“No parecés anoréxico”: el nuevo tipo de trastorno de alimentación que inquieta a los especialistas
En los Estados Unidos, crece el diagnóstico de un desorden, que a diferencia de los tradicionales, no necesariamente se vincula con un peso bajo
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NUEVA YORK.- Sharon Maxwell pasó gran parte de su vida tratando de adelgazar. Su familia la puso a dieta por primera vez a los 10 años. Los sábados bien temprano a la mañana, su madre la llevaba en auto a las reuniones de Weight Watchers, un grupo de autoayuda de control de peso. A pesar de su temprana edad, Sharon hacía todo lo posible por llevar registro de las calorías de sus comidas, pero los números de la balanza se negaban a bajar. Así fue como decidió comer prácticamente cualquier cosa los viernes, y tomar los laxantes que había en el botiquín del baño de su casa para cumplir con la balanza en la reunión del sábado.
El tema de la comida siempre había sido delicado en el hogar de Sharon. Sus padres también eran grandes de cuerpo y se ponían a dieta con frecuencia. Además, eran miembros de una megaiglesia fundamentalista bautista, donde la gula es un pecado. Comer en el hogar de los Maxwell era un laberinto de reglas y restricciones. Una vez, Sharon vio cómo su madre perdía 35 kilos en seis meses, comiendo poco más que jugo de zanahoria —la piel se le puso anaranjada durante un tiempo—, y su padre solía fanatizarse con cualquier dieta nueva y tiraba drásticamente a la basura todo lo que había en la alacena. Sharon creció con miedo a estar comiendo de más. Y empezó a comer a escondidas, a dar pequeños mordiscos y después escupirlos. Escondía comida detrás de los libros, en sus bolsillos, debajo de la cama, y entre la ropa prolijamente doblada en los cajones.
Hacia el final de la adolescencia, el tema de la comida la empezó a estresar cada vez más. No pensaba en otra cosa y todo giraba en torno a lo mismo: si comía o no comía, cuántas calorías consumía y cuántas quemaba, el tamaño de su cuerpo, y sobre todo, lo que los demás pensaban de eso. Probó todas las dietas habidas y por haber, hasta una basada en referencias bíblicas. También probó ser vegetariana, vegana y con la paleodieta, tomó hormonas que supuestamente reducían el apetito, y durante los periodos de ayuno religioso estricto de su iglesia, Sharon llevaba la práctica al extremo, tomando solo agua durante días.
Durante todos esos años de dietas y privaciones, Sharon sufría misteriosos problemas de salud: a los 16 años, se le retiró el periodo y nunca más volvió, tenía frío todo el tiempo, mareos y desvanecimientos en clase, y el cabello se le caía a mechones. Y cuando iba al médico, el profesional se mostraba complacido por su pérdida de peso y le decía que lo demás no tenía importancia. “Si el número de la balanza bajaba, sin importar cómo fuera, todos me aplaudían.”
El diagnóstico
Hasta que hace cuatro años, cuando tenía 25 y fue a realizarse el examen anual que le exigen por ser docente de escuela secundaria, la médica, en este caso una osteópata, le empezó a hacer preguntas inusuales. Le dijo que tenía niveles de hierro y electrolitos anormalmente bajos, y le preguntó qué comía y cómo era su relación con la comida. ¿Se estaba privando de comer? ¿Vomitaba a propósito? “Eran las cosas que había escondido toda mi vida, de mi familia, de mis amigos y de mis médicos”, dice Sharon.
El diagnóstico tentativo de la médica fue que Sharon tenía un desorden alimenticio y le recomendó tratarlo de inmediato. A Sharon finalmente le diagnosticaron anorexia nerviosa atípica, un desorden alimenticio poco conocido pero cada vez más frecuente que comparte todos los síntomas de la anorexia nerviosa, menos la delgadez extrema… Y hay casi tantas personas que sufren una enfermedad como la otra.
Sharon no lo podía creer. Siempre había asociado los desórdenes alimenticios con las personas delgadas. “Me reí a carcajadas”, recuerda Sharon. Le dije a la médica que estaba loca, que yo lo que tenía era un problema de autocontrol.”
Durante siglos, el trastorno alimentario que luego se conocería como anorexia nerviosa desconcertó a la comunidad médica, que no lograba de comprender o incluso definir esa patología que hacía que las personas se privaran deliberadamente de alimentos. A lo largo de los siglos XIX y XX, con el aumento de casos, la anorexia era considerada un trastorno puramente psicológico, similar a la histeria. Sir William Withey Gull, el médico inglés que acuñó el término “anorexia nerviosa” a fines del siglo XIX, la clasificó como una “perversión del yo”. A mediados del siglo XX, surgieron explicaciones psicoanalíticas que apuntaban a la disfunción sexual y del desarrollo y, más tarde, a disfuncionalidades familiares. Desde hace un tiempo, la medicina considera que la anorexia puede ser el producto de una constelación de factores psicológicos, sociales, genéticos, neurológicos y biológicos.
Desde 1952, cuando la anorexia nerviosa se convirtió en el primer trastorno relacionado con la alimentación incluido en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación de Psiquiatría de Estados Unidos, los criterios que definen la enfermedad también han cambiado. Y la edición de 2013 incluyó un nuevo diagnóstico, la “anorexia nerviosa atípica”, después de que los servicios de salud advirtieran que cada vez eran más los pacientes que iban al médico con todos los síntomas de la anorexia nerviosa excepto uno: no tenían un peso significativamente bajo. Los médicos señalan que las personas con anorexia “atípica” sufren los mismos síntomas mentales y físicos que las personas con anorexia nerviosa, incluso problemas cardíacos desequilibrios electrolíticos que ponen en riesgo sus vidas. Esas personas restringen drásticamente la ingesta de calorías, están obsesionadas con la comida, el comer y la imagen corporal, y ven su peso como algo indisolublemente ligado a su valor como personas. Suelen saltearse comidas, comen a escondidas, adoptan complicadas reglas sobre qué alimentos pueden consumir y desarrollan hábitos anormales, como masticar y escupir la comida. Otros hacen ejercicio hasta el agotamiento, abusan de los laxantes o vomitan la comida. Pero a diferencia de las personas diagnosticadas con anorexia, las personas con anorexia atípica pueden perder cantidades significativas de peso y seguir teniendo un tamaño corporal mediano o grande. Otros, debido al metabolismo de su cuerpo, apenas pierden algunos kilos. Para el mundo exterior, siguen teniendo “sobrepeso”.
Poco estudiada
A partir de mediados de la década de 2000, la cantidad de personas que acuden a la medicina con este trastorno aumentó considerablemente. Lo que no se sabe es si hay más personas que desarrollan anorexia atípica, si son más las que buscan tratamiento, o si ahora hay más médicos que reconocen el trastorno, pero actualmente las personas con anorexia atípica representan casi la mitad de todos los pacientes internados en clínicas de trastornos alimentarios. Los estudios sugieren que hay tantas personas que a lo largo de sus vidas desarrollan anorexia atípica como personas con anorexia tradicional. Una de las estimaciones más altas sugiere que hasta el 4,9% de la población femenina de Estados Unidos tendría ese trastorno. Entre los niños el número es más bajo, de alrededor del 1,2%, y entre los hombres es probable que sea aún más bajo, aunque existe poca investigación al respecto. Pero en el caso de las personas no binarias, ese número se dispara hasta el 7,5%.
A pesar de su incidencia, la anorexia atípica sigue siendo poco diagnosticada y poco estudiada, y de hecho muchos médicos clínicos nunca han oído hablar de ese trastorno. “Para el ojo inexperto, la problemática de algunas personas que tienen un peso corporal normal o que tienen sobrepeso pueden resultar desconcertantes”, dice Karlee McGlone, gerenta de admisiones y difusión de Centro de Trastornos de la Alimentación de la Universidad de California en San Diego. “Para los médicos no especializados sigue siendo toda una sorpresa.”
Y los pacientes en general también ignoran la existencia de la anorexia atípica. “La mayoría de las personas con cuerpos voluminosos se sorprenden o se ríen al escuchar que tienen anorexia”, dice Rachel Millner, psicóloga especializada en trastornos alimentarios de personas grandes de cuerpo. “Nunca nadie les dijo que era posible tener sobrepeso y anorexia al mismo tiempo, y están convencidos de que su problema es la gordura.”
Para facilitar que las personas con anorexia atípica sean examinadas, tratadas y que su tratamiento sea incluido en la cobertura médica de los servicios de salud, en el campo de la medicina hay un fuerte movimiento para fusionar las categorías de anorexia y anorexia atípica en una sola, para dejar de verlas como enfermedades separadas y que la anorexia deje de ser prácticamente un sinónimo de flacura.
Por Kate Siber
(Traducción de Jaime Arrambide)