“No sé qué estudiar”: las nuevas herramientas para ayudar a los adolescentes que no encuentran una vocación
Por la ansiedad, la diversidad de carreras y la falta de autoconocimiento, les cuesta decidir; especialistas explican cómo acompañarlos
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La escena se repite. Un adolescente de 17 o 18 años llega a una reunión con familiares o amigos y aparece la pregunta infaltable: “¿Qué vas a estudiar cuando terminés la escuela?” La respuesta, en muchísimos casos, también es la misma: “No sé”.
“En la Argentina un porcentaje significativo de chicos no continúan en la misma carrera luego de un año de su ingreso. El 21,6% se encontraban inscriptos en otra oferta académica uno o dos años después de la inscripción original, según un informe de 2018/2019 del Departamento de Información Universitaria [dependiente del Ministerio de Educación nacional]. Esos datos son importantes porque aportan una nueva mirada sobre el comportamiento de los estudiantes durante los primeros años de su trayectoria universitaria. Se observa que el cambio de carrera es un comportamiento frecuente, y que esto no implica la deserción educativa”, destaca Alejandra Amado, psicóloga y directora de Cenint, un centro interdisciplinario integrado por psicólogos, psicopedagogas y psiquiatras.
Por su parte, Camila Bonasso, psicóloga y cofundadora de Convocatio, proyecto que combina la psicología y el coaching ontológico, destaca que una de las características comunes entre los jóvenes de esta época es la ansiedad. “Buscan respuestas inmediatas, no toleran las esperas. Ellos tienen diversas pasiones e intereses, y se encuentran ante el desafío de la elección de una carrera. Pero trabajando las motivaciones de cada joven ellos logran transformar la ansiedad en combustible, conectarse así con su presente y vencer la ansiedad frente al futuro”, resume.
Bonasso señala, además, que algunos adolescentes tienen falta de motivación. “Durante el colegio se suelen identificar a través de un grupo y muchas veces no hacen contacto con su propia individualidad, ni con aquello que son y quieren aportar al mundo. Por eso, desde nuestra propuesta hacemos mucho foco en que conecten con sus propios dones y talentos para ser auténticos. A lo largo de todo el proceso, son desafiados a ser los protagonistas de los encuentros, buscando propuestas y soluciones activas, e involucrándose en cada etapa”, explica.
La directora de Cenint remarca que muchos chicos no saben cómo seguir después de la escuela secundaria porque están confundidos entre la gran variedad de propuestas y porque se desconocen a sí mismos. “Eligen carreras en función de lo que desean sus amigos o ciertos mandatos familiares. Otros no contemplan su plan de vida o simplifican la decisión enfocados solo en su posible resultado económico. Los menos tienen pistas bastante claras de por dónde desean desarrollarse, dado que son más conscientes de sus talentos, habilidades y personalidad; y cursan su secundario sin tantas inquietudes o ansiedades”, detalla.
Test, ¿sí o no?
Ante el fenómeno de la indecisión entran en escena los tests vocacionales. Una búsqueda rápida por internet arrojará muchas propuestas para hacerlos online y algunos, incluso, son gratuitos. Pero ¿son efectivos?
Según explica Amado, aún está muy arraigado el test vocacional. “Muchos me piden una consulta pensando que harán un test y les dará todas las respuestas que necesitan. Pero esta modalidad corresponde al paradigma psicotécnico del pasado, donde el candidato no era protagonista de su proceso. Esperaban que el orientador le dijera qué carrera seguir o cuál es la más adecuada según sus intereses”, aclara.
La especialista agrega que este tipo de tests pueden dar una respuesta rápida, concreta, pero muchas veces confunden más al consultante. “Utilizar los tests de manera aislada no ayuda a indagar sobre sí mismo o sobre sus intereses. Además, no brindan el cómo y dónde estudiar, solo brindan el qué estudiar, pero no responden a sus inquietudes personales, ni al contexto individual”, comenta.
¿Qué abarca entonces la orientación vocacional? Mariel Lamelas, psicopedagoga, señala que es una práctica de prevención y promoción de la salud, un espacio en el que se invita a la persona a reflexionar sobre su pasado, sus intereses y la construcción de un proyecto futuro –educativo y laboral– que implica no solo la reflexión sobre un proyecto personal, sino como sujeto en su comunidad.
“Han surgido muchas nuevas carreras ligadas a lo científico-tecnológico y aparece un mayor interés en ellas que antes. Se abrió un nuevo abanico de posibilidades dentro de las carreras tradicionales, especialidades y subespecialidades, y aparecieron nuevas carreras cortas. La oferta es muy amplia y variada, por eso hay chicos totalmente desorientados, pero otros tienen dudas entre dos o tres carreras”, reconoce.
Redescubrirse
Así, la tarea de los orientadores hoy es realizar procesos de acompañamiento para ayudar a los jóvenes, y también a adultos, en la toma de una decisión. Las ofertas y los precios de las sesiones y programas son variados; incluso, los honorarios de algunos especialistas son cubiertos por obras sociales y prepagas, mientras que otros asesoran sin costo en hospitales públicos.
Camila, de 17 años, es una de las estudiantes que ingresó a uno de estos cursos para encontrar qué carrera seguir. “En mi caso estoy orientada sobre lo que me gusta pero no tengo una carrera en particular. Me gustan mucho las vinculadas a las ciencias exactas como tecnología, economía y matemática. Hace un tiempo que estoy en un curso con una psicóloga sobre orientación vocacional, que me ayuda a direccionar un poco. Aunque no sé si me ayudará a encontrar ‘la’ carrera”, señala.
En otros casos se ofrecen propuestas integrales con especialistas en salud y en educación, para poder orientar al interesado. Además, hay opciones para aquellos que prefieren encuentros virtuales y otras para los que buscan reuniones presenciales.
Ángeles Rijana, oftalmóloga, de 47 años, tiene dos hijas, Agustina, de 22, y Carolina, de 17. Sobre esta última dice: “Ella no sabe todavía qué quiere estudiar, pero está orientada a comunicación, a letras, y a filosofía. Fue a un curso de orientación vocacional y vamos a ir a varias facultades. Aunque ya terminó el curso, todavía no nos llegó la devolución, pero creo que lo único que hizo fue corroborar lo que ella venía pensando”.
“Los procesos de orientación vocacional cuentan con un número limitado de sesiones que se pueden extender si el consultante las requiere”, aclara Lamelas, al hablar de su propuesta.
Desde Cenint proponen un curso online, que puede ser individual o grupal. Se trata de ocho encuentros virtuales de 90 minutos, una vez por semana. “Al finalizar el curso le ofrecemos de regalo tres consultas gratuitas de 20 minutos para despejar dudas que le hayan quedado”, agrega Amado.
En Convocatio ofrecen sesiones individuales o grupales y suelen ser de 8 a 10 encuentros de una hora como máximo. “Hacemos un recorrido junto al joven desde el ‘quién soy’. Analizamos su personalidad, intereses, habilidades y motivaciones aplicando distintas técnicas de psicología y coaching ontológico, para ir descubriendo ‘quién quiero ser’”, sostiene Bonasso.
Antes de concluir, la directora de Cenint insiste en que la clave es que el consultante sea protagonista proactivo y comprometido en el camino hasta su elección. “Es él o ella quien mejor sabe lo que le gusta, lo que quiere para su vida, qué tipo de información necesita. No hay nadie que, desde afuera, con un test, pueda saber más sobre ellos de lo que podría llegar a conocer mediante un proceso de autoconocimiento”, dice.
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