Necesitamos una escuela que emancipe a los estudiantes
La igualdad de oportunidades educativas es una aspiración y un reclamo compartido por una gran mayoría en esta sociedad, surcada por grietas que tienden a transformarse en verdaderas trincheras. Sabemos también que estamos lejos de haberlo conseguido, y nuestra realidad social es inequitativa: una importante cantidad de factores socio-económicos dificultan el progreso de los más desfavorecidos. Entre los fenómenos más estudiados y consolidados en cuanto a su comportamiento, está el impacto del nivel educativo y su relación con el nivel socioeconómico.
Desde los años 60, los investigadores han atribuido una correlación entre las desventajas educativas de estudiantes de poblaciones vulnerables a una combinación de factores que están "fuera de la escuela". Estos factores se centran en características de las familias como la pobreza y la educación de los padres. Algo que también fue puesto de manifiesto recientemente por el Observatorio Argentinos por la Educación, al mostrar cómo los estudiantes de escuelas primarias provenientes de familias de bajo nivel educativo obtenían peores resultados en sus pruebas de aprendizaje.
En este sentido, se vuelve cada vez más interesante la posibilidad de contar con datos como los que se recogen en los ejercicios anuales de Aprender , o en otras conocidas pruebas como PISA .
A pesar de que todavía haya grupos minoritarios que se oponen a esta práctica desde posturas ideologizadas, se va extendiendo una cultura de la evaluación que permite contar con insumos básicos para cualquier política pública que aspire seriamente a tener impacto en la realidad: necesitamos información precisa para priorizar la acción del estado y llegar antes a quienes más lo necesitan.
La posibilidad de analizar el rendimiento académico de los estudiantes según variables como el nivel socioeconómico, configuración del grupo familiar, y nivel educativo de los padres ha sido una larga tradición en la sociología de la educación desde hace décadas.
Abordar de modo proactivo e integral la relación entre la familia y la escuela permitiría incidir en factores de alto impacto en el rendimiento y la deserción escolar. Centrarse únicamente en una mirada hacia el interior de la escuela puede acentuar el aislacionismo que a veces aqueja a nuestras instituciones.
Una escuela relevante y determinante para el desarrollo sostenible de su entorno debe conocer, sumar y articular a todos los actores sociales, especialmente a los padres y familiares de sus alumnos. Los padres son clave en la educación de sus hijos y las escuelas no pueden privarse de ese factor de alto impacto para asegurar su cometido.
El autor es Decano de la Escuela de Educación de la Universidad Austral
Julio Durand
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