Murió Camila, la niña que inspiró la ley de muerte digna
Los médicos accedieron al pedido de los padres y le desconectaron el respirador
Es el primer caso desde de la aprobación de la ley de muerte digna . Ayer, a las 10, Camila, la niña de tres años que desde que nació vivió en estado vegetativo, fue desconectada del respirador que la mantenía con vida y murió dos horas y cuarto después, en el Centro Gallego.
"Pasó por este mundo y nos dejó más derechos a todos. No fue en vano tanto dolor y sufrimiento", dijo ayer Selva Herbón, la madre de la niña, que ayer vivió una mezcla de emociones: del alivio porque el pedido de que no se prolongara el sufrimiento de Camila se concretó a la tristeza y el profundo dolor por la pérdida de su hija.
Luego de que la ley fuera publicada en el Boletín Oficial, el 24 de mayo último, los padres mantuvieron reuniones con los directores del sanatorio para solicitar que se aplicara el derecho a una muerte digna. El lunes último firmaron un documento que ratificaba su voluntad de que se le retirara el soporte vital a su hija. También de que no se le practicaran más terapias invasivas ni maniobras de resucitación.
Los médicos se tomaron unos días para analizar nuevamente si el caso se encuadraba dentro de la ley y finalmente anteayer, por la tarde, les informaron a los padres que el procedimiento médico se haría ayer por la mañana.
Selva y Carlos, sus padres, decidieron no estar presentes. En cambio, le pidieron a un amigo de la familia, Marcelo Velis, que los representara en la habitación del tercer piso del sanatorio. También estuvo allí el médico Juan Carlos Tealdi, director del Comité de Bioética del Hospital de Clínicas y asesor de la Secretaría Nacional de Derechos Humanos.
"Fue muy duro y difícil. Primero, cerca de las 10, los médicos comenzaron a reducirle el oxígeno del respirador. Finalmente, cerca de las 12.15, sufrió un paro cardiorrespiratorio no traumático, ya que Camila tenía una deficiencia respiratoria aguda y dependía del respirador. El momento de la muerte fue muy difícil, pero después a uno le sobreviene la convicción de que fue lo mejor para ella, que la vida vegetativa e indolente a la que estaba condenada no era vida", contó a LA NACION Velis.
Selva es docente y madre de otra hija, Valentina, de nueve años. Desde hace tres años, peregrinó todos los días hacia el tercer piso del sector de cuidados prolongados del Centro Gallego para visitar a su hija menor. Camila sufrió severas secuelas después de nacer, a causa de una mala praxis. La falta de oxígeno derivó en un paro cardiorrespiratorio y después de 20 minutos de reanimación logró sobrevivir, pero el daño fue tan grande que entró en un estado vegetativo permanente.
Tres comités de bioética se pronunciaron sobre el caso y afirmaron que su estado es irreversible, pero los médicos no podían desconectarla porque, ante la ausencia de una ley, tal acto se consideraría homicidio.
Selva y Carlos iniciaron una cruzada en el Congreso para que se sancione una ley que garantiza a los enfermos terminales el derecho a rechazar terapias que prolonguen su agonía. Enviaron cartas y recorrieron los pasillos del Congreso. Finalmente, distintos legisladores se hicieron eco del reclamo de esta y otras familias.
Los padres decidieron que no la van a velar. Cuando les entreguen el cuerpo de su hija, la cremarán y el domingo, a las 11, van a hacer una misa en el santuario Nuestra Señora de Luján de la localidad de Uribelarrea, cerca de Cardales.