No podía validar su identidad en Mi Argentina por la falta de un ojo y logró hacerlo con uno de cartón: “Me indignó mucho”
Pablo Feighelstein recortó de una revista el ojo de Mike Wazowski de Monsters Inc., lo puso sobre su parche y logró engañar al sistema; “Funcionó en el primer intento”, contó a LA NACION
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Durante la etapa más dura de la pandemia era obligatorio tener una autorización para poder circular en la vía pública. Este permiso se tramitaba a través de la aplicación Mi Argentina, y requería validar la identidad con el teléfono, pero algunos tuvieron dificultades para obtenerlo. Pablo Feighelstein, de 67 años, se encontró rápidamente con que no podía realizar ese proceso. ¿El motivo? Perdió un ojo a raíz de una enfermedad y el sistema no aceptaba que su rostro, con parche, era real. Así que a modo de prueba decidió pegarse un ojo de cartón: quería ver qué pasaba. Lo grave es que de esa manera sí consiguió darse de alta en el sistema.
Feighelstein tiene 67 años, es psicólogo y abogado, y vive en Río Tercero, Córdoba. A fines del año pasado comenzó a planear unas vacaciones familiares en motorhome con destino a Puerto Madryn. Toda la familia siguió las normas y solicitó el permiso de circulación a través de la aplicación Mi Argentina. Nadie tuvo mayores problemas con la app excepto él, que no logró validar su identidad a través del sistema de reconocimiento facial; sabía que el motivo era que tenía un parche en el ojo. “No era la primera vez que me sucedía, así que no me sorprendió, pero si me preocupó, porque no podía sacar la autorización para circular libremente y eso me indignó mucho”, le dijo a LA NACION.
La fecha de partida se aproximaba y el cordobés aún no tenía la documentación. Además, tampoco podía comunicarse con alguien de Mi Argentina que pudiera ayudarlo. Fue entonces que decidió probar algo -un poco en broma y un poco en serio- para ver si podía engañar al sistema. “Busqué las revistas de los chicos que estaban guardadas en una caja debajo de la escalera y encontré un ojo, que después supe que era de Monster Inc, para ponerlo sobre el parche. Mi esposa se reía y decía que mi idea iba a fallar, pero yo por instinto decidí probar”, contó Pablo. Y la verdad es que se llevó toda una sorpresa: “Funcionó en el primer intento y pude validar mi identidad”, contó aún sorprendido.
Lo más grave fue que con un ojo de pasar logró “pasar por encima” los sistemas de seguridad de la aplicación, lo que dejó en evidencia sus limitaciones y debilidades. “Soy una persona grande y me costó adecuarme a la tecnología, y hoy me doy cuenta de lo fácil que fue convertirme en hacker, realmente no esperaba que fuera tan fácil”, explicó y en la misma línea agregó: “Pasé de la indignación a la sorpresa, y después a la risa, porque entendí lo débil que era el sistema”.
El psicólogo remarcó que su intención es que alguien haga algo al respecto, no solo por las limitaciones del sistema, sino también por la falta de canales disponibles para comunicarse con algún tipo de soporte técnico de la app para pedir ayuda. “La cuestión es la exposición sin ningún respaldo, porque era la única vía que me daba el Estado para, en mi caso, poder irme de vacaciones”, sostuvo Pablo. A su vez, sumó: “Tiene un sistema falible, que seguramente costó mucho dinero y no abre una opción para pedir ayuda. Es bastante contradictorio, porque nadie hace nada con respecto a esto, pero a la vez un perro no puede ingresar al país porque no está vacunado”, dijo en referencia a Coco, el can que quedó en cuarentena en Ezeiza por tener la vacuna antirrábica vencida.
El informático Maximiliano Firtman ya había alertado en 2019 en una columna en LA NACION (antes de la pandemia), que la app Mi Argentina se negaba a validar su rostro, sin dar mayores motivos; en ese caso, para tener la versión digital del DNI y de la licencia de conducir.
Una forma de discriminación
En el caso de Pablo, la problemática no pasa solo por la complicación para cumplir con una reglamentación decretada por el Estado nacional, ni tampoco por su preocupación por lo desprotegidos que están los datos personales de los usuarios con el reconocimiento facial como medida de seguridad, sino también por la discriminación que sufrió al acceder a un sistema que no estaba preparado para registrar el rostro de personas a las que les falta un ojo -como es su caso- o tengan otras discapacidades.
Cuando tenía 15 años, a Pablo lo operaron de un cáncer del tejido reticular del parpado superior derecho y, en esa intervención, perdió el ojo. Si bien logró curarse y salir adelante, a sus 67 años volvió a enfrentar una imposibilidad debido a su condición. “El concepto inclusión es una palabrita suelta en un diccionario de conveniencia política y punto. Puedo entender que los sistemas tengan fallas, pero deberían dejar abiertas vías de comunicación. La realidad es que no tenemos alternativas y considero que no hace falta haber perdido un ojo para pedir ayuda”, cerró.
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