Mortalidad infantil y materna: un indicador que mejoró, pero que se estancó y enciende alertas en el interior del país
Un relevamiento elaborado por la Universidad Católica Argentina, con base en datos oficiales, mostró la relación de la variable con la pobreza; en el noreste de la Argentina, los números son altos
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El Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA) publicó hoy una investigación que muestra la tendencia a la baja en las tasas de mortalidad infantil y materna, pero advirtió sobre las cifras alarmantes en los indicadores de las provincias del norte. El organismo analizó las estadísticas recabadas por el Ministerio de Salud de la Nación entre 2005 y 2022 y concluyó que si bien los fallecimientos bajaron, es necesario poner el detalle en la realidad de lo que ocurre en el interior del país donde la desigualdad social y geográfica profundizó la brecha. Otro fenómeno a mirar: desde 2018 la disminución de los decesos se estancó, hecho que vincularon al impacto del crecimiento de la pobreza y la indigencia.
En el caso de la muerte de bebés de menos de un año, las provincias con los niveles más altos de pobreza superaron al promedio nacional y en los casos más extremos, como Formosa, casi lo duplicaron. Los especialistas remarcaron la urgencia de mejorar los sistemas de la salud y las condiciones de infraestructura de los hogares en cuanto al acceso al agua potable y cloacas. Además de la tasa en menores de un año, el estudio incluyó los indicadores de muerte de menores de cinco y de mortalidad materna. En el análisis comparativo de la región, Chile y Uruguay mostraron mejores resultados con un menor presupuesto destinado a salud.
“El promedio nacional es poco representativo de la realidad de las diferentes jurisdicciones del país donde hay un conjunto de provincias con tasas muy elevadas. Algunas casi las duplican, en especial en muerte de menores de cinco años, un indicador al que hay que prestarle mucha atención porque se trata de mortalidad infantil por enfermedades tratables o prevenibles y vinculadas a las condiciones de vida, falta de saneamiento e inequidad al acceso y atención en salud”, dice Ianina Tuñón, investigadora del Observatorio de la Deuda Social Argentina.
De acuerdo con el estudio, la tasa argentina de mortalidad infantil en menores de un año pasó de 13,3 cada 1000 nacidos vivos en 2005 a 8,4 en 2022, la última medición publicada por el Ministerio de Salud. Desde 2018 hasta hoy la evolución positiva se estancó y la situación de muchas provincias se alejó a la del promedio nacional. Por ejemplo, en 2022 Formosa registró 15,1 muertes en menores de 1 año (cada 1000 nacidos vivos), mientras que en Tierra del Fuego fue de 3,9.
En menores de cinco años, la tasa promedio nacional fue de 9,6 y hubo mayores progresos en la región del noroeste argentino que en el noreste, donde la mortalidad alcanzó a 18,5 en Formosa, 16 en Corrientes y 13,8 en Chaco, entre las más afectadas.
“Formosa está bastante por arriba de la tasa promedio nacional, con mucha pobreza y condiciones ambientales muy adversas para la vida de los niños que no cuentan con servicios de salud de calidad o equitativos. Formosa, Santiago del Estero y Salta son jurisdicciones donde se superponen altas tasas de mortalidad infantil y materna por encima de la media nacional, con la pobreza infantil. En estas zonas la población está dispersa en los territorios y alejada de los centros de salud”, explica Tuñón.
Y agrega: “Hay también cuestiones ligadas al clima. En el noreste hay zonas de condiciones climáticas y medioambientales de mucha vulnerabilidad para los niños y embarazadas, como por ejemplo los veranos en Santiago del Estero”.
Mortalidad materna
La tasa nacional de mortalidad materna promedió 4,1 cada 10.000 mujeres. Los principales decesos fueron por consecuencias obstétricas, omisión o tratamientos inadecuados, enfermedades preexistentes o indirectas al embarazo y al aborto. El informe mostró disparidades geográficas evidentes. Mientras que, en 2022, se registraron 8,6 muertes maternas en Santiago del Estero, y 8,3 en el Chaco; en la ciudad de Buenos Aires y en Neuquén se registraron 1,2 y 1,3, respectivamente.
“En el interior de las provincias más afectadas, las condiciones sociales en las que la madre queda embarazada y llega al parto influyen, y el menor acceso a los servicios de salud, a los controles periódicos del embarazo, y otros aspectos vinculados a lo cultural se combinan con condiciones de extrema pobreza”, señala Tuñón.
La investigadora destaca que a nivel país hubo progresos importantes en la disminución de los indicadores, pero se produjo un “fenómeno de amesetamiento” desde 2018 que vincula al incremento significativo y sostenido de la pobreza infantil.
“La profundización de las condiciones de pobreza, y en los últimos años de indigencia, produjo condiciones de vida adversas para el desarrollo de los niños. En la Argentina hubo una tendencia negativa en la pobreza económica. Cuando mejoran las condiciones de infraestructura de los hogares, como el acceso al agua y a las cloacas, y el acceso a la salud, mejoran muchísimo los indicadores de mortalidad, en especial la infantil”, explica la investigadora.
Como medidas que tuvieron efectos positivos en la baja de la mortalidad infantil destaca la Asignación Universal por Hijo y la ley N°27.611 de atención y cuidado integral de la salud y el embarazo y la primera infancia que estableció el programa 1000 días, que sigue el desarrollo de la madre y el bebé durante ese periodo.
Desarrollo del país
Para Miguel Ángel Schiavone, rector de la UCA y especialista en salud pública, la mortalidad infantil está vinculada directamente al desarrollo del país.
“A nivel nacional si relacionás la tasa de mortalidad infantil con la pobreza, la correlación es automática: a mayor pobreza, mayor mortalidad infantil. Sucede lo mismo con la materna. Es una deuda pendiente en el país mejorar estas tasas. Ningún Estado alcanza el desarrollo si sus habitantes están enfermos. Cuando estos indicadores son altos, no hay capacidad creativa y productiva de un pueblo. Cuando alcanzan a los niños significa que el compromiso del desarrollo se afectó seriamente”, dice Schiavone.
El especialista señala que comparativamente con los países de la región no hubo grandes progresos: “Por más de que tuvimos un descenso, Uruguay y Chile tienen mejores tasas con un menor presupuesto destinado a salud. Gestionan mejor esos recursos. En los países similares al nuestro las diferencias son grandes. Aún más cuando nos comparamos con países de Europa”.
La mortalidad de menores de un año en Chile y Uruguay es de 6 y 5, respectivamente, mientras que en menores de cinco registran 6,6 y 5,8. En la mortalidad materna la tasa argentina duplica a la de estos países: Chile 1,5 y Uruguay 1,9.
“Hay que ver en las provincias argentinas más críticas cómo se está trabajando el control de la mujer embarazada, el parto, el seguimiento del niño, las inmunizaciones, los controles neonatales. Hay que acelerar también los registros, la última medición publicada por el Ministerio de Salud es de hace dos años. Es poco oportuno tomar decisiones en el país con datos que no se actualizaron en tanto tiempo”, describe Schiavone y refiere, a la vez, que la atención primaria de la salud no puede limitarse solo a la construcción de salas de terapia neonatal. “Sirven para resolver un problema que, en realidad, se podría haber resuelto antes, si se hubiese identificado el grupo de riesgo y trabajado sobre ello. Un diagnóstico temprano con un apropiado control del embarazo reduce las muertes evitables”.
Y concluye: “Hay que tener datos confiables y oportunos para poder tomar decisiones en tiempo real. El sistema de salud argentino tiene que ir a buscar al paciente y trabajar sobre los grupos de riesgo. En el caso de los niños, no tiene que esperar hasta que los padres decidan llevarlo a un hospital El sistema tiene que buscarlo y medir si cuenta con un estado de nutrición adecuado y las vacunas al día”.
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