en el peor momento de la pandemia; el hombre estuvo internado, en coma, en el hospital de alta complejidad Samic
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EL CALAFATE.- “Quería venir, agradecerle a los médicos y enfermeras que me salvaron la vida, a todos los que nos cuidaron, por todos ellos estamos hoy otra vez acá”, así lo cuenta Roland Demange, de 85 años que junto a su esposa Bernadette, de 76 años, regresaron tres años después de superar aquí el Covid-19 al principio de la pandemia.
Ellos eran parte de la delegación de jubilados franceses que en marzo de 2020, cuando empezaban a cerrarse las fronteras en el mundo, llegaron a la Argentina en un viaje de turismo por 12 días cuyas reservas habían concretado con mucha anticipación. Cuando ingresaron en el país, aún no había restricciones de circulación. Primero visitaron Ushuaia y dos días después aterrizaron en El Calafate. Uno de los pasajeros llegó descompuesto y a las pocas horas toda la delegación quedó aislada en el hotel Edenia. La mitad enfermó de Covid-19.
Roland Demange fue el paciente de mayor gravedad de la delegación, pasó 53 días en terapia intensiva, de los cuales 14 estuvo conectado a un respirador artificial. Cuando finalmente lograron repatriar a la delegación en un vuelo sanitario, Demange viajó en coma inducido y siguió su recuperación en París. “Tuve que aprender a hacer todo de nuevo, hablar, comer, caminar, cambiarme”, cuenta a LA NACION en forma animada durante la recepción que ellos organizaron para agradecer a todos los que les tendieron una mano profesional y humana.
Pero este viaje no lo hicieron solos: “Cuando salió del coma, me dijo, ‘quiero que vengas conmigo’, que volvamos a la Argentina”, detalla con emoción Eric, uno de sus hijos quien junto a su esposa Celine los acompañó de regreso en un viaje que tenía un fin único. “Queremos decirles gracias, gracias infinitas por permitirnos estar vivos”, repitió la pareja a cada uno que se les acercaba para saludarlos y darles el abrazo que había quedado pendiente en aquellos días donde la distancia era impuesta y obligatoria.
Pese al grave estado de salud de su padre, Eric Demange aseguró ante LA NACION que en ese momento él prefería que hubieran estado en la Argentina donde tuvieron una atención médica que quizás no hubieran recibido en Francia, donde los hospitales estaban desbordados. “Me da mucha felicidad poder decirles gracias”, les repetía Demange a las enfermeras y médicos que atendieron a sus padres.
“Yo soy Natalia, fui su enfermera”, se presenta la joven y le repite la felicidad que le da verlo bien y de regreso. “Usted tiene una gran esposa, entró por usted a la UTI y arriesgó su vida”, le dice Paola Domínguez, otra de las enfermeras, mientras lo saluda. “Casi que no nos conocía porque además en la UTI estábamos todas tapadas con las máscaras”, cuenta la mujer a esta cronista y resalta que fueron 15 enfermeros de la Unidad de Terapia Intensiva del Hospital de Ata Complejidad de El Calafate los que en aquellos días atendieron a Demange y a varios de sus compañeros de delegación.
Ni anoche, ni hace tres años, el francés fue una barrera para comunicarse. Sin embargo, el rol de Natalia Lo Presti, la guía de turismo local que había sido contratada para conducir la delegación a visitar los glaciares, cambió drásticamente y se transformó en una pieza fundamental para que los turistas, pudieran conseguir sus medicamentos o bien comunicarse con los médicos. Ella los asistía desde el aislamiento de su hogar ya que también quedó contagiada de Covid y afuera trajinaba Fernanda González, cónsul honoraria de Francia en la ciudad.
“Esta fue una historia con final feliz, y Roland todos estos años se puso como objetivo mejorarse para venir a agradecer personalmente”, cuenta hoy mientras los contiene y acompaña a cada paso, como hace tres años. En todo el tiempo que transcurrió desde el inicio de la pandemia, nunca dejaron de estar comunicados.
La delegación de turistas franceses y quienes estuvieron en contacto esos días con ellos fueron los primeros casos de Covid en Santa Cruz. Casi nadie los conoció aquí, -nadie más que los médicos y enfermeros que los visitaban a diario-. Sin embargo, todos en la ciudad hablaban de la delegación y en torno de ellos se tejió una red intangible de solidaridad y ternura que los contuvo en los peores momentos, cuando la repatriación se veía lejana. Tras 50 días, el domingo 3 de mayo regresaron a Francia, todos a salvo.
“Nosotros le debemos mucho a ellos, aprendimos lo que como equipo de salud éramos capaces de hacer y sobretodo este grupo de abuelos nos enseñaron a darle valor a la ternura”, resalta ante este medio Verónica De Cristófaro que en ese momento era presidenta del consejo de administración del hospital Samic y hoy es subsecretaria de Articulación Federal en el Ministerio de Salud de la Nación. Anoche estuvo en el homenaje. En el encuentro con Bernardette se fundieron en un abrazo.
A De Cristófaro le había tocado el momento más duro hace tres años, comunicarle a la mujer que su esposo entraba en la difícil etapa del respirador artificial. Anoche, el equipo médico del hospital les regaló una foto de las manos de Roland y Bernardette aferrados en la terapia intensiva. Es que además del Covid, todos fueron testigos involuntarios de una historia de amor que en los próximos días cumplirá 57 años.
Vinieron por 12 días y se quedaron dos meses, la mayor parte del tiempo estuvieron encerrados en cuarentena en el hotel Edenia, un elegante establecimiento de cuatro estrellas alejado del centro de la ciudad que se convirtió en su hogar obligado. Durante ese tiempo los atendió Paola Sánchez, quien junto a su esposo, Javier González, gerencia el Edenia. Ellos junto a un mínimo equipo de tres personas. Anoche fueron los anfitriones del agasajo. “Fuimos un grupo humano ayudándonos entre nosotros”, recuerda hoy Sánchez.
Los Demange ya no son simples turistas. Dejaron aquí lazos de afecto que mantuvieron durante tres años al calor de mensajes, fotos, videos y llamadas. Y tres años después cumplieron con la palabra: volver para decir gracias y poder abrazarlos.
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