El actor colombiano Juan Pablo Rada, conocido por sus papeles en Narcos y Mi Gorda Bella, habló sobre esta etapa que se da entre fines de los 40 y comienzos de los 50, que conlleva cambios no siempre tenidos en cuenta
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El actor colombiano Juan Pablo Raba se levantó una noche empapado en sudor. Fue la primera de muchas otras veladas de confusión, cambios físicos, psíquicos, emocionales.
Tras varios exámenes dio con el diagnóstico: andropausia.
“Algo de lo que no se habla, que se vincula a algo sexual, pero que también puede dar depresión o ansiedad”, le dice Raba a BBC Mundo.
La andropausia, llamada erróneamente en ocasiones “menopausia masculina”, es una etapa a fines de los 40 y comienzos de los 50 años en que algunos hombres pueden desarrollar pérdida de apetito sexual, disfunción eréctil y otros síntomas físicos y emocionales, según describe el servicio nacional de salud británico.
Este diagnóstico fue para Raba el inicio de un nuevo camino en su agitada carrera profesional, consagrada con el éxito de la novela venezolana Mi gorda bella en 2003 y continuada con decenas de papeles en grandes producciones como Narcos, donde interpretó a Gustavo Gaviria, primo y mano derecha del capo colombiano Pablo Escobar.
También productor y director, Raba se propuso crear un espacio desenfadado para hablar sobre salud mental masculina.
El proyecto se convirtió en el podcast ‘Los hombres sí lloran’, donde el actor conversa en cada programa con diferentes invitados sobre temas como la depresión, heridas que cuesta sanar, traumas de la infancia o adicciones.
Raba conversó con BBC Mundo en un parque en el norte de Bogotá.
Su agenda está apretada, pero desde que empezó con este proyecto intenta atender todas las solicitudes posibles. Dialogar sobre la salud mental se ha convertido en prioridad.
Aprovechando el nombre del podcast, la primera pregunta está clara. ¿Lloras? ¿Cuánto? ¿Y siempre lo reconoces cuando lo haces?
Soy llorón. Creo que es parte de mi profesión. Soy sensible, pero no sensiblero. Lloro de tristeza y también lloro mucho de alegría cuando me pasan cosas lindas a mí y a la gente que quiero.
Y nunca he tenido problema en demostrarlo.
Mi papá, por ejemplo, era un personaje pragmático y muy paradigmático, que no tenía problema en llorar con una película, pero no creía para nada en la depresión.
Para él, la depresión era debilidad, falta de oficio, hambre, ingenio, ganas.
Crecí un poco con esa idea, pero también con la facilidad de llorar frente a la gente, aunque todavía, a veces, cuando lloro delante de alguien me entra el impulso de pedir disculpas como si fuese algo malo.
Tengo ideas diferentes a las de mi papá, pero le agradezco mucho que siempre nos dio el espacio de poder llorar.
Supongo que son generaciones diferentes. Mucho parece estar cambiando hoy, ¿no?
Recuerdo la primera muerte que experimenté de cerca.
Trabajaba en un bar en España y un compañero de 18 años, muy joven, murió atropellado por un carro en la madrugada. Me afectó muchísimo.
La cosa es que como a los tres días de duelo mi papá me dijo: ‘ya, basta, no más. La muerte es lo único seguro que tenemos y la vida es como una línea donde hay gente que se va allá o se va acá’.
Y claro, aunque estoy agradecido del pragmatismo con que afrontaba la vida y la muerte, fue un poco fuerte la sensación de no poder hacer el luto correspondiente, de no poder expresar dolor el tiempo necesario.
Obviamente, no lo hacía con ninguna maldad, sino con ganas de que no me sintiera mal.
¿Por qué eliges salud mental masculina como tema para podcast?
Porque en el tránsito de mi propia crisis de la mediana edad me encontré con muchos amigos, conocidos y profesionales que pasaban por lo mismo, y me di cuenta de que quizás no había demasiados espacios para entender entre todos lo que nos pasaba.
La idea del podcast es ofrecer ese espacio para conversar, y que la gente pueda empatizar, sentirse identificada y ver que otras personas con vidas y realidades muy diferentes pueden estar pasando por lo mismo.
¿Cómo llegaste a la andropausia, a conocer que existía siquiera?
Investigando para ‘Los hombres sí lloran’ conversé con especialistas y doctores y empecé a ver diferentes factores que pueden generar una crisis de la mediana edad.
Yo mismo comencé a tener sudores insoportables en la noche.
Me hice todos los exámenes y todo estaba bien. Los médicos no entendían.
Uno propuso que me hiciera un examen de testosterona, porque me dijo que le parecía que estaba llegando a la andropausia.
“¿Andropausia? ¿Pero qué es eso?”, le pregunté.
Uno piensa que la andropausia está ligada a algo sexual y que es como una disfunción eréctil, y resulta que efectivamente puede haberla, aunque también puede causar depresión, ansiedad o falta de sueño.
En mi caso, el problema eran esos sudores que no entendía.
Bueno, y sí, tenía la testosterona un poco baja. No en niveles preocupantes, pero sí más baja.
El doctor me habló de terapias de hormonas, de suplementos naturales que funcionan muy bien, y en efecto, después de tomarlos se me pasaron los sudores y los niveles de testosterona volvieron a los niveles previos.
Cuando vi que muchos de los factores ligados a la andropausia podrían estar asociados a la crisis de la mediana edad, pensé que podía haber muchos hombres pasando por lo mismo.
Quería que lo pudiéramos hablar, discutir que la andropausia no significa que seamos menos hombres.
Es simplemente un diagnóstico médico que identificado a tiempo puede ser muy beneficioso para nosotros y las personas que nos rodean.
Esta crisis, que de alguna forma se vincula al envejecimiento, ¿crees que se exacerba en alguien como tú, un actor expuesto al público?
Pienso que a cualquiera le puede asustar o preocupar envejecer.
Tu cuerpo empieza a cambiar: se te cae un poco el pelo, te crece la panza, empiezas a tener menos aptitudes físicas, pierdes concentración, memoria.
Sí es cierto que tal vez como actor tengas muchos ejemplos que te lo recuerdan permanentemente.
Si veo un trabajo mío de hace 15 años, digo, uf, cómo he cambiado.
Y muchos seguidores ‘amables’, jaja, te lo recuerdan: ‘uy, pero cómo ha envejecido después de haber hecho Mi gorda bella’. Y claro, hace 25 años de eso.
Aprendes a no tomártelo personal. A veces esos comentarios me molestaban, pero hoy no les presto atención porque me siento muy bien.
Me siento más fuerte y con mejores aptitudes físicas que cuando tenía 25 años. Descubrí la bicicleta y me cambió completamente la vida.
Uno se da cuenta que envejecer es real, pero que también hay un gran factor de percepción. Si alimentas el punto de vista equivocado, puedes sufrir mucho.
En uno de los episodios del podcast se habla de la depresión, que más que algo puntual, puede ser algo crónico que hay que aprender a gestionar. ¿Te ha pasado? ¿Qué has aprendido?
Yo personalmente nunca he estado clínicamente deprimido, pero he pasado por momentos difíciles, crisis existenciales, tristezas.
He tenido momentos en que he sentido mucha angustia y me he sentido muy solo, pero no podría decirte que he estado deprimido.
Sí he conocido a personas que han estado y están deprimidas, y he aprendido que uno tiene que ser muy responsable cuando habla con ellas. Decirles que es algo menor, que ya pasará y que es nada, no sirve.
No solo no es parte de la solución, sino que puede ser parte del problema.
Se convierte en un gran ejercicio de empatía estar cerca o en la vida de una persona que sufre depresión. Tienes que tratar de entender el mundo desde otro punto de vista.
Aprendí que las rutinas sirven: hacer ejercicio, escribir, estar cerca del arte, darse duchas de agua fría, alimentarse bien.
Me ha llamado poderosamente la atención que todos me dicen que, si comen mal, se pasan de tragos u otras sustancias que altere sus conciencias les puede ir mal.
Aprendí también que la depresión no es algo que se cure simplemente por arte de magia, sino que es algo con lo que estas personas, seres humanos, aprenden a convivir.
¿Y piensas que el patriarcado, además de perjudicar a las mujeres, también nos ha dañado mucho a los hombres?
Es muy claro que el patriarcado afecta a la mujer directamente y eso no se puede negar, pero quizás hemos explorado menos cómo el patriarcado nos ha afectado a nosotros los hombres.
El modelo del patriarcado sobre lo que se supone que debe o no debe ser un hombre está tan metido en la psiquis colectiva que nos ha afectado como individuos, como grupo y sociedad, llenándonos de imaginarios que son muy difíciles de cumplir.
Además, las redes sociales, si bien nos dan la oportunidad de hablar de nuevas masculinidades y de esa deuda histórica que el patriarcado tiene con la mujer, también nos bombardean de información de modelos irreales e inalcanzables.
Ves a chicos de 20 años, millonarios, y te miras y dices, ‘espera, yo tengo 40, no tengo Lamborghini, no tengo la mansión en la Toscana. ¿Qué es lo que estoy haciendo con mi vida?’.
A los hombres, el patriarcado nos ha metido que tenemos que ser fuertes, que no podemos llorar, ni mostrar debilidad porque los enemigos nos comen vivos, que si no somos fuertes no nos casaremos con una mujer guapísima, que si no somos valientes no tendremos dinero.
Es una carga y presión social inaguantables. Nunca me canso de repetir esta cifra: de cada 10 suicidios, 8 son hombres.
Y creo que es porque las mujeres hablan más de sus dolores, angustias, miedos, inclusive de la posibilidad de suicidarse. Pero no lo hacen de la misma forma en que lo hacen los hombres.
Muchos psicólogos advierten que las personas muchas veces piden ayuda cuando es demasiado tarde. ¿Qué le dirías a tu yo más joven para prevenirlo y avisarle de la crisis que pasaste?
Selia, la plataforma de salud mental con la que me uní para el podcast, tiene datos muy concretos.
De sus consultas, el 75% de sus pacientes son mujeres. La mayoría va a terapia porque les pasó algo, sí, pero casi nunca van porque están a punto de explotar.
Van porque reconocen que necesitan hablar y que tal vez sus amistades ya no son suficiente.
En cambio, los hombres van cuando ya están en el hueco más oscuro. No sabemos hablar a tiempo.
También nos han enseñado que los hombres debemos solucionarlo todo solos.
Pero cuando hablas te das cuenta de que alguien te puede dar una herramienta o que esa otra persona también está pasando por lo mismo. Entre los dos puede generarse una conversación que ayude a ambos.
No hay que esperar.
Así como uno se hace un chequeo médico todos los años, deberíamos tener una persona con la que hacer un pequeño chequeo emocional, mental, para tratar de entender dónde estamos.
La vida pasa y no espera. En mi caso, aunque yo nunca he pensado en quitarme la vida, en un momento sí empecé a pensar que si dejaba que todo se cayera, si no estaba, todo iba a ser más fácil; ya no tendría angustias ni miedos ni preocupaciones.
Cuando me pasó eso, sentí que necesitaba ayuda. Y es que todos, absolutamente todos, necesitamos ayuda.
Hoy, después de ese tránsito, de meditar, haber ido a retiros, crecer mi espiritualidad, de entender mejor mi matrimonio, mi rol como padre, apreciar mi trabajo, descubrir la bicicleta, ha habido un nuevo enamoramiento con la vida.
Hay cosas que no vas a controlar nunca y que hay que aprender a soltar.
Estoy empezando a concentrarme en las cosas que sí están en mis manos, lo que sí puedo cambiar. Todo lo demás, ese imaginario, es eso, imaginación.
Hablas mucho sobre la necesidad de asumir las nuevas masculinidades, pero también sobre las dificultades que conlleva.
Existe un fenómeno al que llamo el péndulo, en que se genera a veces un efecto contrario cuando se empieza a hablar mucho de algo.
El hecho de que llevemos unos años buscando esa nueva masculinidad también ha generado un péndulo hacia actitudes que buscan regresar a lo ‘clásico’, donde el hombre tiene que ser ‘un macho’, salir, beber, llegar a casa y que la mujer casi se deba a uno.
Esto ha resonado mucho en la juventud, porque es una etapa de búsqueda de modelos.
Pienso que debe primar la conversación, el ejemplo, hablar…los padres con los hijos, los hijos con sus amigos, los amigos con sus hermanos.
Debemos poner la conversación sobre la mesa porque nadie tiene la verdad.
Nosotros, los seres humanos, buscamos permanentemente una guía que nos diga qué hacer.
Si habláramos un poquito más de nuestros sentimientos, tal vez no estaríamos buscando a alguien que nos diga qué hacer. Las respuestas las tenemos, y a veces simplemente necesitamos encontrar a alguien con quien conversarlas.
Si no generamos esos puentes, esos espacios de empatía en donde esté bien ser vulnerables, no podemos, como sociedad, buscar y encontrar esa masculinidad que sirva a todos.
Por José Carlos Cueto
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