“Nico marcó un precedente”: perdió a su hijo en un incidente ferroviario y ahora lucha para que mejore el estado de los trenes
Nicolás Sonnante estaba a punto de bajarse en la estación Florida cuando la puerta del vagón lo golpeó y cayó en un espacio entre la formación y el andén; su madre, Analía Galligani, reclama justicia
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“A mí no me importa si yo me voy a morir o no me voy a morir mañana, no me interesa. No quisiera irme sin ver que se hizo justicia con esto”, afirma Analía Galligani.
Justicia, para ella, que lleva en su brazo derecho tatuado con las frases “Nico 22″ y “Eternamente unidos”, sería que mejoren las condiciones en las que viajan los pasajeros de los trenes o, al menos, que las puertas de las formaciones del Belgrano Norte sean automáticas.
La madrugada del 25 de junio de 2017, su hijo, Nicolás Sonnante, de 17 años, cayó debajo de la formación y murió en el acto. Estaba a punto de bajarse en la estación Florida cuando la puerta del tren lo golpeó y él se precipitó en un espacio que separa el vagón del andén. “[El tren] Se mantiene con un sistema que es ultraprecario, ultrapeligroso y esto es lo que generó la caída de Nicolas”, señala Nicolás Schick, el abogado de la familia.
Hoy, a pocos días de cumplirse seis años de esa noche, el Belgrano Norte, donde viajan cerca de 90.000 personas por día, es el único tren del área metropolitana de Buenos Aires que no tiene puertas automáticas. Así lo confirmó a LA NACIÓN la empresa Ferrovías, que tiene la concesión de la línea desde 1994. Al ser formaciones antiguas, basta con deslizar las puertas para abrirlas, aun cuando el tren está en movimiento. Que las puertas estén cerradas mientras las formaciones avanzan depende de los pasajeros.
Según las estadísticas de la Comisión Nacional de Regulación del Transporte, desde 2005 hasta 2017, hubo 12.776 incidentes. De ese total, la mayoría, un 70,12% fueron pasajeros golpeados o caídos, seguidos por apedreamientos (8,8%) y arrollamientos (4,3%).
“Es un trayecto que él hacía todo el tiempo para ir al Cenard. Es un chico que estaba superacostumbrado a viajar en ese transporte. No solamente lo tomaba todos los días en ese sentido, sino al revés también porque entrenaba en otros gimnasios que estaban para el otro lado”, cuenta su madre.
Fue a los 12 años cuando Nicolás le pidió a su mamá que quería boxear. Ya había probado varios deportes, pero no terminaba por interesarse por ninguno, según recuerda Galligani. “Fue muy meteórico. Al poco tiempo su entrenador me llamó y me dijo que tenía que prepararse, porque que tenía algo, condiciones”.
Para los 14, su cuerpo ya se había transformado y para los 16 había entrado a la selección argentina amateur. A los 17, entrenaba todos los días en el Cenard, muchas veces doble turno, y en distintos gimnasios. Había sido nominado para ser representante de los Juegos Olímpicos de la Juventud de 2018, que se hicieron en la Capital, y para ese año ya tenía su calendario organizado, con peleas hasta en Kazajistán.
“A él le importaba el boxeo y nada más. Pasó a ser su pasión, era su vida”, relata Galligani que, a veces, todavía habla de su hijo en presente. Nicolás soñaba con ser campeón mundial. “Yo de esto voy a hacer mi trabajo, y, obviamente, voy a ser campeón mundial”, decía. “Él lo visualizaba, lo veía. Comía lo que tenía que comer, era muy disciplinado. ‘Si te ordenás en la vida, te vas a ordenar en el ring’, le recomendaba su entrenador y él se lo tomó literal. Esa noche había comido sushi en casa porque en la casa del amigo, a la que iba, iban a comer pizza y él no podía comer por los carbohidratos”, recuerda.
Esa noche, Nicolás salió de su casa y fue a la estación Munro. Hoy, su familia todavía vive a una cuadra y media de allí. “Es una tortura”, cuenta Galligani sobre cada vez que escucha el sonido del tren. En un principio, ella no se quería mudar porque su hijo soñaba con armar la “Villa Sonnante”, prometía que iba a comprar tres manzanas para llevar ahí a toda su familia. “Es muy difícil convivir con eso”, relata. Y agrega: “Estuve tres años con el cuarto de Nico exactamente igual, no podía tocar nada, era como un museo. El placard al día de hoy está igual. Él era muy cuidadoso de sus cosas, entonces a mí me parece como que tocarle sus cosas era faltarle el respeto”.
“A él le cortaron todo. Los sueños de él se fueron a la mierda. Y con los de él se fueron los míos, los de mi marido, los de mi hijo”, dice. Santino, su otro hijo, que tenía 12 años cuando perdió a su hermano, hoy tiene 18. “Todo te hace acordar. Lo ves en el mar, que a ellos les encantaba, y pensás: ‘está solo, no está con el hermano´”.
“A partir de ese día nadie fue igual. Vos nunca más sos la misma persona. Te podes reír y, en algún momento, te sentís culpable de reírte. Yo nunca imaginé tener que estar pasando por una situación así, es algo con lo que tenés que convivir toda tu vida, yo ya estoy marcada, ya no tengo posibilidad alguna de nada. Nunca más tendrás una vida normal. Yo tengo un montón de amigos, de familia, pero nada alcanza”, describe.
Tiempos
La causa por daños y perjuicios contra Ferrovías está casi en la etapa final y según calcula Schick, la sentencia podría estar en dos meses. En medio de los peritajes, a Galligani le descubrieron un nódulo en el pulmón izquierdo y luego, metástasis en los ganglios de mediastino. “¿Qué es lo peor que me puede pasar? Ya me pasó. Miedo a la muerte no le tengo, tengo miedo a que Santino otra vez tenga que sufrir una pérdida”.
A través de una medida cautelar pidieron que se hagan todas las reformas necesarias para que este tipo de incidentes no vuelvan a suceder. Reclamaban, principalmente, que las puertas se abran y cierren automáticamente, como un ascensor, y que se bloquee el espacio entre las formaciones y el andén. Desde la empresa contestaron que a partir del 2019 se llevó a cabo el proceso de puesta en valor de 20 de las 22 estaciones de la línea. “Los andenes ahora están en el mismo nivel que las puertas. Todas tiene cámaras de seguridad, hay un centro de monitoreo. La seguridad siempre estuvo a cargo de la Policía Federal y de la división Belgrano Norte que ponen policías adicionales en todas las estaciones. Dentro de la formación siempre se va con policía desde las 19 hasta las 7, siempre tienen que salir con dos policías”, relataron.
En enero pasado, trascendió el caso de Flavia Cruzado, de 19 años, que iba en una formación del Belgrano Norte cuando, después de que le robaran el celular, cayó en el hueco que se forma entre la formación y el andén de la estación Villa de Mayo y tuvieron que amputarle su pierna derecha hasta la mitad.
“Hay que entender que todo cambiaría si pusieran puertas automáticas. Lo más importante no se hizo”, remarca Galligani y resume su lucha: “Para mi, Nico no tenía que ser uno más, tenía que marcar un precedente y tenía que ser el último”.
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