
No le creyeron a un amigo del acusado por el caso Prats
Pidieron acusarlo por falso testimonio.
Con su cuarto de hora de fama como primer bailarían de revista lejos en el tiempo, allá en la década del 70, el bailarín Hugo Zambelli convirtió en una intrincada y casi incomprensible coreografía su declaración de ayer como testigo en el juicio oral por el asesinato del general chileno Carlos Prats y de su esposa, Sofía Cuthbert.
Su testimonio era vital para el único acusado por ese crimen, el supuesto ex agente de inteligencia chileno Enrique Arancibia Clavel: su defensa intenta probar que él no estuvo en Buenos Aires el 30 de septiembre de 1974, día del atentado contra el militar antipinochetista.
Pero las contradicciones al precisar cuándo conoció al acusado respecto de sus anteriores declaraciones fueron el peor de los pasos para quien solía figurar en los programas como Adrián Zambelli.
Tanto fue así que la fiscalía y los querellantes pidieron que el tribunal remitiera actuaciones a la justicia de instrucción para que se investigue si el bailarín mintió en el juicio o en la etapa judicial previa.
Las fechas no coinciden
Zambelli hizo su debut como primer bailarín, el 22 de abril de 1974, en la "Revista de oro", que juntó en el teatro Astros a Susana Giménez, Jorge Porcel y Nélida Roca. Su coreografo declaró que tras esa obra conoció a Arancibia.
Pero contra todo lo esperado, Zambelli deshizo todo lo que afirmó en sus cuatro declaraciones anteriores. Ayer aseguró que conoció a Arancibia el 27 de mayo de 1975, cuando éste se presentó como Juan, un corresponsal de la revista Paris Match, le dijo que admiró su trabajo en el musical "Hair" -de 1972- y lo invitó a tomar un café.
El bailarín dijo que recordaba la fecha porque exactamente "tres años después" murió su madre. Más tarde, ante la impaciencia de la jueza María del Carmen Roqueta, se rectificó: esa muerte fue en 1981.
Al declarar en la instrucción, Zambelli dijo que había conocido a Arancibia en 1974 y que el 27 de mayo del año siguiente comenzaron a vivir juntos en el 11º B de Virrey Loreto 1710, en Belgrano.
Había coincidencia en que tras un primer acercamiento en el que el bailarín -con incipientes aires de divo- evitó el contacto al anotarle mal adrede su número telefónico, hubo un reencuentro casual, meses después, del que "nació una amistad" que terminó con los dos compartiendo techo durante años.
Pero esta vez afirmó que el episodio se produjo exactamente un año después. Entonces comenzaron las advertenciasdel tribunal y los cambios de rumbo del bailarín.
Zambelli marcó como punto de inflexión de su relación sentimental con Arancibia aquel día de 1978 en que terminó con los ojos vendados, cacheteado y en una dependencia policial, cuando "su amigo" fue detenido por espionaje.
Justificó las contradicciones de su primera declaración, de ese año, con su estado de crisis ante lo inesperado. Para la segunda, de 1989, usó como explicación el maltrato judicial. Pero no supo qué decir sobre la tercera y la cuarta.
"No sé por qué aparecen esas fechas, le doy mi palabra de honor que a Arancibia lo conocí en el 75. Señorita, le juro desde el fondo de mi corazón que sé que es como lo conté acá. Yo hice esta carrera (de bailarín) para salir en los diarios como artista, no como testigo de esto", le dijo a la jueza casi al final, cuando ya casi nadie le creía.