“No duran más que unas horas”: la nueva invasión de mosquitos vuelve a desatar el furor por los repelentes
La mayoría de las góndolas donde hace pocas semanas se podían encontrar distintos repelentes y espirales están hoy semivacías
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“Repelente no tenemos; lo que tenemos son mosquitos”, dice entre risas la empleada de un almacén sobre la avenida Monroe, en el barrio de Coghlan, que prefirió no ser identificada. Sentada del otro lado del mostrador, frente a la computadora, la mujer explica un fenómeno que, ante el aumento repentino de los mosquitos que se vio en los últimos días, se repite en gran parte de los comercios y farmacias de la ciudad de Buenos Aires: la mayoría de las góndolas donde hace pocas semanas se podían encontrar distintos repelentes y espirales vuelven hoy a estar semivacías. En algunos de estos locales se pueden encontrar repelentes en crema o en gel, pero en la mayoría no hay stock de aerosoles, ya que –según explican los comerciantes– estos son los preferidos de los clientes.
Así, advierten, actualmente se está repitiendo la la situación que vivieron a principios de abril, hace poco más de un mes, cuando coincidieron la última invasión de mosquitos y el pico de casos de dengue: cada semana llegan a los locales pocos repelentes y se acaban en el mismo día.
“Hace pocos días no había tantas ventas. Los repelentes entraban una vez por semana y duraban varios días. Ahora que volvió a haber muchos mosquitos, entraron el sábado y se acabaron ese mismo día”, cuenta un empleado de un hipermercado de Belgrano R, en la esquina de la avenida Monroe y Conde. Allí, este fin de semana los repelentes de primera marca se vendían a $3525, precio llamativamente menor que al que se vende este mismo producto en la farmacia de enfrente: todavía quedan un par de envases en aerosol y cuestan $7200 cada uno.
“Lejos, lo que más buscan es el spray. También los espirales, pero no estamos consiguiendo. Entre los clientes tenemos de todo: están los que preguntan si tenemos y después, cuando preguntan el precio, se van; también los que preguntan el precio y compran”, detalla la farmacéutica Eugenia Domínguez.
Según explican los comerciantes, los pequeños comercios no tienen la posibilidad de bajar los precios de los repelentes tanto como los supermercados debido a la cantidad de lotes que reciben por parte del distribuidor y el precio al que ellos les venden. De todas formas, según pudo observar LA NACION durante un recorrido por distintos comercios porteños esta mañana, los precios a los que actualmente se venden estos productos son significativamente menores a los de hace un mes. Mientras que en ese entonces se podían encontrar repelentes de primera marca en pequeños comercios a precios entre $8000 y $14.000, hoy se pueden conseguir en locales similares a valores entre $3000 y $8000.
Los más costosos, tanto ahora como antes, son los repelentes en crema para bebés y para niños, que hoy son los más fáciles de conseguir, debido a que su demanda es menor. Los precios de estos productos varían entre $9000 y los $13.719. Los más baratos siguen siendo los repelentes en aerosol de segunda marca, que pueden encontrarse a precios entre los $2900 y los $4000 en algunos comercios. En tanto, los naturales a base de citronella, que también se encuentran disponibles en varios comercios, se venden a precios por encima de los $5000.
¿A qué se debe la nueva falta?
Los comerciantes y farmacéuticos afirman que la nueva falta de repelentes en las góndolas tiene dos motivos principales. El primero, la escasa distribución. “No sabemos cuándo van a entrar. Solíamos recibir todos los martes, jueves y sábados. Pero hoy es martes y no entraron, y no sabemos si el jueves van a entrar”, afirma la vendedora de una farmacia que forma parte de una importante cadena, ubicada sobre la Avenida del Libertador, en el barrio de Núñez.
A este fenómeno se suma el aumento repentino en la demanda, que coincidió con el aumento de mosquitos que se vio en los últimos días en el área metropolotina, tras las lluvias de la semana pasada. “Quien quiera conseguir, tiene que venir el mismo día que llega la carga, porque no duran más que unas horas”, aconseja la misma empleada, quien prefirió resguardar su identidad.
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