Nadie coordina la lucha contra el narcotráfico en la Argentina
Poca cooperación entre las fuerzas y atraso tecnológico abren las fronteras al delito
La sensación de vulnerabilidad está instalada. La droga entra y sale del país. Se detiene también para ser consumida en todo nivel social, porque el narcotráfico no rechaza ni el mercado más pequeño. Todo suma para el traficante; todo pasa por las fronteras porosas, con fuerzas de seguridad reducidas y dispersas en sus esfuerzos. El escándalo de las "valijas voladoras" de Ezeiza dejó a la vista los principales problemas a la hora de controlar el delito: celos entre fuerzas, convivencias forzadas, falta de tecnología. En una palabra, desorganización.
Aceptan ese diagnóstico los especialistas de la seguridad pública, que hablan de una infraestructura que colapsa en divisiones internas. Lo comparte en los hechos el Gobierno, que tantea en busca de coordinación, que apuesta a iniciativas, interesantes algunas, que reformulen el sistema de control público en un mediano plazo. Estados Unidos, eje de la política antidrogas a escala mundial, también advierte sobre la ausencia de comandos unificados que vuelvan más redituables la acción policial.
Por dos líneas paralelas avanza en estos días el Estado para responder a años de desidia en seguridad interior y exterior. Por un lado, el Gobierno apuesta a su nueva Dirección de Inteligencia Criminal para resolver delitos complejos; por otra parte, se abona la intención de crear la Escuela Nacional de Lucha contra el Narcotráfico y sus delitos conexos, en la que se formarán los cuadros técnicos y operativos de las fuerzas de seguridad.
Ambas propuestas tienen un denominador común: la certeza de que la mejor prevención contra los delitos complejos es contar con una inteligencia adecuada. Aunque también existe descoordinación en los procedimientos judiciales que afectan la seguridad. Quienes conocen estos casos cuentan que algunos jueces federales impiden que se revise un automóvil sospechoso sin una orden de allanamiento, pues consideran al vehículo una propiedad tan inviolable como una casa. Con ese concepto no se pueden realizar operativos de control de ruta.
En la Argentina se mueven 50 toneladas de cocaína. Esa cifra está en la mente de José Granero, a cargo de la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico. Sólo se incautaron 3061 toneladas de esa sustancia en 2004. Y fue un buen año de capturas, uno de los mejores. Claudio Mate, subsecretario de Adicciones de Buenos Aires, dio el dato la semana última: son seis toneladas de cocaína las que se consumen en su provincia. Y entran en la Argentinas unas 1800 toneladas de marihuana. Las cifras dan el volumen del problema. Ezeiza pone el ejemplo.
Muchos ojos que no ven
La Policía Aeronáutica Nacional (PAN) fue disuelta y con nuevo nombre, Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA), dejó el ámbito militar para ser una fuerza de seguridad civil, aunque sus 80 oficiales son militares de la Fuerza Aérea, como antes, y la mitad de ellos ya dijo a las autoridades que quiere volver a su fuerza de origen. La PSA se organizará en algunos meses; por lo pronto, en Ezeiza continuará la obligada convivencia interfuerzas. Estar bajo el mismo techo no significa ayudarse.
Antes de que el contrabando de cocaína a España hiciese famoso al centro de control de seguridad de Ezeiza, tenían la mirada puesta en las pantallas de video la PAN, la SIDE, Aduanas, la Policía Federal, Interpol, miembros del Poder Judicial... Esa mezcla de organizaciones estatales no impedía una anormal falla de seguridad: sólo el concesionario de Ezeiza, Aeropuertos 2000, tenía copias de los videos.
Ezeiza quedó en la mira por el escándalo de drogas. Lo ocurrido allí es una fotografía de lo que pasa en los 124 pasos aduaneros que tiene el país. Las estadísticas de Aduanas señalan que unos diez millones de personas los cruzan anualmente. También los atraviesan 1.200.000 containers, más tentadores para los narcotraficantes que los vuelos desde Ezeiza. Primer motivo: no hay scanners para containers.
El departamento de Estado, vía la DEA, marcó la ruta del tráfico de drogas que sale en containers desde los puertos argentinos. Señala, también, el peligro que significa no poder chequear la carga de los containers de países del Mercosur en tránsito por la Argentina. Y se regresa al ejemplo de Ezeiza, donde la PAN fue desarticulada cuando reconoció públicamente que sólo controlaba el 30 por ciento de los equipajes. La Policía Aduanera también controla de manera aleatoria los 2000 embarques diarios en el puerto de Buenos Aires. Y el porcentaje sería inferior al 30 por ciento. En forma manual, por cierto.
Conocido es el problema de los vuelos irregulares, con interminables incursiones por las fronteras del país. El Gobierno puso en marcha un nuevo plan de radarización, pero antes de tres años no se verán los resultados. Mientras tanto seguirá el solitario radar móvil de la Fuerza Aérea, que ubicado en el norte del país detecta los vuelos sin permiso, cuando puede... El costo del gasoil es demasiado para el ajustado presupuesto militar y sólo se usa el radar por unas pocos horas por día. De nuevo, el chequeo es aleatorio.
La Gendarmería y la DEA operan en forma combinada en el Norte. La relación bilateral entre organismos de nuestro país con norteamericanos, holandeses y franceses es más fluida que la mostrada por las fuerzas argentinas entre sí.
Cuentan los hombres de obtención y análisis de información las peripecias que realizan para no ponerse fuera de las leyes. Un ejemplo, aquel que investiga en un asentamiento no puede entrar allí con un automóvil nuevo, pero la burocracia estatal no permite comprar vehículos en malas condiciones, como los que servirían de pantalla.
Además, la cédula verde que identifica la propiedad del automóvil tiene que estar a nombre de la fuerza, algo ilógico para un agente encubierto. Así que se hacen juegos de papeles en los que el hombre acepta un bien cedido por el Estado y sus parientes cercanos renuncian a un posible usufructo como herencia en caso de una muerte. Demasiados trámites para un agente. La ausencia de fondos reservados -sólo la SIDE los conserva- obliga a las áreas sensibles de las fuerzas a ponerse al límite de la legalidad para costear las operaciones encubiertas.
El narcogate de Ezeiza expone más que cuatro "valijas voladoras". Muestra todas las falencias de la seguridad nacional.
De visita
El comodoro Alberto Beltrame, ex jefe del aeropuerto de Ezeiza, visitó ayer a su hijo Walter, detenido en el edificio de la Aduana por su supuesta participación en la organización que, en septiembre último, envió a España cuatro valijas cargadas con 60 kilos de cocaína en un vuelo de SW. Beltrame padre fue separado de su cargo.
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