“¡No camine por acá sin repelente!”: el barrio que se convirtió en el mayor foco del brote de dengue en la ciudad
En Mataderos, los casos de la infección que transmite el mosquito Aedes aegypti crecen de manera sostenida en las últimas semanas, según el reporte del gobierno porteño; en una recorrida por la zona, LA NACIÓN pudo constatar que las infecciones se multiplican
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“¡No camine por acá sin repelente!”, advierte una voz desde una de las casas sobre Gregorio de Laferrere al 1900, en pleno barrio de Mataderos, donde son pocos los vecinos que no están al tanto de que a la redonda sigue activo el mayor foco del brote de dengue de esta temporada en la ciudad. Basta con empezar a preguntar si conocen algún caso para que se multipliquen las historias manzana tras manzana hacia las avenidas Escalada y Alberdi, para seguir por Murguiondo hacia Villa Lugano.
La Capital es una de las 12 jurisdicciones del país con circulación comunitaria del virus del dengue. Según informó el gobierno porteño al viernes pasado, en Mataderos lo hace “con crecimiento sostenido en las últimas semanas”. Allí, se concentra poco menos de la mitad de las infecciones totales detectadas en el distrito, de acuerdo con el reporte oficial. Otro foco esta temporada está en Villa del Parque, con un avance hacia el resto de los barrios.
Desde el Ministerio de Salud porteño informaron que hay 525 casos entre confirmados y probables en toda la ciudad, comparado con seis en la temporada 2021-2022 y cuatro en la 2020-2021. En la epidemia de 2019-2020, en tanto, hubo unos 7200 casos, lo que superó a la de 2015-2016, con casi 6400 en el distrito. Los últimos datos que actualizó el Ministerio de Salud de la Nación indican que hay 4828 casos de dengue en el país, con más de 11.000 sospechosos en investigación.
Por el almacén de José, en la esquina de Gregorio de Laferrere y Guardia Nacional, antes del mediodía ya pasaron dos vecinos con los mismos síntomas que tiene su esposa, que está en cama, y que tuvieron sus dos hijos, uno después del otro: fiebre, dolor muscular y decaimiento. Los varones no quisieron ir al hospital.
“El único que zafó, por ahora, soy yo”, dice José a LA NACIÓN, mientras un cliente que esperaba para terminar su compra empieza a enumerar con nombres y apodos otros casos que conoce en el barrio. “Mi esposa –continúa el almacenero– se quiso duchar ayer [por el domingo] y estaba tan débil que se sentó enjabonada en la bañera. No podía estar parada. Tuve que ayudarla a salir. Hoy [por el lunes] está un poco mejor. Ahora, la fiebre está más controlada.” Los síntomas empezaron después de pasar unas horas en la terraza con la computadora. “Ahí la debe haber picado un mosquito. Acá, en la cuadra, hay más casos”, comenta José.
Y es así. A media cuadra, Nélida está jugando con su bisnieta del otro lado del portón que da a la calle. Explica que la están cuidando con su esposo porque el padre, que vive enfrente, está ahora con dengue. “A mi nieto, que empezó con síntomas como los que tuvimos nosotros, le salió un sarpullido en el cuerpo y sigue sin saber los resultados [de los análisis que le hicieron].” Hace 15 días, ella sintió un malestar general que nunca había tenido antes y fue al hospital por su cobertura. Le dijeron que podía ser dengue, pero hasta ahora no recibió el resultado de las pruebas de laboratorio.
“En definitiva, no sé qué tuve –dice–. No empecé con fiebre como otros vecinos, pero sí con vómitos, diarrea, dolor en el cuerpo y sentía como si me retumbara un bombo en la cabeza. No sé bien cómo explicarlo, pero me sentía muy mal. Fui primero a tres médicos y no sabían decirme qué podía ser. La guardia del Santojanni [por el hospital que está a 10 minutos de su casa en auto] está llena de casos”, afirma. Al escuchar hablar de dengue, también se acerca su esposo: a diferencia de Nélida, aún no recuperó fuerzas y le gana el decaimiento. “Es un barrio que está complicado”, coinciden.
Reposo
En una casa de por medio, Verónica, de 48 años, está haciendo reposo como le indicaron en el hospital. Su esposo comenta a través de las rejas del garaje que pudo haber contraído la infección también en Chacarita, el barrio donde trabaja y hay otros casos. “Está con dolor en el cuerpo y estuvo con fiebre unos tres días”, dice él. En la clínica donde se atendió por su obra social, confirmaron el diagnóstico de dengue.
Camino a la calle Basualdo, en la esquina con San Pedro, Jorge Bazzán, de 72 años, afirma que ya lleva contados 15 casos en las últimas semanas. “Algunos vecinos íbamos a cortar la calle para llamar la atención por lo que nos está pasando –dice–. Estamos todo el día poniéndonos repelente. En la guardia del Santojanni hay mucha gente por los mismos síntomas y otros van al [hospital] Álvarez.”
En la epidemia de 2019-2020, que se superpuso con la aparición del Covid-19, la zona también fue una de las afectadas. “Es la primera vez que veo algo así en el barrio desde hace tantos años”, considera Bazzán.
Operativo
Equipos de la Subsecretaría de Atención Primaria, Ambulatoria y Comunitaria del Ministerio de Salud porteño y el Instituto Pasteur estuvieron trabajando en el barrio con la Comuna 9, que también incluye a Liniers y Parque Avellaneda. Vecinos relatan que preguntaron si había personas con síntomas, buscaron criaderos de mosquitos y aconsejaron descacharrar. Fumigaron algunas viviendas, lo que actúa sobre la población adulta del Aedes aegypti, el mosquito transmisor de los virus del dengue y la fiebre chikungunya que están circulando en el AMBA. No así para eliminar las crías ni la reproducción peridomiciliaria del vector en los reservorios de agua propicios en la vía pública, las viviendas y otros predios, como clubes sociales o talleres, de esta zona de construcciones bajas.
La de Bazzán es una de las viviendas en las que trabajó uno de los equipos. “Fumigaron en casa y alrededor. Los casos siguen”, agrega.
El interior de cada casa o cada patio, jardín o terraza es un mundo, según coinciden varios de los vecinos, que también apuntan a los vehículos abandonados que hay en la zona, algunos con lonas que acumulan agua si llueve. Lugares como tanques sin tapa, piletas, objetos en desuso, baldes, recipientes, canaletas, descargas de aires acondicionados, floreros, macetas, techos o rejillas también están entre los que hay que revisar o descartar.
En una planta gráfica de Basualdo al 1700, Matías, de 28 años, ya se siente bien. Tuvo fiebre, sarpullido y dolor articular hace tres semanas, según repasa en una pausa del trabajo. “Acá vi que todos estaban con dengue”, dice por la zona.
A la vuelta, a la salida de la Escuela N°19, padres refieren que hay familias que no estuvieron llevando a los chicos porque alguno estaba con dengue. Hubo dos alumnos con la infección y, en estos días, la secretaria de la institución, que es vecina. En el quiosco a metros del establecimiento, sobre Albariño casi esquina San Pedro, Oscar cuenta unos 45 casos que le mencionaron desde hace una semana. “Y hay gente internada”, agrega.
“Recién acabo de comprar sahumerios para los mosquitos y repelente”, dice Teresa Musarra, de 72 años. Atiende a LA NACIÓN a través de las rejas de su casa, que queda justo en la esquina de Araujo y el pasaje Viejo Bueno. “No tuve dengue, pero no quiero tenerlo”, insiste. Cuenta que se comunicó con la línea 147 de la ciudad para pedir que intervengan en dos terrenos sobre la calle Araujo al 1800, al lado del Club Sol del Plata. “Son predios abandonados desde hace años, con pastizales, que pueden ser focos de criaderos de mosquitos a la redonda”, se queja.
Por teléfono, se comunica con Aída, otra vecina de la calle Chascomús entre Corbalán y Araujo. A su sobrino y a su esposo le diagnosticaron dengue. “Mi esposo está haciendo reposo. Ya por suerte no tiene fiebre”, dice la mujer. Hay otras dos personas sobre la calle Corbalán que se están recuperando. “En el pasaje Bermúdez, hay familias completas con dengue”, agrega Musarra.
Silvina Palazzo, una vecina de Liniers que es voluntaria del programa porteño de ayuda a mayores desde la pandemia, saluda apurada. Cae la tarde y acaba de ayudar a una vecina sobre Viejo Bueno a la que asiste. Levanta el celular porque acaba de recibir un mensaje a través de Boti, el chat porteño que funciona vía WhatsApp. “Es un aviso de que hay dengue y fiebre chikungunya en mi barrio”, dice y muestra la pantalla.
Elsa y Carlos, ambos de 75 años, viven a una cuadra de Musarra y tuvieron dengue hace unos 10 días. Ahora, le tocó a su hijo, de 43 años, y a vecinos de enfrente, de la vuelta y otros a una cuadra. El profesional de PAMI que los atendió primero, en el domicilio, les diagnosticó una gastroenteritis con los primeros síntomas y aun cuando le comentaron del brote en la zona. Como Carlos empezó a perder el equilibrio, consultaron en el Instituto Lanari, donde le tomaron una muestra de sangre y la enviaron al hospital Tornú. “No nos dieron el resultado, pero sabemos que es dengue por los síntomas. Llamé varias veces al hospital, pero no atienden. Quisiéramos saber los resultados”, dice Elsa.
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