Murió el pensador Adolfo P. Carpio
Trayectoria: Cuarenta años de docencia e importantes libros son el legado del filósofo argentino reconocido mundialmente.
El profesor y filósofo argentino, Adolfo Carpio, murió ayer, a los 73 años, luego de una larga trayectoria dedicada a la enseñanza de la filosofía en nuestro país y en el mundo.
El doctor Carpio se definía como profesor de filosofía, ya que consideraba que para decirse filósofo se debía tener la capacidad de un pensamiento original, aptitud que él, humildemente, no consideraba tener.
Sin embargo últimamente recibió varios reconocimientos a su labor como pensador. La Sociedad Argentina de Filosofía le rindió testimonio en el Congreso Nacional que se realizó en Córdoba, y la semana pasada el Instituto de Filosofía Eugenio Pucciarelli, le rindió un tributopor su consagración absoluta a la filosofía y la cultura en América.
Dedicó más de 40 años a la actividad docente, de los cuales muchos fueron en la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde era conocido por la mayoría de los alummnos, sino personalmente, por su libro Principios de Filosofía, texto de cabecera para varias generacione de estudiantes . También fue profesor de la Universidad Nacional de Rosario y de la Universidad de Puerto Rico.
Su pasión por la docencia fue tan fuerte que se casó con una de sus alumnas, más tarde, también profesora de filosofía, Blanca Parfait, quien se hizo cargo de sus cátedras desde que su enfermadad no le permitió ejercer.
En la UBA estaba a cargo de dos catédras: Metafísica e Introducción a la Filisofía, que las había heredado de su maestro, el gran filósofo, Fransisco Romero.
Junto con el pensador, Danilo Cruz Vélez, fueron dos especialistas en la interpretación del filósofo alemán Martin Heidegger.
"Lo que hacen en filosofía franceses, alemanes, latinoamericanos y españoles es un derivado de Heidegger, aunque no lo digan. La novedad esencial de este filósofo nadie la ha podido reemplazar", aseguró en una entrevista que le realizó María Esther Vázquez en 1992.
Sobre las ideas del intelectual alemán, a quien conoció cuando estuvo en Alemania, escribió varios artículos, mucho de los cuales se publicaron en La Nación.
Su primer trabajo fue la traducción del Tao-te-ching de Lao Tse, para lo cual tuvo que aprender bastante del idioma chino.
Luego escribió una serie de pequeños ensayos, Páginas de Filosofía. Y, por último, la obra que el profesor consideraba la mejor, El sentido de la historia en la filosofía.
Su enseñanza bregó por una filosofía original de tradición nacional.
"Por más que se diga: ¡Alumnos deben pensar!, la invocación es como ese cartelito que suele estar en muchos escritorios, que puede significar piense usted, pero yo no".
A fines de 1991 fue incorporado como miembro titular en la Academia Nacional de Ciencias.
"Significa una satisfacción, una especie de premio, a una labor de muchos años de enseñanza y publicación. La verdad, una alegría".
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