"Nada cambia", el lamento que más se escucha en la provincia
En la mayoría de los centros de salud del conurbano persisten las carencias de siempre
"Empecé en el Sur en 1973, en los 90 estuve en el Oeste y ahora estoy acá. Con todos los gobiernos es igual. Siempre faltan insumos y profesionales médicos", dice Alejandro Bao, jefe de ginecología del Hospital Zonal General de Agudos (HZGA) Enrique Erill, en Escobar, donde falta de todo.
La relación entre la gente y el sistema de salud pública está rota. Por un lado, en el piso de terapia intensiva, una ventana está cubierta con papel de diario para proteger a un paciente del sol, y en maternidad, las parejas esperan sentadas en la escalera. Por el otro, las paredes estás rayadas con mensajes, y en los pocos inodoros donde la descarga de agua funciona, muchos ni se molestan en usarla.
El Erill es uno de los nueve hospitales que conforman la Región Sanitaria V, que comprende 12 partidos de la zona norte del conurbano bonaerense. La provincia se reparte en doce "regiones sanitarias", que en el caso del conurbano son cuatro: Norte, Oeste, Sur y La Matanza. En todos ellos, la pobreza sigue siendo el factor fundamental que decide la salud de una familia. Y aquellos que no pueden pagar otra prestación están forzados a acudir a los hospitales públicos. Es el caso de Sebastián Arce y Karina Flores, que atienden a su hijo recién nacido en el HZGA Carlos Bocalandro, del partido de Tres de Febrero, porque ambos están sin trabajo.
"Nos piden que colaboremos con servilletas, pero no tenemos nada", cuenta Sebastián. Ellos viven en José C. Paz y vienen todos los días porque no confían en el hospital de allá, el Gobernador Domingo Mercante. Son parte de la migración sanitaria que cruza el conurbano, yendo de aquí para allá en busca de la atención que necesitan.
En el Hospital Municipal Diego Thompson, en San Martín, se encuentra Florencia, que vive a 15 cuadras del Bocalandro. Confiesa que se atiende acá a pesar de que, desde las paredes hasta los cables, todo parece a punto de caerse, porque el Bocalandro está peor. "La salud es una cuestión de suerte -describe-. Allá y en el Castex hay que llevar los insumos para operarse", cuenta.
El hospital Castex, en San Martín, en realidad se llama Eva Perón y es un gigantesco bloque color ocre de aspecto deprimente. Su nombre, como los bustos de Evita que se encuentran por doquier, el Bocalandro (ministro de Salud de Perón) o el Domingo Mercante (uno de los fundadores del peronismo), son historia viva. La enorme mayoría de estos hospitales fueron inaugurados bajo presidentes, gobernadores e intendentes justicialistas, algunos de los cuales siguen en el poder.
Al entrar en la guardia del Hospital Interzonal General de Agudos (HIGA) Eva Perón, se ve una sábana sucia tirada, equipos viejos de oxígeno olvidados en una sala y tachos repletos de basura; pero por una pantalla se ven los pisos pulcros de las obras del gobierno bonaerense.
"La atención es buena, pero no hay agua caliente o los ascensores no andan", cuenta Lorena, una docente nacida y criada en San Martín. Está sentada esperando que le confirmen si trasladarán a su papá, porque se rompió un caño y una parte de la unidad coronaria se inundó. Sin embargo, en el Bar Melquíades, dentro del hospital, hay una excelente iluminación, dos equipos de aire acondicionado, dos TV de pantalla plana y un ventilador.
Sergio Aguilar es uno de los tres enfermeros que están cuidando a los casi 20 pacientes internados en una habitación del HIGA Luis Güemes y es delegado de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) de La Matanza. "Faltan recursos humanos. Sí tenés mucha gasa, pero si no hay nadie que la ponga, no tiene sentido -asegura-. Hace 20 años que trabajo acá, y nada cambia."
Yanina tiene 24 años y para atenderse hizo una recorrida por el Policlínico de San Justo, en La Matanza; el Francisco Santojanni, en la ciudad de Buenos Aires; el hospital nacional Alejandro Posadas, y ahora espera su turno en el Ramón Carrillo, en Tres de Febrero. En el restaurante del hospital están por almorzar Patricia, Juan, y Alejandro, integrantes de una cuadrilla de emergencia que trajo a una paciente en ambulancia. Están indignados.
"Primero dijeron que no había camas ni cardiólogo. Cuando les dijimos que la paciente tenía un familiar que era abogado del hospital, aparecieron el cardiólogo, el jefe de guardia.. cuatro camas había -exclama Juan-. Todos sabemos que el sistema está colapsado, pero nada te da derecho a menospreciar la vida", se lamenta Alejandro.
"Se roban la plata -se queja Patricia-. No ha cambiado nada, y de la gente que supuestamente incorporaron, hay muchos que son militantes." Para Alejandro, en todo el Gran Buenos Aires no hay ningún hospital en condiciones adecuadas. "Puede cambiar de un municipio a otro, o en la ciudad, pero no hay ni uno que esté bien. Hasta el Trauma.. vas a las 3 de la mañana y está lleno", asegura.
"El Trauma" es el complejo en el partido de Malvinas Argentinas que reúne varios hospitales de especialidades. El polo sanitario es uno de los orgullos del intendente Jesús Cariglino, pero a pesar de su modernidad ya está saturado por la cantidad de consultas.
En el otro polo sanitario del partido, ubicado sobre la ruta 8, el tomógrafo está roto desde hace un año y los pacientes que lo requieren son derivados a Bella Vista.
Son las 21.14 y lejos de allí, en el HIGA Héroes de Malvinas, de Merlo, hay una señora durmiendo sobre los asientos. Ella, como Susana, que tiene 50 años y es empleada doméstica, no está ahí para atenderse. Al menos no hoy. "Si no me quedo a dormir, no consigo turno", cuenta.
Todavía más hacia el Oeste, la entrada del hospital Mariano y Luciano de la Vega, de Moreno, está cerrada, pero en la guardia hay tanta actividad que hay un "trapito" estacionando los autos.
Son más de las 10 y hay unas cien personas esperando. Oscar tiene 40 años y está acompañando a su hermana, que llegó hace más de 13 horas.
"Lo normal es que haya que esperar entre 12 y 14 horas -se queja Oscar-. La verdad es que funciona pésimo. Hay un solo médico y ni siquiera hay agua en el baño. Es inhumano."
lanacionar