Ariel Rotondo implementó un innovador sistema escolar basado en proyectos, logros y trabajo en equipo que mejoró la educación en Santa Teresa
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En diciembre de 2017, durante el acto de fin de año del Instituto Superior Estrada -ubicado en Santa Teresa, provincia de Santa Fe-, el director del colegio nombró a los estudiantes que en ese momento terminaban la secundaria. Por primera vez también mencionó, uno por uno, a todos los compañeros que habían abandonado la escuela en el camino.
“Ver los ojos llorosos de muchos chicos que en ese momento se daban cuenta de que en cinco años habían perdido a más de la mitad de sus compañeros fue algo que nos movilizó y marcó mucho en la escuela”, dijo a LA NACION Ariel Rotondo, director del establecimiento desde 2010.
Rotondo conoce el abandono escolar de primera mano: él mismo dejó de estudiar en cuarto año después de pasarla muy mal en un colegio de Buenos Aires donde, contó, lo discriminaban por ser del interior. Esa vivencia lo marcó para siempre y se convertiría en uno de los motores fundamentales para generar un cambio en su comunidad.
“Esa mala experiencia fue la que me hizo comenzar a pensar que yo no podía aceptar que los chicos abandonaran, tenía que hacer algo para que no repitieran, para que todos fueran a la escuela y terminaran. Cuando me convertí en director eso estaba en mi cabeza y me puse a pensar cómo hacerlo posible, especialmente porque en el pueblo solo terminaban 4 de cada 10 chicos que ingresaban a la escuela. La mayoría repetía en el segundo o tercer año y otra gran parte abandonaba en el primer año”, dijo Rotondo.
Durante cinco años estudió las trayectorias educativas de cada uno de los alumnos y a mediados de 2015, ya conociendo en profundidad a los cerca de 150 chicos que asistían al colegio, propuso hacer un cambio en el formato escolar que rompía con el paradigma que habitualmente se tiene de lo que es una escuela.
“Propuse terminar con las pruebas escritas, las clases magistrales y las calificaciones tal como las conocíamos y empezar a trabajar en equipo con un sistema de avance basado en los logros de los estudiantes. Empezamos a pensar que cada chico era una escuela en sí misma y que teníamos que estar atentos a las trayectoria de cada una de ellas”, explicó Rotondo.
En el Instituto Superior Estrada los chicos trabajan en distintos “módulos para el aprendizaje”, espacios donde trabajan en equipo y por proyectos relacionados con ciertas materias y contenidos -divididos en contenidos básicos, que permiten seguir aprendiendo, y contenidos importantes, que se aplican en los proyectos-. La forma de calificar el trabajo es a través de cuatro niveles de logro: en el primero, los estudiantes necesitan ayuda para alcanzar los objetivos; en el segundo, los alcanzan gracias al acompañamiento de otro; en el tercero, pueden solos y, en el cuarto, además de alcanzar solos los objetivos, ayudan a los demás a hacerlo. Según Rotondo, este sistema hace que el trabajo en equipo retroalimente el proceso de aprendizaje y es desde donde surgen las calificaciones.
Santa Teresa está en el sur de la provincia de Santa Fe, a 55 kilómetros de Rosario, y en él viven cerca de 3200 personas. “El Estrada” es la única escuela secundaria del lugar y sus niveles de deserción escolar preocupaban a los locales, hasta que el trabajo de Rotondo y su equipo empezó a dar frutos: “En un primer momento fue disminuyendo la cantidad de chicos que abandonaba, después la cantidad que repetían y antes de la pandemia ya habíamos logrado que ningún chico repitiera y que todos terminaran”, aseguró el director.
Mientras unos 600.000 estudiantes argentinos de todo el país nunca regresaron a la escuela tras la pandemia, en el instituto que dirige Rotondo no tuvieron abandonos escolares, aunque reconocieron que los niveles de desempeño disminuyeron producto de la cantidad de alumnos que continúan estudiando. “Hay que tener en cuenta que no es lo mismo que quede el 40% a que quede prácticamente el 100%. Después del proceso de retención y cuidado de las trayectorias educativas es normal que haya algunas bajas”, explicó Rotondo.
A pesar de los números positivos, el directivo no cree que sean la mejor escuela, pero está seguro de que han desarrollado un modelo de aprendizaje transparente, con un liderazgo muy distribuido que permite enfocar en cada uno de los estudiantes, cuidar sus trayectorias y poder tener un crecimiento académico aceptable.
“Nuestro objetivo principal es que todos los chicos estén en la escuela, que aprendan a su ritmo y puedan ser felices y disfrutar del lugar y del momento en el que están”, dijo.
“El docente es el que genera los cambios en el mundo”
El camino de Rotondo no fue sencillo. Nació en Máximo Paz, un pueblo vecino a Santa Teresa. Su padre era mecánico y su madre era costurera. De ellos, dice, observó y aprendió la autodidáctica que lo guió durante su camino como docente.
“Después de abandonar la escuela estuve 14 años dedicándome a otras cosas, principalmente ayudando a mi padre con la mecánica, hasta que gané un dinero en la quiniela y me compré una computadora. Ahí empecé a usar la informática y en los años 90, cuando contrataban gente para dar clases especiales, empecé con la docencia. Enseñaba informática en la escuela primaria de Máximo Paz. Entonces mis compañeros docentes me insistieron tanto para que terminara el secundario que me fui a Santa Teresa a hacerlo. Ahí terminé la secundaria y empecé a dar clases en la misma escuela donde ahora soy director”, contó. Luego, le interesó tanto la educación que siguió estudiando e hizo una tecnicatura en administración de empresas, cursos de dirección y capacitaciones pedagógicas.
Su gran inspiración fue el modelo educativo finlandés y las escuelas jesuitas de Barcelona, nichos mundiales de innovación educativa. “Dije: si es posible hacer cambios en otros lados, ¿por qué acá no? Más allá de qué transformaciones hicieron, me inspiraba pensar que se podían cambiar algunas cosas”, dijo.
Para Rotondo, las claves para superar la gran crisis educativa que atraviesa el país, sobre todo a partir de la pandemia de Covid-19 que obligó a cerrar las aulas durante mucho tiempo, son varias. En primer lugar, dijo: “Necesitamos entender la importancia, la relevancia, que tienen los docentes dentro del sistema educativo. El docente es imprescindible en el proceso de aprendizaje porque es el que genera los cambios en el mundo”.
Por otro lado, aseguró que es esencial conocer el sistema educativo argentino para entender hasta dónde se puede llegar. “Conocernos y apreciar el extraordinario valor de nuestros docentes nos va a permitir salir adelante de los problemas que tenemos en educación. Si congeniamos esto y agregamos el valor de la familia como verdadero responsable de la escolarización de los estudiantes podemos lograr cambios en la Argentina”, sostuvo.
Rotondo dice que lo que más lo gratifica de ser docente es algo que no se puede describir muy bien con palabras, y sin embargo, lo intenta: “Tiene que ver con tener la posibilidad de hacer algo para cambiar las cosas, para mejorar, para darle sentido a existir, a ser, a estar”. Y cree, sobre todo, en la función del docente como alguien “que construye puentes hacia el futuro”.
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