Mucho trabajo y una dosis de suerte
"Llegamos a este resultado casi por casualidad", dijo ayer Gabriel Rabinovich, al presentar el trabajo de su grupo que se publica esta semana en la tapa de la revista Cell. Pero más allá de la humildad que lo caracteriza, si bien en esta historia puede haber una dosis de azar, lo cierto es que este tipo de éxitos se deben más al trabajo, a veces extenuante, que a la suerte.
Rabinovich descubrió la galectina-1 (Gal-1), esta proteína que parece ser una suerte de "piedra Rosetta" de la biología del cáncer, y la inmunidad cuando era todavía muy joven y hacía sus primeras armas en la ciencia en la Universidad Nacional de Córdoba.
"Una de las primeras cosas que observé es que cuando ponía Gal-1 junto a linfocitos T [células del sistema inmune encargadas de atacar bacterias, virus, hongos, tejidos trasplantados], éstos se morían -contó no hace mucho en una entrevista que se publicó en el suplemento Conversaciones de LA NACION. Luego, junto con mi primera tesista, Nati Rubinstein, pudimos probar que los tumores, que expresan mucha más galectina-1 que una célula normal, la utilizan para «escaparse» de la respuesta inmune. Están rodeados de linfocitos, pero éstos no pueden matar al tumor. Cuando bloqueábamos la producción de la proteína, los linfocitos T no morían, aumentaban su cantidad y lo eliminaban."
Luego, Rabinovich y sus colegas fueron descubriendo muchas otras caras de Gal-1. Vieron que también cumple un papel vital en la autoinmunidad, porque no mata a todas las células inmunitarias, sino sólo a los linfocitos que atacan al propio organismo. Es decir que destruye los linfocitos que nos son nocivos, pero mantiene a los que nos defienden frente a las infecciones.
De estos hallazgos surgió la idea de bloquearla con un anticuerpo monoclonal para que los linfocitos T aumenten y eliminen el tumor, y también de utilizarla para eliminar linfocitos T en enfermedades autoinmunes.
El trabajo no careció de dificultades, pero, junto con Diego Croci, primer autor del trabajo que se dio a conocer ayer, encontraron el anticuerpo anti-Gal-1, lo probaron en diferentes cánceres y mostraron que bloquea el crecimiento tumoral.
Aunque queda mucho por delante, no se puede menos que desear que más de dos décadas de esfuerzo fructifiquen. Para bien de los pacientes, y también -¿por qué no?- de la ciencia local.
Por supuesto, llegar a la tapa de una revista de alto impacto no es fácil y tampoco frecuente, ni siquiera para equipos del mundo desarrollado. Y no sucede por casualidad.
"Gabriel es un apasionado de su trabajo -decía ayer a la tarde la doctora Damasia Becú, directora del Ibyme ( www.ibyme.org.ar )-. Es habitual que te mande un mail a las doce de la noche. Y todo lo hace con tal anhelo de perfección que su estilo influyó en el conjunto del Instituto. Su trabajo es tan valioso que considero mi deber ofrecerle todas las posibilidades de desplegarlo."
Como decía Picasso: "La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando".
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