Era 1886 cuando Buenos Aires padecía una epidemia de cólera que se prolongó durante más de un año. En ese entonces, el confinamiento de pacientes era el único método para detener el brote. Muchos de ellos se atendieron en La Casa de Aislamiento, un hospital inaugurado en 1882 que debió ampliar su capacidad con urgencia para poder enfrentar esa crisis. Ese espacio es hoy el Hospital Francisco Javier Muñiz, que, con los años, se convirtió en el principal centro médico de referencia del país en el tratamiento de enfermedades infecciosas y que en estos días vuelve a enfrentarse a otra pandemia, la del nuevo coronavirus (Covid-19).
Con la llegada a la Argentina del nuevo virus hace unos dos meses, la dinámica de los laboratorios del Muñiz cambió totalmente. Eso dice María Belén Bouzas, jefa de división de Análisis Clínicos. Ella tiene a cargo todos los laboratorios de virología y bacteriología. En total son seis y realizan 70.000 estudios por mes. Los laboratorios reciben muestras de todo el país y son muy pocas las derivaciones que hacen para resolver el diagnóstico.
"En el hospital recibimos formalmente el 28 de marzo la descentralización del Malbrán. Pero desde enero que cualquier sospecha de coronavirus se enviaba acá, y se lo estudiaba para descartar influenza, luego se lo derivaba al Malbrán. El flujo de muestras era muy grande. Superamos el pico de 2009 y llegamos a hacer 130 estudios por día. El SAME, en una tarea titánica, hacía 200 o 300 hisopados por jornada", relata Bouzas.
La pandemia de coronavirus se sumó a otras tantas enfermedades que atraviesan a ese laboratorio en la actualidad, como por ejemplo la sífilis, que demanda 1000 estudios mensuales. La misma cantidad de estudios se hace por VIH, de 500 a 600 por dengue, otro tanto por Chagas y también de tuberculosis.
"Antes todo el dengue del país se analizaba acá y hace un tiempo se descentralizó. Estamos viviendo varias epidemias, pero ahora solo se habla de coronavirus. Aunque el dengue, la sífilis y la tuberculosis son enfermedades que prevalecen. Incluso el Chagas es una enfermedad que aún existe, pero estuvo olvidada hasta que empezó a afectar al hemisferio norte", dice Bouzas. Pero destaca que el coronavirus representa un serio peligro porque tiene un altísimo nivel de contagio, razón por la cual, si bien la letalidad del virus es baja, la mortalidad termina siendo alta.
En un primer piso está la oficina de Eleonora Cunto, que, entre otras tareas, es la responsable de los pacientes con Covid-19 que están en terapia intensiva. Dice que esa enfermedad "es mala, mala. Es muy contagiosa e infectante".
Cuando un paciente muere, solo un familiar puede entrar a reconocerlo, y para hacerlo se tiene que poner un camisolín, los guantes, el barbijo, los anteojos. El cuerpo deberá llevar una etiqueta que estará a la vista, algo que no sucede con los pacientes que fallecen por otros motivos, y se sugiere la cremación. "Es una enfermedad que no les devuelve el cuerpo a los familiares", reflexiona Cunto.
Del Muñiz, ningún paciente infectado con coronavirus se puede ir, salvo que tenga una autorización judicial. En este momento hay cuatro salas preparadas para recibir pacientes por Covid-19, de las cuales dos son de terapias intensivas. En el momento de la entrevista solo había cinco personas internadas coronavirus. Cunto señala que a terapia intensiva llega solo el 5% del total de pacientes, y que de esos la mitad sobrevive. Al enfermo se lo aísla y, en algunas pocas excepciones, le permiten tener un celular para comunicarse con sus familiares.
De esta experiencia que atraviesa el mundo, en el plano local, Cunto destaca como algo positivo que la dirigencia política se haya involucrado directamente con la salud. "Los funcionarios deben tener más cercanía con el personal médico y durante esta pandemia la verdad que hemos mantenido un contacto casi cotidiano. Creo que la gente también le empezó a dar más relevancia al valor de la ciencia", indica.
Ahora en la planta baja está Sandra Gagliardo, la subgerenta de Enfermería. Antes de la pandemia tenía 380 personas a su cargo, ahora se agregaron 36 para las terapias intensivas y otras 149 para atender pacientes con Covid-19. Trabaja hace 36 años en el hospital y esta es la cuarta pandemia que atraviesa. Una de ellas fue la del VIH en la década del ochenta. En ese entonces, además, el Muñiz era el único hospital que atendía a personas transgénero.
"En el 85 levantábamos 15 cuerpos por noche que morían por VIH. En un principio no existían las normas de bioseguridad que luego se establecieron de manera universal. Acá atendimos pacientes con ébola, otra enfermedad que fue pandemia, el cólera y la influenza, que en 2009 mató a 32.000 personas en nuestro país, la gente se olvida. Ahora también la gran diferencia es que al estar tan comunicados nos enteramos en el acto de todas las muertes en el mundo. Eso genera mucha angustia", indica Gagliardo.
Además de tener 185 personas más a su cargo, el coronavirus también hace que se emocione hasta las lágrimas todas las noches, a las 21, cuando se escuchan los aplausos para el personal de la salud. "La enfermería es una profesión que necesita de empatía. Nosotros cuidamos, no curamos. Los aplausos me hacen llorar. Me emociona por todo el equipo de salud, desde los enfermeros, mbulancieros, el personal de limpieza. Igual, que no vaya a ser cosa que hoy nos aplaudan y mañana nos peguen en una guardia. Pero bueno, esto también tiene que ver con el sistema de salud".
El coronavirus no reconoció fronteras ni clases sociales, y este no es un detalle menor al momento de pensar por qué adquirió este nivel de relevancia. Al VIH se lo asociaba a la comunidad gay, y hoy en día a la tuberculosis, una de las enfermedades respiratorias en las que el Muñiz es un centro de referencia, se la vincula a la pobreza. Alberto Honigman es el jefe del área que trata la tuberculosis en el hospital.
Hace 35 años que trabaja acá y aún recuerda cuando su madre le repetía "si tenes algo jorobado andá al Muñiz". Según cifras de la Organización Mundial de la Salud, 2.000.000 de personas mueren al año por esta enfermedad. "Hay 1800 millones de personas infectadas, que no es lo mismo que enfermos. Los que mueren es porque están mal nutridos o tienen el sistema inmunológico dañado por su adicción a las drogas o por una enfermedad preexistente. De hecho, del total de muertos, 1.000.000 son chicos, y el 11% tiene VIH".
Ellos reciben cerca de 600 consultas mensuales. La gran mayoría proviene del conurbano bonaerense y ha recibido pacientes que pesaban menos de 40 kilos. "Cuando uno le diagnostica tuberculosis a una persona de bajos recursos, ese paciente lo agradece porque, al fin, puede empezar un tratamiento. Muchos llegan acá después de varias consultas fallidas. En cambio, cuando alguien de clase media o alta tiene tuberculosis, suele avergonzarse. Es más fino tener colesterol alto o un infarto. Pero esta es la enfermedad infectocontagiosa por excelencia y por eso los contagios también se dan de forma vertical", dice Honigman.
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