Muñecas Cariñito: el dentista que abandonó su profesión para crear uno de los juguetes más famosos de la Argentina
La historia de Ricardo Mermelstein, el creador de estas muñecas que supo reinventarse a sí mismo y a toda la industria del juguete
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“Un amor de Cariñito” es un jingle que quedó grabado en generaciones enteras de personas que durante su niñez veían en la pantalla de la televisión el aviso de las muñecas Cariñito. La caja rosada, con distintos nombres e inscripciones, además de la foto de una niña sonriente, pasó a ser un símbolo de alegría. Lo que pocos saben es que la fábrica que produce a estas muñecas (que logró sacar 300.000 ejemplares en un año) nació gracias a un hombre que decidió abandonar su profesión como odontólogo y dedicarse a crear sueños para los más chicos. Se trata de Ricardo Mermelstein, quien murió hace tres años, pero dejó un legado invaluable para los niños del país.
“Mi papá era dentista, no entendía nada de negocios”, cuenta a LA NACION Adriana Mermelstein, hija de Ricardo y actual directora de Juguetech, la empresa que su padre fundó. “De chico quería ser comerciante, pero mis abuelos no lo dejaron, porque querían que estudiara. A principios de la década del 60 se metió con un amigo a crear una fábrica de productos de plástico, compraron una máquina importada y, como en Europa hubo una crisis económica, casi se funden”.
A pesar de ser un dentista exitoso, Ricardo decidió insistir con su sueño y consiguió, junto a su empresa de plásticos, reinventar la industria nacional del juguete. “Él viajaba mucho a Europa y a China para poder inspirarse y traer lo último del mundo”, recuerda Adriana. A cargo de un consultorio y la fábrica, Mermelstein tuvo que tomar una decisión, y apostó su legado a llevar juguetes de calidad para los hogares argentinos.
Del consultorio odontológico a la fábrica de muñecas
Ricardo Mermelstein era hijo dos inmigrantes húngaros que supieron rearmar su vida en la Argentina después de la Primera Guerra Mundial. Estudió odontología y se convirtió en el primer universitario de la familia. Como dentista fue exitoso, principalmente por seguir un consejo del famoso joyero Ricciardi, quien, en alguna reunión social, le dijo: “Vos tenés que hacer algo distinto y publicitarlo”. Ese fue el principio que siguió durante toda su vida. Para su consultorio trajo de Europa un torno ultrasónico y publicó un aviso en el que se leía un eslogan pegadizo: “Caries sin dolor en una sola sesión”. Su hija explica con gracia: “Él siempre decía que lo echaron de la Asociación Odontológica Argentina por el aviso, porque parecía poco serio publicitar un servicio médico, pero a él le empezó a ir muy bien”.
En 1962, Ricardo tuvo la oportunidad de fundar una fábrica de productos plásticos junto a un socio que era un especialista en el tema, gracias a un paciente que le había recomendado comprar una máquina de inyectado de polietileno. Ahí comenzó a trabajar perchas, tapones de champagne y, más tarde, empezó con la producción de juguetes. A la par, continuaba con su consultorio odontológico.
Su gran boom fue unos años más tarde, cuando Ricardo comenzó a llevar el negocio sin el aporte de su socio y empezó a recurrir al PVC para producir muñecas: “Este es un material que entrega un nivel excelente; en la época era una novedad”, cuenta Adriana. Con el PVC, el negocio empezó a dar resultados. Adriana detalla que esta no fue la única innovación que su padre incluyó en la producción, sino que también fabricó animales de juguete y muñecas con sonido. “Hoy parece algo común, pero, en esa época, que un juguete hablara era una maravilla”, afirma la ejecutiva.
Ricardo había empezado a trabajar mucho en la gestión de la fábrica, pero no le fue fácil dejar el consultorio. “Le iba muy bien en ambos lados, y tuvo que decidir qué hacer —cuenta su hija—. Eligió el mundo del juguete y la industria de la felicidad para los niños: él tuvo, y ahora yo tengo, la suerte de trabajar fabricando sueños”.
La muñeca Cariñito y el jingle que la popularizó
El contexto industrial argentino siempre fue inestable, en las décadas del 60 y 70 también. La apertura y la restricción a las importaciones, pendular y cambiante, desafiaba a las fábricas nacionales, pero en esos años se dio un momento de relativo auge que Mermelstein y otros supieron aprovechar. “En los 50´ y los 60´ también surgieron Duravit y Yolli Bell, eran todos como un grupo”, describe la directora de Juguetech. Esto fue una oportunidad para Mermelstein, le significó un campo fértil para levantar la vara de la calidad y ser competitivo.
Las muñecas Cariñito surgieron en la década del 80 y fueron una gran novedad, principalmente por la suavidad de su material, su calidad y su diseño. Con las innovaciones tecnológicas y los modelos del viejo continente, la línea de muñecas nacional empezó a crecer. “Siempre con un cuidado especial en lo relativo a la calidad y en las mejoras en el producto, sumando ideas constantemente”, agrega Adriana.
En la década del 90, Cariñito empezó a hacer publicidad en canales de aire usando el jingle “Un amor de Cariñito”, que quedó grabado en la mente de miles de niños en todo el país. “Hacer publicidad en televisión en esa época era común en otras industrias, no en la del juguete, nosotros éramos casi los únicos”, sintetiza Adriana. Esta fue una de las formas de expandir el producto por todo el país y lograr que se consagrara como un clásico argentino. “Mi padre nunca se sacó de la cabeza lo que le dijo el joyero cuando era joven, y no estuvo errado”, expresa la directiva sobre la máxima de Ricciardi.
Produjeron muñecas que podían hablar, llorar, tomar de un biberón, gatear, que podían peinarse, maquillarse y más adelante hasta interactuar con celulares. Los accesorios y los distintos roles que fueron impulsando no son pocos y significaron una innovación para este sector de la producción nacional. “Tratamos todo el tiempo de actualizar los modelos y salir con lo nuevo”, describe Adriana.
Uno de los éxitos más grandes de la empresa fue Julieta, que mide un metro. “Es una muñeca de tamaño real que creamos en 1992 y le puse ese nombre por mi ahijada que nació ese año, incluso pusimos una foto de ella en la primera caja, como también hicimos con mi sobrina Valentina, en el packaging de Bebé de mamá”, narra Adriana sobre el impulso familiar en la fábrica.
Hablar en presente sobre muñecas: la Cariñito hoy en día
Ricardo falleció en 2021, pero trabajó en la empresa hasta que su salud no se lo permitió más. Su hija Adriana dirige hoy Juguetech, cuya fábrica está ubicada en San Martín, provincia de Buenos Aires. Allí producen entre 180.000 y 300.000 muñecas al año, de las más de 60 líneas de Cariñito.
“La industria de las muñecas no pierde vigor: las cajas, los accesorios, la suavidad, el diseño, son cosas hermosas que siempre gustan”, explica la directora de la empresa. Los celulares y las nuevas formas de entretenimiento parecerían amenazar a las infancias, pero Mermelstein sostiene que ella no ve un panorama oscuro: “Se sigue vendido hasta el modelo más tradicional de Cariñito, y nosotros probamos con cosas nuevas que también tienen demanda”.
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