Corrían los primeros años de la década del ’50. El General Juan Domingo Perón había empezado su segundo mandato como presidente de Argentina. La imaginería del gobierno justicialista, con la exaltación de sus principios, de las figuras del trabajador, de Perón y de su esposa Evita, estaba presente a través de afiches, libros y diversos mecanismos de propaganda muy bien aceitados.
Pero hacía falta algo más. Una obra gigantesca, para la eternidad, que representara al mismo tiempo la trascendencia del justicialismo y la consolidación a través del arte de todos sus postulados doctrinarios. Con esa base nació la idea de construir lo que se conoció como "El Monumento al Descamisado".
El proyecto de la gran obra establecía que en la zona de Recoleta por donde hoy se encuentra la Floralis Genérica — más conocida como la Flor Metálica- se iba a levantar una inmensa construcción de 137 metros de altura en honor a aquel trabajador fabril de raigambre popular bautizado descamisado por la liturgia justicialista. Además, en la base de este "coloso de Rodas" peronista se levantaría un templo laico circular con estatuas alegóricas y con escalinatas de acceso a la construcción de unos 100 metros de diámetro.
Tras la prematura muerte de la primera dama de la nación, en julio de 1952, el proyecto se transformaría en el "Monumento a Eva Perón". Aunque la estatua del legendario trabajador peronista no iba a modificarse, en el templo inferior se instalaría el sarcófago de la entonces llamada Jefa Espiritual de la Nación.
El 26 de julio de 1953, de la mano de Leone Tomassi, el escultor italiano encargado de realizar la obra, se inauguró en el Ministerio de Trabajo la muestra con la maqueta de lo que sería el monumento y sus adyacencias. Y a fines de abril de 1955, con la platea del emprendimiento ya realizada, el propio Perón dio la simbólica cucharada de mezcla inicial en la ceremonia que inauguraba la construcción de lo que sería el monumento más grande del mundo. Comenzaba a erigirse "la octava maravilla peronista".
Pero en septiembre de 1955, cuando el gobierno justicialista cayó derrocado por la autodenominada Revolución Libertadora, el Monumento a Eva Perón quedó en la nada absoluta.
Las estatuas que ya habían sido hechas sufrieron destinos infames. "Algunas fueron mutiladas y arrojadas al Riachuelo, y otras que estaban en el taller italiano del escultor fueron destruidas por un comando paramilitar que envió hasta allí el gobierno golpista del ‘55", narra a LA NACION Oscar Andrés De Masi, abogado y especialista en patrimonio y monumentos.
El emplazamiento del coloso
El primer proyecto de la estatua para honrar al descamisado se remonta a octubre de 1946. Según un libro de próxima publicación de los periodistas e historiadores Hugo Gambini y Ariel Kocik, en esa fecha se aprobó en el parlamento la construcción del monumento, aunque no planeado con las dimensiones que se le dieron después.
Además, se esperaba colocar el emprendimiento en la Plaza de Mayo. En 1949, otra ley trasladaba el monumento a la Avenida de Mayo y 9 de Julio. Finalmente, se decidió que el coloso peronista -y el mausoleo de Evita que estaría a sus pies- se instalaría en un predio de la Recoleta.
El lugar aproximado donde estaría establecido el coloso es en la zona de la actual Plaza Rubén Darío, esto es, en el área comprendida entre las Avenidas del Libertador y Figueroa Alcorta, la calle Austria y el Museo Nacional de Bellas Artes.
Según razona De Masi en el libro "Monumento a Eva Perón", el lugar elegido puede tener que ver con que, por una parte, por la altura de la construcción podía erigirse como una suerte de faro, y por ello se había buscado un lugar próximo al río.
Por otro lado, se puede inferir que también influyó en su ubicación la cercanía del emprendimiento con lo que por entonces era la Residencia Presidencial, el sitio en el que Eva Perón había exhalado su último aliento, y donde hoy — luego de que esa residencia fuera demolida por la Revolución Libertadora- se levanta la Biblioteca Nacional. El monumento estaría exactamente enfrente, en línea recta a la que fuera la vivienda de Perón y Evita.
Una red alimentadora de cables de alta tensión y dos cañerías maestras de Obras Sanitarias de la Nación que se encontraron en la excavación del terreno produjeron varias demoras. Luego, se colocó para la base de la obra un reticulado de hierro de alta resistencia donde se volcaron 4000 metros cúbicos de hormigón. Había que tener en cuenta que la flamante platea debía ser lo suficientemente fuerte para soportar las 42.000 toneladas del peso de la totalidad del monumento.
La construcción de la obra estaría a cargo de la empresa alemana Wayss & Freitag, que ganó una licitación a la que se habían presentado unas 19 firmas.
El escultor
El hombre elegido para realizar la megaobra fue Leon o Leone Tommasi, un italiano nacido en Pietrasanta, costa norte de Toscana, en 1903. Este artista había realizado obras escultóricas que se habían instalado en el edificio de la Fundación Eva Perón, donde actualmente funciona la Facultad de Ingeniería.
Especialista en trabajos en mármol — en el jardín botánico porteño hay esculturas de su autoría-, este artista realizó la primera maqueta de la obra en 1951, y se la presentó a la misma Eva Perón, que la aprobó, pero, según decían los diarios de la época, realizando algunas sugerencias.
A contramano — o no- de la legendaria frase atribuida al general Perón, "Si querés que algo no funcione, creá una comisión", el monumento al descamisado tenía su propia Comisión de seguimiento. Encabezada por la Senadora Juana Larrauri, y en la que participaban, entre otros, el diputado Héctor Cámpora y el Subsecretario de Informaciones de la Presidencia de la Nación, Raúl Alejandro Apold — hombre clave en la maquinaria de propaganda justicialista-, esta comisión organizó un viaje hasta Pietrasanta para realizar el seguimiento de los trabajos de Tommasi.
El escultor alternaba sus tareas entre el taller que tenía en su tierra natal y uno que había montado aquí en San Isidro. Según De Masi, en la Argentina el artista realizaba los modelos de arcilla y yeso, mientras que en Italia trajinaba el mármol, proveniente de una localidad próxima a Pietrasanta llamada Carrara.
El exorbitante costo de la obra, que se calculaba entonces en 400 millones de pesos, fue uno de los cuestionamientos que tuvo el monumento en la opinión pública, especialmente luego de la caída del gobierno justicialista. Pero otro de los planteos negativos que se le hacía era el porqué se había elegido un escultor extranjero para realizarla. Al respecto, De Masi señala que en aquel tiempo se le atribuía a Apold una reflexión, que le expuso a Perón: "¿Habrá escultores buenos que sean peronistas?". A lo que el General habría contestado con desencanto: "Ése es el miedo que tengo…".
Detalles de la obra
El conjunto arquitectónico completo mediría una vez y media más que la Estatua de la Libertad neoyorquina y tres veces más que el Cristo Redentor carioca. "La grandiosidad de la obra será el testimonio permanente de la exaltación que la Nueva Argentina hace del recuerdo de su Abanderada", decía el folleto de presentación del monumento distribuído en 1955 por la Secretaría de Prensa y Difusión de la Nación.
El inmenso descamisado que coronaba esta construcción — según la maqueta- presentaba el rostro adusto mirando al horizonte, la camisa abierta hasta la cintura con el recio pecho al aire y los puños apretados a ambos lados de su cintura. Estaba realizado mediante "una estructura compleja, hueca, revestida en chapas de cobre batido y patinado, muy similar a la estatua de la libertad", señala De Massi.
Desde una escalera helicoidal interna, se podría llegar hasta la cabeza de la estatua y también se establecían paradas intermedias de observación panorámica de la ciudad, como una terraza enclavada en el yunque que formaba parte de la obra.
El templo/mausoleo de la base concentraba los preceptos del ideario justicialista. "Cada una de sus partes simbolizará la obra titánica de Perón, el fuego de la Revolución de Octubre", explicaba el folleto de la época.
La galería circular externa tendría 16 columnas con una estatua de 4,5 metros de altura en cada una, de una sola pieza en mármol, que representaban los postulados doctrinarios peronistas: entre otros, la justicia social, la solidaridad, los únicos privilegiados son los niños. En el mismo conjunto escultórico había una alegoría a La razón de mi vida, y dos imágenes de Perón: el Coronel y el Conductor.
Según cuenta Ariel Kocik, un informe realizado por una comisión investigadora de los gastos y posibles malversaciones del peronismo conformada por el gobierno de la autoproclamada Revolución Libertadora consignó que el precio de cada una de estas estatuas, sin contar el trabajo del escultor, era de unos US$ 50.000.
Las tres puertas de acceso al templo, inmensas, de bronce y con imágenes en bajorrelieve representarían los tres principios para la Argentina que inflaman el discurso de justicialistas de otrora y de hoy, cuando braman por una patria socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana.
En el salón principal, revestido en mármol, de pavimento y columnas de granito rojo, se encontraría una estatua de Eva Perón, acompañada de dos esculturas alegóricas, las del trabajo manual e intelectual.
Por encima de las columnas, una inscripción en letras mayúsculas ocuparía toda la circunferencia del templo: "Hubo al lado de Perón una mujer que se dedicó a llevarle al presidente la esperanza del Pueblo, que luego Perón convertía en realidad. De aquella mujer solo sabemos que el Pueblo la llamaba cariñosamente Evita". La extensión de la cita da cuenta del importante diámetro interno del mausoleo.
El sarcófago de Eva Perón
"En su viaje por Europa en 1947, cuando visitó París, Eva se impresionó con el Palacio Nacional de los Inválidos y con el mausoleo de Napoleón que se encuentra allí dentro. Se le ocurrió que podía hacer lo mismo acá, una especie de monumento funerario en honor del descamisado desconocido", cuenta a LA NACION el orfebre Juan Carlos Pallarols.
Lo que esa mujer no sabía en ese momento era que aquel mausoleo pensado para el descamisado anónimo se transformaría luego de su muerte en su propio templo para el postrero reposo. El proyecto emplazaba el sarcófago de la Jefa Espiritual de la Nación en un subsuelo del mausoleo, iluminado por una luz cenital.
Se planificó que dicho sepulcro estaría tallado en cristal de roca, y llevaría una cubierta con la imagen de una Eva Perón yacente trabajada en plata, un modelo que sería la réplica exacta del cuerpo de la líder, realizado por Juan Carlos Pallarols padre. "Mi papá trabajaba con el cadáver, que estaba en el subsuelo de la CGT, para hacer el molde que luego reproduciría en plata — cuenta hoy el hijo del artista-. El cuerpo de Eva estaba tan consumido luego de su enfermedad, que para hacer la mascarilla de la cara había que darle volumen inyectándole parafina caliente en la nariz y las mejillas".
"Mi papá era famoso porque moldeaba la plata a mano, como un chapista. La lámina de ese metal precioso para Eva medía dos metros por ochenta, y tenía un espesor de un 1,2 milímetros", cuenta Pallarols hijo. Como un detalle, el orfebre añade: "La idea era que cada 26 de julio — fecha de muerte de la líder justicialista- la cubierta de plata se levantara con unas cadenas y quedara en exposición el cuerpo real embalsamado de Evita".
El dato de que el cadáver se exhibiera "es revelador de una tremenda pulsión mística en el monumento y permite su exhibición ritual, al modo de los santos y santas de la iglesia expuestas, de tanto en tanto, en fiestas y procesiones", señala De Masi en el citado libro Monumento a Eva Perón.
La caída
El Coloso de Rodas, aquella majestuosa estatua -una de las siete maravillas del mundo antiguo- que custodiaba el acceso portuario a la mencionada isla griega, sucumbió en el año 226 antes de cristo a causa de un maremoto. El gran descamisado justicialista cayó, aún antes de erigirse, a causa de la furia antiperonista que trajo consigo la autorrotulada Revolución Libertadora.
El decreto ley 4161 del nuevo gobierno de facto buscaba de manera contundente la "desperonización" del país. Se prohibía hacer mención de los nombres de Perón y Eva Perón y también utilizar cualquier imagen, símbolo o elemento que remitiera al justicialismo, so pena de pasar de 30 días a seis años en prisión.
En ese contexto persecutorio y opresivo, Pallarols cuenta lo que hizo su padre: "Rompió la maqueta de yeso de Eva en pedazos y los envolvió en manteles y en canastas de pan del Café Tortoni, porque mis abuelos eran los dueños de ese lugar, y se embaló todo para preservarlo. Y la parte de plata la cortó en pedacitos, la fundió y la vendió para pagar parte de los gastos".
Con la intempestiva interrupción del Monumento a Eva Perón, el orfebre, que no había querido recibir ningún pago por adelantado por su trabajo, quedó en la ruina económica absoluta. Con el tiempo y el trabajo, los Pallarols se recuperaron, e incluso en 1983 reconstruyeron el molde de la Eva yacente, que se encuentra ahora en el taller que Juan Carlos hijo tiene en San Telmo.
En tanto, muchas de las estatuas que integraban el monumento fueron destruidas, y otras arrojadas al Riachuelo. Dos de ellas, la que representa La razón de mi vida y la de Los derechos del trabajador, están actualmente en la que fuera la quinta de fin de semana del matrimonio de Perón y Eva, en la localidad de San Vicente, en el lugar que se convirtió en el "Museo 17 de octubre", y donde hoy, además, yacen los restos del líder justicialista.
"Esas estatuas las rescató en su momento la municipalidad de Lomas de Zamora, con una intervención del Intendente Bruno Tavano y personal del Museo local", señala De Masi. En estos casos, las esculturas que representan a la Eva sosteniendo La Razón de mi vida y a Perón, acompañando a un trabajador, se encuentran decapitadas.
El resto de las estatuas del monumento nunca llegaron a esculpirse, o fueron destruidas o extraviadas. Lo poco que se había construido en el emplazamiento de la Recoleta, en las proximidades de la Flor Solar, fue demolido.
El proyecto del Monumento al Descamisado — luego a Eva Perón-, una obra épica, la más grande del mundo, que reflejaría la magnificencia de la Nueva Argentina del gobierno peronista, quedaba así convertida en un mero sueño, condenado a la destrucción y al olvido.
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