Nidia Paredes se ríe. Intenta contener la risa al recordar cómo era su casa antes de que se animara a tener si propio emprendimiento: un kiosco-ventana que atiende desde lo que antes era la cocina.
Un ambiente que ahora está completamente transformado. Mientras que la mesada está cubierta con las carameleras y la máquina para cortar fiambres; la heladera hogareña quedó relegada por otras que refrigeran bebidas y lácteos para vender. Ese escenario se repite en otros ambientes: la mesa del comedor se convirtió en una mezcla de góndola con exhibidor, mientras que los otros ambientes funcionan como depósitos.
Oriunda de Paraguarí (una localidad paraguaya ubicada a poco más de 60 kilómetros de Asunción) Nidia migró a Argentina en 1992. Se instaló en Villa Domínico, donde construyó su familia –se casó con Vicente con quien tuvo a su hija Valentina, de 11 años- y forjó su vida laboral: por la mañana trabaja como empleada doméstica y a la tarde toma las riendas de su kiosco, que funciona de lunes a lunes.
Ella es una de las más de 9.000 mujeres que participaron de las capacitaciones para pequeñas comerciantes que Coca-Cola de Argentina lleva adelante en el país con la Unión de Kiosqueros de la República Argentina (UKRA) y Fundación Global, como parte de 5by20, la iniciativa que la Compañía Integral de Bebidas lanzó en 2010 en todo el mundo y que, para finales de 2020, habrá permitido que 5 millones de mujeres desarrollen sus habilidades comerciales y puedan superar las barreras sociales y económicas que enfrentan para potenciar sus emprendimientos.
En los inicios de esta aventura, Nidia alquilaba un espacio a la vuelta de su casa. "Estaba en el kiosco y como no quería cerrar me quedaba ahí. Si era por mí, me pasaba la noche trabajando", recuerda. Pero ese ritmo de vida alarmó a su familia, que le propuso mudar el emprendimiento a su propio hogar: "Este es mi lugar, después de todo. Acá estoy mucho más tranquila", cuenta.
En esa época, su único equipo era una heladera y un pequeño freezer. Pero el proyecto prosperó y rápidamente se convirtió en un polirubro en el que se pueden conseguir desde bebidas y caramelos hasta carbón o cables USB. "Lo que gano en el kiosco no lo gasto: lo invierto todo el tiempo", cuenta Nidia sobre la fórmula para crecer tanto en tan poco tiempo.
Mucho más que un negocio
Para Nidia el kiosco es casi una pasión, una actividad que ocupa todos sus pensamientos. Es su propio proyecto y con él se siente un poco más dueña de su destino. "Me gusta mucho, y no quiero que falte nada, detesto ver un espacio vacío en los estantes. Si vendo un artículo, la próxima vez traigo dos. Mi objetivo es tener todo lo que la gente necesite", resalta.
Ese impulso perfeccionista la motivó también a sumarse a las capacitaciones que la Unión de Kiosqueros de la República Argentina (UKRA): "Nos enseñaron nuestros derechos como kiosqueras, pero también nos orientaron en muchos otros temas. Al comenzar con todo esto yo estaba bastante perdida", reflexiona Nidia. Y agrega: "Estoy contenta con todo lo que logré, pero tengo ganas de seguir creciendo. En el futuro me gustaría poner un supermercado", aventura.
Por lo pronto, su cabeza sigue proyectando nuevas ideas para que el kiosco-ventana cobre una nueva dimensión. Y mientras despide al equipo de Journey, advierte con una sonrisa: "¡Ojo, que la próxima vez que vengan capaz ya agregué productos de verdulería!".
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