Nació en la cárcel, creció en institutos y la música le devolvió la libertad
Tener una canción propia era el objetivo. Con 8 años, había comenzado a escribir las primeras frases de un rap que, tiempo después, tendría sello propio. A medida que pasó el tiempo sumó conocimientos musicales: aprendió a tocar la guitarra y el piano. Con el aprendizaje llegó el reconocimiento y con eso, los viajes. La historia de Brian Molina “Rabeat”, que hoy tiene 24 años y una marca personal, no es igual a cualquiera: el joven, que vive en Almagro, pasó sus primeros 4 años de vida en la cárcel de Los Hornos, donde su madre cumplía condena.
Aunque Brian no tiene recuerdos del día en que salió del penal, cree con firmeza que la sensación de ese momento debe ser algo parecido a respirar. “Si uno se pone a respirar, el aire mismo te recuerda al día que saliste de la cárcel”, sostiene.
La situación que vivió Brian de bebé se enmarca en la ley de Ejecución Penal que, para priorizar el vínculo materno infantil, permite que las internas convivan con sus hijos de hasta 4 años de edad. Hoy, dentro del Servicio Penitenciario Bonaerense hay unas 1228 mujeres, de las cuales 41 tienen hijos pequeños y 18 están embarazadas.
Las marcas del encierro
El joven músico es el mayor de tres hermanos. Cuando cumplió 4 y dejó la cárcel vivió dos años con su abuela y su tía. “Me acuerdo del primer día de clases. Empezaba primer grado y la directora denunció a mi abuela por no tener la tenencia legal de nosotros. Automáticamente me derivaron a un Instituto de menores Borchés, en Otamendi. Ahí empezó mi vida: mi carrera delictiva, artística y mi historia personal”, recuerda.
Especialistas coinciden en que las consecuencias de nacer y vivir en el encierro se manifiestan en el desarrollo y proceso de aprendizaje más tardío de los niños. Al encontrarse siempre los mismos estímulos, hablan más tarde y su vocabulario es reducido. Además, madres que tuvieron a sus bebés en la cárcel señalan que, cuando salen, los menores están obsesionados con las puertas, y la idea de poder abrirlas y cerrarlas.
"Tocan siempre las mismas cosas; escuchan siempre lo mismo, ven siempre lo mismo", dice Nancy, que está cumpliendo condena en el penal de Florencio Varela. "Al final terminan siendo conscientes de que viven en una cárcel".
"Son niños solitarios, independientes, que no intentan llamar la atención", agrega una psicóloga consultada por LA NACION.
Pero aunque las marcas queden, Brian no se permitió quedarse atrapado en ese pasado y se propuso brillar y lucirse. Poco a poco, lo logró.
No recuerda la cantidad de veces que se escapó del Instituto. Tampoco las que volvió. “Mi lugar siempre fue cualquier lugar”, dice Brian.
La libertad en la música
Brian nunca dejó de escribir, ni en el hogar de niños ni en la calle. “Las melodías me llevaban a otro lado”, explica. Sus letras hablan de la calle, de pasar hambre y frío, de peleas consigo mismo, “de cosas que uno no tiene pero que sabe que lo va a tener”. “Yo percibo la melodía de un cantante con dolor, que escribe de lo que tiene y vive de lo no vio”, se define.
El rap apareció en la vida de Brian en un cyber, cuando le llamó la atención el video que miraba el chico al lado de su computadora. “Aprendí la base del rap y me encantó. No era solo música, sino que también podía improvisar y decir todo lo que tenía adentro de mi corazón”, cuenta.
Rabeat tiene seis discos propios –el primero lo grabó a los 11 años-, con letras en castellano y en italiano. La primera vez que tocó en público fue en 2005 y en el show estuvieron presentes sus compañeros del Instituto y sus maestras.
Brian recuerda que grabar el primer disco fue difícil: “Fue jodido, tenía muchas cosas que explicar y explicarme a mi mismo. Yo jugaba con la primera palabra y la mezclaba con la última y la cuarta. Mis canciones estaban escritas con horrores de ortografía y no tenían coma, o tenían cinco para no olvidarme de ponerlas. Fue un gran aprendizaje”. Le enseñaron los tiempos y las voces que necesita un tema. “Tenés que tener perseverancia”, dice el rapero.
Cada vez que se fugaba del instituto era para presentarse en alguna competencia de FreeStyle. Pasó por tres instituciones para menores –Borchés fue el primero-, luego el Manuel Rocca, en Floresta y por último en el San Martín, en Flores.
De la calle al hogar familiar
Brian vivió en la calle durante un tiempo y, entre risas, afirma que está preparado para un “apocalipsis zombi”. “Lo que me acuerdo de vivir en la calle es que pasé mucho frío, mucha hambre y mucho sueño. Todos los días me repetía que en algún momento iba a cambiar. Que iba a tener la voluntad necesaria para salir de ese momento y esa situación”, dice.
Estuvo casi dos años y medio viviendo en diferentes rincones, en Congreso, San Telmo y el Obelisco. “Tuve ayuda de algunas personas. Había un lugar que queda en el Paseo Colón, que podés ir desde las 8 de la mañana hasta las 4 de la tarde. Yo no fui mucho porque tenía muchos prejuicios”, comenta Brian.
Después de un tiempo se reencontró con su abuela: “Mi vida cambió. Pasé de ser un chico de la mano de Dios –ni siquiera de Dios- a ser alguien que tenía familia”. Encontrarla fue para él “volver a dormir en una cama”, sin esperar que un policía le pise los pies y las manos para despertarlo.
A los 15 años fue padre por primera vez. Armó su primera banda de rap –con la que grabó dos discos- y se presentó en vivo ante miles de personas. Participó de batallas de rap en Parque Rivadavia y en distintos lugares por toda la provincia. Empezó a frecuentar otro ambiente y se rodeó de personas del rap. “Me salvó la vida. Descubrí que había un mundo diferente al que conocía y quise que mi música valga”, comenta Brian.
En el 2009 compitió en Capital y salió campeón de FreeStyle y Beat Box. “Fue la última vez que competí porque sentí que terminé una batalla contra mi mismo. Me encontré los defectos y me saqué la bronca”.
Volver a la cárcel
Cuando cumplió la mayoría de edad, volvió a la cárcel. Pero esta vez, a la Unidad 24 de Marcos Paz. Estuvo cuatro años detenido. “Yo estaba preso, llamo a mi abuela a la mañana para preguntarle como estaba mi mamá que estaba enferma y me dijo que mi mamá se había muerto. Le conté a mi compañero de banda en ese momento y le pusimos “Majamasmuere” por mi mamá”, cuenta Brian. Durante su estadía en la cárcel grabó su álbum “Canadá”.
En el penal participó de un taller de Hip Hop. Ganó con su compañero y el premio fue grabar cuatro temas en un estudio. “Traté de ser reconocido en lo que hago”, comenta.
Cambió la violencia y los robos que lo llevaron a la cárcel, por el rap para crear un proyecto musical que llegó hasta a MTV. “Lo que me motivó fue el querer salir adelante siempre. De querer progresar por uno mismo, a pesar que las posibilidades no eran las mismas para todos”. Además, el nombre de la banda le permite sentir que su mamá está presente cada vez que toca.
Llenó un Gran Rex con su banda: “Me querían hacer el show más corto después de todo lo que había preparado y terminé haciendo el más largo”. Cerraron ese recital con el tema “Miren” que tiene 2,6 millones de reproducciones en YouTube. “Miré para arriba y tenía tres gradas llenas de gente. No lo podía creer”. Había más de 3000 personas. En 2017 cerraron el año tocando en la Trastienda con el auditorio, otra vez, completo.
En su gira por el sur de la Argentina, en Río Negro, grabó un video desde el celular, con su mejor amigo improvisando y tuvo 3 millones de reproducciones en YouTube: “Underdann es mi mejor amigo. Me dijo que tenía una base con la guitarra y yo tenía una letra. La juntamos y quedó buenísima. Es increíble cantidad de reproducciones que tiene”. La canción se llama Tiempo y es acústico.
Brian afirma que “Lo que me motivó fue el querer salir adelante siempre. De querer progresar por uno mismo, a pesar que las posibilidades no eran las mismas para todos”.
"La canción que más me gusta es Inspiración y se la hice a mi mamá, fue la más fuerte de todos los temas que hice. Fue muy expresivo para mi. Me cuesta mucho tocarla en vivo porque es como que me baja todo el show”.
El séptimo disco –aún en grabación- se llama “Elefante sin spray” y lo considera “más bailable”. Agrega: “Tenemos mucha diversidad: de un rap te voy al flamenco y después al reggae”.
Las marcas de la cárcel están presentes en sus letras y en sus videos. "El último video que grabamos termina con el ruido de las rejas. Es lo único que escuchas todo el día, que se cierran y se abren. Te vuelve loco", dice Brian.
En su cuenta de Instagram tiene más de 56 mil seguidores y todas sus canciones están en Spotify. Brian “Rabeat” Molina cree en él, logró superarse y hoy poder estar orgulloso de lo que logró.