Nanomedicina: el chip argentino que busca mejorar los tratamientos contra el cáncer a escala atómica
En el mundo, se aprueban por año tan solo entre uno y tres de este tipo de drogas; ahora, un emprendimiento nacional quiere producirlos en masa
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La vanguardia en la medicina apunta hacia lo minúsculo, hacia la escala más pequeña e imposible de imaginar con el átomo de norte. La nanomedicina propone que en el futuro sean comunes los tratamientos personalizados y teledirigidos hacia zonas específicas del cuerpo para combatir el cáncer y otras enfermedades críticas. Si bien en la actualidad existen solo 50 nanomedicamentos en el mundo aprobados para ser suministrados directamente a pacientes, en la Argentina un grupo de investigadores espera desarrollar un chip que funcione de “microfábrica” para producirlos de forma masiva.
El mayor desafío que enfrentan los científicos que exploran el ecosistema de lo mínimo es cómo reducir los costos de una tecnología de avanzada y así transformar la medicina inteligente en una realidad.
“Los nanomedicamentos son pequeños envases donde es posible colocar drogas y principios activos. El nanoenvase protege a los medicamentos y permite que estén más tiempo circulando en el torrente sanguíneo para llegar a donde tienen que llegar. Su tamaño crítico hace que los contenedores se depositen o se acumulen en los tejidos inflamados o en los tumores”, dice a LA NACION Lucía Policastro, doctora en biología por la Universidad de Buenos Aires (UBA) y con 25 años de experiencia en la especialidad de oncología.
Según explica, la medida de los nanoenvases tiene que rondar los 100 nanómetros. Esto permite que queden retenidos dentro de los tumores y los tejidos inflamados. El tamaño específico es clave porque tiene que ser lo suficientemente pequeño para entrar por las cavidades del tumor, pero a la vez lo suficientemente grande como para que una vez que ingresa no vuelva a salir. Ya alojado libera la medicina para combatir la enfermedad.
Para poner en perspectiva lo pequeño de estos vehículos de medicinas, un virus suele rondar entre los 20 y los 300 nanómetros. El coronavirus, por poner un ejemplo, está cerca de los 100 nanómetros, una dimensión similar a la de los nanoenvases. Se trata de una medida que se escapa al ojo humano desnudo y que solo se puede divisar mediante un microscopio electrónico.
Policastro es investigadora científica y forma parte de Plamic, un emprendimiento de base biotecnológica en el país que quiere desarrollar nanomedicamentos a gran escala. La idea se gestó en la Comisión Nacional de Energía Atómica, que depende del Ministerio de Economía de la Nación y se encuentra en la etapa de despegar del laboratorio hacia una startup farmacéutica.
Barreras
A nivel mundial los escasos nanomedicamentos aprobados para pacientes se fabrican mezclando moléculas en un recipiente donde los desarrolladores manipulan las propiedades de las mezclas hasta que estas se empiezan a autoensamblar. El problema en esa matriz productiva está en que si el autoensamble no se hace de forma controlada por parte de los científicos, los lotes de nanoenvases no salen iguales. Esa es la principal barrera para su producción en masa. La clave del futuro de la nanomedicina está en lograr un método que permita la fabricación repetitiva y homogénea de estos medicamentos.
“En lo que estamos trabajando y lo que proponemos es una metodología para hacer las nanomedicinas, en vez de en un recipiente que utiliza mezclas no controladas, que se realicen dentro de chips microfluídicos. En esos chips uno puede controlar cómo los fluidos se van mezclando y así los nanomedicamentos que se producen salen siempre de la misma manera”, dice Policastro. El proyecto busca reducir a la escala de chip, una fábrica de medicamentos. De concretarse será una suerte de línea de ensamble toyotista invisible a la vista humana.
“Lo que planteamos con la tecnología que trabajamos es disminuir los costos”, dice Cristina Soraires, doctora en farmacia y bioquímica y abogada que se incorporó al proyecto luego de realizar un posdoctorado en la Comisión Nacional de Energía Atómica en donde conoció a Policastro. Las investigadoras sostienen que, por año, se aprueban tan solo entre uno y tres nanomedicamentos en el mundo.
“Pese a todas sus bondades hoy no hay un boom en las nanomedicinas y el universo de productos que existen a nivel mundial es bastante acotado. El problema está en la producción y la manufactura donde es muy difícil que salgan iguales los lotes”, dice Soraires y agrega: “El objetivo es democratizar el tratamiento de las medicinas a los pacientes para que haya más y mejores medicamentos y opciones más personalizadas y más eficaces para cada uno. Nuestro desarrollo es 100% de Argentina, de investigadores de acá que estamos muy motivados para que esto pueda salir adelante y para llegar a ellos”.
Panorama nacional
En el país hace varios años que se encuentra disponible para tratamientos oncológicos un medicamento importado que se llama NAB paclitaxel. Es una droga a la que se le puede aplicar nanotecnología para lograr mayor penetración en el tejido tumoral y que se utiliza para tratar el cáncer de páncreas, de mama y pulmón.
“Los nanomedicamentos favorecen que el fármaco llegue a mayor concentración a nivel del tumor y no a células sanas que es el problema más grave que se tiene en la oncología. Es como lanzar un misil inteligente para que destruya solo las células malignas y no las benignas, evitando así efectos secundarios como la caída del pelo, náuseas, vómitos, decaimiento. La nano-oncología ayuda a ser más selectivo y más preciso en el tratamiento”, explica a LA NACION Diego Kaen, médico y secretario general de la Asociación Argentina de Oncología Clínica.
De acuerdo con el especialista, este tipo de terapia selectiva se traduce en calidad de vida para el paciente. El medicamento viaja por vía intravenosa en el nanovehículo lo que permite penetrar más el tumor y liberar allí el fármaco evitando que llegue a las células del pelo, las células intestinales y el resto de los tejidos sanos. Todo ello podría disminuir los síntomas colaterales de los medicamentos oncológicos. Sin embargo, Kaen también advierte que al día de hoy el mayor problema de aplicarlos está en los costos. El NAB paclitaxel, por ejemplo, cuando se le agrega nanotecnología tiene un costo cinco veces mayor.
“La nanomedicina es el futuro. En la práctica no está tan desarrollada todavía, pero se va a ir desarrollando cada vez más y va a ser una realidad dentro de la oncología. Tiene como beneficio que es más eficaz y menos tóxica. Mientras la nanomedicina muestre eficacia va a ir desplazando a las drogas que no lo tienen y esa eficacia va a hacer que se vaya aprobando por las entidades regulatorias de cada país”, agrega Kaen.
El futuro de la nanomedicina no se detiene en los medicamentos. La frontera para los científicos que se aventuraron en este universo se está extendiendo también al desarrollo de nanotecnología aplicada a los diagnósticos, a los estudios por imagen y los contrastes que se suministran en el cuerpo para evidenciar el estado de una enfermedad, y en el caso particular del cáncer vislumbrar si hay más o menos metástasis. La ingeniería médica del mañana se vuelca cada vez más hacia las dimensiones más minúsculas, casi atómicas, con un gran potencial por delante.
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