Un artista que diseñó con poesía y humanismo
Hay pérdidas insuperables. S on aquellas que nos dejan sin presencias fundamentales. Clorindo Testa, una figura capital en el Olimpo arquitectónico argentino, acaba de dejar para siempre el papel y el lápiz, los instrumentos básicos con los cuales componía su arte en el campo de la plástica y de la construcción.
Testa fue nómade e iconoclasta en toda su carrera, la que inició estudiando ingeniería y terminó como gran artista. Su práctica fue siempre colectiva y participó asiduamente de la sana y estimulante costumbre de los concursos públicos y privados asociado en general a colegas más jóvenes que lo "adoptaban" como maestro, ya que él nunca se ponía togas ni dictaba cátedra. Era un gran narrador de formas y espacios en líneas y manchas, en ladrillos y cemento. Por encima de las divisiones del arte y de la política, como otros grandes, como Borges y Leloir, Testa fue un delicioso " enfant terrible ". Afable y sencillo, tímido pero muy expresivo, inclasificable y escurridizo. Era capaz de cambiar de estilos, no sólo para ser de su época, como le gustaba decir, sino también para camuflar su extraordinario talento, para componer masas y espacios que siempre conmueven.
Sus proyectos son innumerables y sus obras son muchas en distintas partes del país. Desde las primigenias, como el Centro Cívico de Santa Rosa, en La Pampa, o las balsámicas, como la rambla La Perla, en Mar del Plata. Pero sobre todo, las del apogeo "brutalista" en pleno relanzamiento del país desarrollista y en asociación con otros importantes arquitectos. Tal el caso de la sede del Banco de Londres (actual Banco Hipotecario) en la City porteña, obra máxima de la arquitectura argentina y entre los mejores edificios de la década de 1960 en todo el mundo. O la Biblioteca Nacional, acrópolis cultural en un solar de gran carga histórica. La obra de Testa, que combina humanismo y poesía, vanguardia y monumentalidad, es la continuidad y el cierre de la saga arquitectónica argentina iniciada a fines del siglo XIX, que encontró una identidad en el gran juego del eclecticismo y la desprejuiciada combinación de textos, manifiestos y discursos de resultados singulares y únicos.
Ahora el maestro Testa es quien se merece un homenaje permanente. Y el mejor que le podemos hacer es cuidar el patrimonio que él nos ha legado: obras cumbres de la arquitectura argentina y mundial. Salve Clorindo.
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