En medio de las negociaciones que se realizan en la COP16, LA NACIÓN consultó a especialistas sobre las principales amenazas a la biodiversidad
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CALI, Colombia.– En esta ciudad, todo parece vivirse con cierto caos: el tránsito –los motociclistas temerarios que zigzaguean entre los autos y los colectivos–; las filas para entrar a un restaurante o, incluso, a los locales para bailar salsa, el corazón anímico de los caleños; los hoteles atiborrados de huéspedes de diferentes países, y los medios de comunicación internacionales, nacionales y distritales que anuncian que aquí, hay un “evento histórico”.
Y razón tienen: desde el 21 pasado hasta el 2 próximo, 196 países y bloques, más ONG, pueblos indígenas y afrodescendientes, entre otros, participan de la Conferencia de las Partes sobre Biodiversidad, más conocida por sus siglas en inglés acompañado de su número de edición, COP16.
Este es un encuentro bianual, o mejor dicho, un espacio de discusión y de búsqueda de consenso para lograr, como reza el llamado desesperado que atraviesa toda la conferencia, “la paz con la naturaleza”.
El pacto, si se alcanza por unanimidad, se centrará en tres ejes principales, que ahora se debaten a contrarreloj: la actualización de las hojas de ruta de cada país para preservar y restaurar en sus territorios la biodiversidad; el establecimiento de un dispositivo de reparto justo y equitativo de los recursos genéticos de flora y fauna del mundo –un insumo que es central en, por ejemplo, la industria farmacéutica y cosmética para desarrollar sus productos–, y el financiamiento, el gran protagonista de las negociaciones.
Ese ánimo de debate tiñe los salones y los pasillos del Centro de Eventos Valle del Pacífico, donde funciona la llamada Zona Azul, que congrega a los países y los bloques. Y hasta este espacio llegaron, además de la comitiva oficial de la Argentina, las organizaciones ambientalistas del país. Son los miembros de algunas de esas ONG consultados por LA NACIÓN los que alertan sobre los cinco principales problemas que atraviesa el territorio nacional en materia de biodiversidad y que requieren soluciones urgentes: la deforestación, la nula protección legal nacional de los humedales, la falta de un inventario completo de los glaciares, el escaso establecimiento de áreas marítimas protegidas y la necesidad de mayores regulaciones en zonas propicias para los incendios.
Estos problemas se enmarcan en un escenario regional apabullante: según el reciente informe Planeta Vivo, que elabora la World Wildlife Foundation (WWF), en los últimos 50 años, América Latina y el Caribe es la zona del mundo que más biodiversidad perdió, el 95%.
Bosques, en riesgo
“En los últimos 30 años, la Argentina está entre los 12 países con más deforestación en el mundo”, expone Hernán Giardini, coordinador de la Campaña de Bosques y Biodiversidad de Greenpeace Andino (que incluye además de al país, a Chile y Colombia). Y precisa que esta problemática se profundiza cuando se la hace de manera ilegal: “Si bien tenemos una muy buena Ley de Bosques, tiene algunos problemas de implementación”.
El activista remarca que hay gobiernos provinciales que aprueban resoluciones en sus territorios que van en sentido contrario a la norma nacional y, de este modo, la legislación se flexibiliza.
“La destrucción de los bosques genera impacto negativo en la temperatura local, la posibilidad de inundaciones –son una esponja natural– y la desaparición de especies”, enumera las consecuencias de la deforestación en el ambiente.
Frente a este escenario, Ana Di Pangracio, directora de Biodiversidad de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), reclama una estrategia de ordenamiento territorial a largo plazo: “Esto no quiere decir que todo se va a conservar estrictamente, sino que se establezca qué conservar porque tiene un alto valor para la biodiversidad; qué se puede usar sosteniblemente, pero bajo qué condiciones para que no se altere la integridad ecológica del ecosistema y qué no se va a poder hacer en esas áreas”.
Hernán Casañas, director ejecutivo de Aves Argentinas, suma, además de la deforestación en, por ejemplo, Chaco (“Es dramática”, plantea), la transformación de los pastizales naturales como consecuencia de la agricultura y la ganadería: “En el caso de Corrientes, el gran problema es la forestación con especies exóticas. La visión es que un bosque es algo bueno, pero estos bosques implantados están destruyendo ambientes naturales. Las aves más amenazadas están en pastizales y al transformarse esos espacios causan su desaparición”.
Humedales y glaciares
“Los humedales son los ecosistemas que más retroceden en el mundo: desparecen más rápido que los bosques”, advierte Di Pangracio. Estos espacios, como explica la abogada especializada en derecho ambiental, están amenazados por el avance de la agricultura y la ganadería a gran escala, la minería, los incendios intencionales, y los desarrollos inmobiliarios. Por eso, reclama la sanción de una ley nacional que los proteja. Una iniciativa que naufragó durante años, a pesar de los proyectos que se presentaron en el Congreso.
Giardini considera que estas áreas son vitales no solo por su biodiversidad, sino también porque son reservas de agua dulce.
El activista de Greenpeace plantea, además, la protección de los glaciares. Y sobre todo, reclama que el país complete el inventario de estos bloques de hielo: “Tenemos una ley importante al respecto, pero necesita para su correcta implementación que se complete el inventario. Se lo ha hecho en relación con los glaciares que están expuestos, pero falta medir los de escombro, que son los que están dentro de las montañas. El riesgo es que al no estar inventariados los afecte, sobre todo, la actividad minera”.
El drama de los incendios y la protección de los mares
En septiembre pasado, la provincia de Córdoba ardió. Desde julio último a ese mes, el fuego arrasó 70.000 hectáreas. En 2020, el año récord, la devastación alcanzó a 340.000.
El problema genera escozor entre los especialistas. “Es una provincia que ha perdido el 95% de su bosque nativo original. En vez de estar enfocada en restaurar esas zonas, tiene que estar con la atención puesta en gestionar los nuevos incendios”, reflexiona Di Pangracio.
Sofía Heinonen, directora ejecutiva de Rewilding Argentina, indica: “Tenemos que entender que la Argentina es en mayor parte semidesértica y que todo el norte puede sufrir grandes incendios porque nuestros suelos ya no pueden retener agua y tampoco nuestras cuencas. Y los bosques han perdido resiliencia”. Y agrega: “Sin la implementación de la ley general de ambiente y sin los fondos de presupuestos mínimos asignados a bosques, agua o glaciares, hacen muy difícil que las provincias puedan fiscalizar y tener la capacidad de generar manejos activos de largo plazo”.
Pangracio también advierte sobre otro de los grandes incendios que el año pasado vivió el país en la zona del delta del Paraná. Según los datos del Museo de Ciencias Naturales Antonio Scasso de San Nicolás, que releva estos desastres, desde 2020 a 2023, alrededor de 1,2 millones de hectáreas fueron afectadas en esa zona. O para ser más gráficos, el equivalente a 67 veces la superficie de Rosario.
Para la especialista, una manera de reducir los incendios es la regulación: “En el caso del delta del Paraná, deberíamos ponernos de acuerdo todos con que el fuego [utilizado de manera intencional para la limpieza de terrenos dedicados a la agricultura o para expandir la ganadería a gran escala] no se usará más. O solo excepcionalmente cuando se juntó demasiada vegetación y supervisado por la autoridad para que no se descontrole”. Por eso, refuerza, es necesario ese ordenamiento territorial que planteó anteriormente.
La protección de mayores áreas marítimas es otra de las grandes preocupaciones en la Argentina, sobre todo, por el avance de las actividades petroleras offshore. Así lo enuncia Giardini: “De por sí la actividad de exploración de petróleo genera impacto. Especialmente, por las explosiones sísmicas que pueden afectar a grandes mamíferos. Casi diría, también, que es medio imposible que no haya en algún momento un derrame”.
Tras la búsqueda de soluciones
Todos estos problemas, según los especialistas consultados, parecen tener solución. Ya de hecho, la COP16 es un intento en ese sentido a partir del establecimiento de 23 metas ambientales, económicas y sociales, entre otras, que los países deben cumplir.
Heinonen considera que algunas de estas soluciones para la Argentina son: “Un cambio de modelo económico basado en la producción de la naturaleza, es decir, sin pérdida de biodiversidad tanto en el sector productivo como en los consumidores; restaurar los ecosistemas y, sobre todo, hacer un manejo activo con la reintroducción de especies extintas o en bajo número; declarar grandes áreas protegidas en el mar donde no se pesque y revalorizar los ecosistemas completos y funcionales con instrumentos financieros, entre otros”.
La bióloga, que en 2022 fue reconocida por la BBC como una de las 100 mujeres más influyentes en el planeta, llama a un generar un cambio cultural: “Necesitamos hacer una modificación profunda de nuestro comportamiento porque estamos frente a una masiva extinción y un masivo riesgo de pérdida de resiliencia frente a un cambio climático a gran escala”.
En tanto, Casañas señala dos soluciones: las prácticas productivas asociadas a la protección de la biodiversidad y la llegada de “la era de las finanzas verdes”, como por ejemplo, la emisión de bonos de carbono. Este es un mecanismo financiero que busca luchar contra el cambio climático y que reconoce a las actividades productivas sostenibles.
En este sentido, durante la COP16, por ejemplo, el Banco de Desarrollo para América Latina y el Caribe (CAF) anunció un programa de US$300 millones para conservar y restaurar ecosistemas clave de la región, entre los que se encuentran: Chaco, Patagonia y la Antártida.
“No hay producción posible, si no se cuidan los ecosistemas”, aclara Di Pangracio. Y Giardini suma: “Está claro que hay que acomodarse a los ecosistemas y no buscar que estos se acomoden a nuestro modelo de desarrollo”.
Mientras, aquí, 196 países y bloques siguen negociando para alcanzar la tan ansiada “paz con la naturaleza”.
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