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Cuáles son las seis alertas que amenazan el medio ambiente argentino
Por Nora Bär
Fotos de Rodrigo Néspolo, Anibal Greco, Fabian Marelli, Ricardo Pristupluk y Gentileza Programa Marino, Fundación Vida Silvestre Argentina y Pascua-Lama, Reuters
La gestión de los residuos urbanos, la degradación de los suelos por erosión hídrica y monocultivo, la deforestación del bosque chaqueño, la minería de alta montaña y el descarte de la pesca en el Mar Argentino
Los anuncios se suceden sin cesar y cada noticia supera a la otra: por su desmanejo del medio ambiente, se podría decir de la humanidad lo mismo que la leyenda cuenta sobre Atila, rey de los hunos: que por donde pasaba no volvía a crecer el pasto.
El país no está exento de esta encrucijada que se verifica en todo el globo. Su actividad económica depende fuertemente de los recursos naturales, del mismo modo que la calidad de vida de sus habitantes, pero la tierra, el agua, los bosques y los mares ya exhiben la huella de la sobreexplotación. En este escenario, especialistas consultados por LA NACION destacaron seis puntos álgidos: la gestión de los residuos urbanos, la degradación de los suelos, la deforestación, la contaminación de la cuenca Matanza-Riachuelo, la minería de alta montaña, especialmente en la provincia de San Juan, y el descarte de la pesca en el Mar Argentino.
A juicio de Manuel Jaramillo, director de la Fundación Vida Silvestre Argentina (FVSA), hay dos preocupaciones fundamentales: la conversión de los ambientes naturales, y la producción y consumo de energía.
“Un estudio que realizamos en 2017 sobre la salud de los ecosistemas terrestres pone en evidencia una fuerte tendencia a la disminución de estos servicios –afirma –. Percibimos la presión sobre nuestros recursos a través de los cambios en inundaciones, sequías, olas de calor, desplazamiento de poblaciones, la contaminación del aire y el agua. Estos síntomas no afectarán únicamente a las generaciones futuras; las proyecciones muestran que, a medida que pase el tiempo, van a empeorar.”
Andrés Nápoli, director ejecutivo de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), coincide y agrega que, aunque la conciencia ambiental crece en el mundo, especialmente entre los jóvenes, al mismo tiempo las crisis económicas profundizan el modelo existente para producir divisas. “Los temas ambientales maduran en el largo plazo y lo que manda son las ganancias de las empresas –dice Nápoli–. Para avanzar en un caso como el del Riachuelo, hay que hacer un juicio en la Corte Suprema”.
Según el magíster en derecho ambiental graduado en la Universidad del País Vasco, España, los daños de la minería a cielo abierto no son “para los trabajadores y la gente que vive en las capitales, sino para los que viven cerca. Pero es difícil avanzar con el cumplimiento de la regulación porque el Estado es el principal socio de estos emprendimientos, no un actor independiente en la operación, está involucrado en el proceso”.
El Riachuelo representa, para Antonio Brailovsky, docente de la UBA y la Universidad de Belgrano, y ex defensor adjunto de la CABA, la cuenca en peor situación del mundo. “Combina dos cosas: un río altamente contaminado, pero que además afecta a una cantidad muy grande de gente –afirma–. Las normas de vertidos industriales son iguales que antes de la sentencia de la Corte; se sigue tirando lo mismo que hace 12 a 15 años”.
El especialista advierte que en la zona seca del país, todo el Oeste, “vamos hacia la emergencia hídrica. San Juan lleva tres años de sequía continuada. Necesitamos una contabilidad ‘maniática’ del agua, saber cuántos centímetros cúbicos hay en cada lugar y cómo los vamos a usar. Tiene que haber una previsión que estime con precisión cuánta agua le estamos dando a los cultivos, a las ciudades y al fracking. Hay que sincerar que necesitamos racionar el agua. Mendoza lo hizo hace un siglo con respecto a los cultivos. Ahora hay que pensarlo todo de nuevo”.
Por su parte, el secretario Sergio Bergman prefirió no hablar sobre materias pendientes, sino destacar los logros de su gestión. “Transformamos una Argentina que no tenía política ambiental en una que sí la tiene, aunque haya temas pendientes”, opinó.
Entre los avances, destacó que haber “vuelto al mundo” le exige al país cumplir standards ambientales internacionales y con una agenda de desarrollo sostenible y reportar anualmente los avances en las Naciones Unidas. Además, considera positivo haber creado el gabinete nacional de cambio climático; haber planteado planes de mitigación; haber promovido el desarrollo de energías renovables, lo que impulsó más de 175 planes y proyectos de energía solar, eólica y biomasa; haber promovido la plataforma forestal 2030; disminuír paulatinamente el uso de fósiles y promover la movilidad eléctrica; adaptación a las nuevas formas de producción que tiene el campo; promover la agricultura de precisión o digitalizada para el gran debate sobre el uso de fitosanitarios, entre otros.
Según la Facultad de Agronomía de la UBA, “En el ranking de países de la región, la Argentina, con un 2,3% de su territorio dentro de áreas protegidas, está en la tercera peor posición, sólo por encima de Guyana y de Uruguay. Los países que encabezan la lista son Chile, con 18,3%, Venezuela, con un 15,2%, Colombia, con 11,8%, y Brasil, con 5,6%”.