NASA: con casi 80 años, quiere ser el astronauta más viejo en volver al espacio
Jon McBride volvió a la Tierra el 13 de octubre de 1984 a las 12.26. Pasaron 35 años, pero todavía camina lento, como si flotara, con los brazos bien separados del cuerpo y las manos abiertas.
"Esta es la segunda vez que piso Buenos Aires, aunque por arriba pasé un montón de veces más", le cuenta a LA NACION el astronauta de 76 años, quien llegó ayer al planetario Galileo Galilei para alentar a estudiantes argentinos a lanzarse al espacio.
"La clave del éxito es estudiar, estudiar y estudiar. No importa dónde vivan. Yo nací en Charleston [Virginia, Estados Unidos] una ciudad de 50.000 personas, y eso no frustró mis planes. Me centré en un objetivo y busqué a mis referentes.Traté de ser el mejor en mi colegio, en la universidad, en la escuela de pilotos del Navy y en la NASA. Muchos creen que para ser astronauta hay que tener un cuerpo que soporte la falta de gravedad. Pero lo importante está acá", asegura mientras se toca la cabeza.
La carrera de McBride empezó a los 13 años, el mismo día que los rusos lanzaron Sputnik, el primer satélite, y comenzaba la era espacial. Terminó el colegio, estudió la licenciatura en Ciencias, se graduó en Ingeniería Aeronáutica y completó el servicio naval como piloto de combate. Fue parte de la primera tripulación de siete personas que fue al espacio y hoy es el jefe de astronautas del Kennedy Space Center.
"Pero me queda algo por lograr. En tres años, cuando cumpla 78, voy a ser el hombre más viejo en llegar al espacio. Antes de morir, le dije a John Glenn que le quitaría ese récord", recuerda.
La vida en el espacio
Tras 64 misiones en la Armada, en 1978 se convirtió en astronauta de la NASA y en 1984 fue piloto en la misión STS-41G del Transbordador Challenger, el primer viaje que tuvo dos mujeres a bordo.
En 10 segundos, la nave que maniobró alcanzó 160 kilómetros por hora. Tardaron solo ocho minutos hasta ponerse en órbita. "El despegue fue el momento más tenso porque, por más que lo ensayamos miles de veces, pueden ocurrir dos o tres problemas al mismo tiempo", explica.
"Cuando estás allá, las articulaciones se expanden y crecés unos cinco centímetros. Vas al baño a cada rato y perdés hasta unos cinco kilos. Es el lugar ideal. Te volvés alto y flaco. No te dan ganas de volver", cuenta, sonríe y estira las mangas del mameluco azul.
Jon estuvo en el espacio ocho días, cinco horas, 23 minutos y 33 segundos. Dio 133 vueltas a la Tierra. Unas 16 veces cada día.
"Nos tomó como dos días acostumbrarnos a la sensación de ingravidez. Dormimos unas ocho horas al día en el espacio, pese a que tuvimos un amanecer y un atardecer cada 45 minutos".
Durante su estadía escucharon dos canciones que fueron elegidas por los familiares de los tripulantes: Flashdance - What A Feeling, de Irene Cara, y Theme from Rocky, de Bill Conti.
"Allá, uno valora más lo que en la Tierra es común, como la pizza y la cerveza", dice.
El aterrizaje
"Los transbordadores no tienen ducha, así que lo primero que queríamos hacer era bañarnos. En mi caso no tuve problemas para enfrentar el regreso. Algunos se sentían tristes, pero yo sentí la felicidad de haber podido tener esa experiencia y de haber podido volver para contarla".
De todas maneras, asegura que quedó más sensible: "Cuando estás allá arriba notás lo linda y lo frágil que es la Tierra. Volví y empecé a cuidar más el medio ambiente. Ese es un viaje que todos deberíamos realizar alguna vez".
En mayo de 1989, se retiró de la NASA y la Armada y empezó una carrera comercial como presidente de la empresa de vuelo Flying Eagle Corporation. También intentó una carrera política: compitió en 1996 por la nominación republicana para gobernador de Virginia del Oeste, aunque perdió ante Cecil Underwood .
En los años siguientes, dejó Virginia para buscar oportunidades comerciales en Arizona.
Desde 2008 está jubilado, disfruta de pasar más tiempo con sus siete nietos, juega al básquet, al golf, al softball y racquetball. Es cocinero, cuenta que su especialidad es la barbacoa, tiene un jardín y colecciona monedas.
"Pero no dejé de trabajar. Voy dos o tres días a la semana al Kennedy Space Center y participo de todos los informes. Por eso digo que estoy en condiciones de volver al cielo. Tengo el cuerpo y la mente sana. Me falta conseguir 10 millones de amigos que pongan un dólar cada uno y así poder pagar el pasaje".
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