“Traerla acá fue un milagro”, asegura David Fenton cuando recuerda la llegada de Peggy, su esposa; los hijos del matrimonio eligieron también este paraje inhóspito repleto de historias; durante la guerra de Malvinas, su ascendencia británica y su ubicación los convirtieron en sospechosos
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ESTANCIA MONTE DINERO (Santa Cruz).- “Dos semanas”. Ese, dice Peggy Fenton, era el tiempo que sus amigas consideraban que iba a durar viviendo con su nuevo marido. Nadie dudaba de su amor por David Fenton. Dudaban, en cambio, sobre cómo se adaptaría de su crianza en Lomas de Zamora, con educación en el Barker College y vacaciones en Córdoba, a la dura vida en este paraje ventoso, fronterizo con Chile y con costa en el Estrecho de Magallanes en el que se instaló de recién casada.
“Traerla acá fue un milagro”, se ríe David en el living de su casa sencilla. David tiene 75 años y Peggy, 74. Hablan en inglés entre ellos y con sus tres hijos. El clima y el paisaje contribuyen a la sensación de que la escena podría transcurrir en la campiña inglesa. La decena de construcciones del casco de Monte Dinero y su bandera argentina ajada por el viento son un pequeño oasis de humanidad en medio de las 26.000 hectáreas apenas pobladas por un puñado de personas que ocupa la estancia.
El milagro ocurrió en 1970, cuando se casaron en la Iglesia Anglicana de Lomas de Zamora. Tenían en común su ascendencia británica -el papá de Peggy, John Warren Sharpe, era hijo de una familia oriunda de Sheffield, Inglaterra, que vino a la Argentina para trabajar en los ferrocarriles- pero la vida en el sur de Santa Cruz de aquellos años ponía a prueba afinidades y enamoramientos.
La calefacción era a carbón y leña y la rutina de las mujeres estaba muy limitada por las tradiciones de la familia Fenton a la que se incorporó Peggy. “Ella no se sentía cómoda resguardando las plantas del jardín contra los vendavales que soplan en esta zona de la Patagonia y le pidió a David que le enseñara las tareas de la estancia.
La costumbre era que los hombres pasaran largas temporadas en el campo mientras las mujeres se refugiaban en la civilización que ofrecía Río Gallegos, que queda a 114 kilómetros, pero que, por el estado de los caminos, era una distancia difícil de recorrer. Peggy también se rebeló contra esa vida y se instaló en Monte Dinero. “Para que un matrimonio funcione tienen que estar juntos”, sostiene.
Eso no impidió que surgieran conflictos en la pareja. David recuerda que en la primera pelea que tuvieron cuando ya vivían en la estancia, Peggy salió enojada de la casa y se protegió del viento detrás de un galpón. “Peggy, ¿sabés que estás sentada en Chile no?”, le dijo su marido. En Monte Dinero, la frontera es apenas un alambrado que recorre el campo a escasos metros de las casas.
A este lugar inhóspito llegó Arthur, el primer Fenton de la zona, alrededor de 1885. Los Fenton eran de Irlanda y su hermano Thomas estaba radicado en Punta Arenas, Chile. Eran tiempos de pobreza en Irlanda. A mediados del siglo XIX una plaga diezmó la cosecha de papa y generó millones de muertes y exilios. Thomas y Arthur eran médicos y el primero de ellos alentó al segundo para que emprendiera el largo viaje al sur de América.
El 9 de octubre de 1885 el presidente Julio Argentino Roca designó a Arthur Fenton cirujano de la gobernación de Santa Cruz. Su sueldo estaba incluido en el presupuesto. Fue el primer médico estable del territorio y visitaba a sus pacientes a caballo, o en carreta. En 1890 se casó con Emma Mc Mumm, una viuda que era propietaria de la estancia Monte Dinero, y se integró a la comunidad de ganaderos de origen británico que poblaban la zona.
Toda la región austral del continente americano -Tierra del Fuego y Santa Cruz, pero también las Malvinas y Magallanes, en Chile- se manejaba como un bloque interrelacionado y con una fuerte impronta de migrantes británicos. “Era una especie de región autárquica”, explica Pablo Beecher, un periodista santacruceño que escribió varios libros sobre ese proceso de colonización.
El propio presidente Roca aconsejó a Carlos Moyano, el primer gobernador del entonces territorio nacional de Santa Cruz, que invite a pobladores de Malvinas a poblar la Patagonia sur. Moyano tenía mucha relación con las islas y estaba casado con Ethel Turner, hija del gobernador de Malvinas, que ayudó en las radicaciones. Los malvinenses cruzaron en goleta con sus ovejas y se instalaron en las tierras que el gobierno argentino ofrecía a bajo precio. Otras de las ovejas fueron traídas desde el sur de la provincia de Buenos Aires en grandes arreos que duraban años.
Peggy es la historiadora informal de la familia y tiene prolijas carpetas con documentos, recortes de diarios y cartas. En una de ellas, Thomas Fenton intenta convencer a su madre para que emigre de Irlanda a la Patagonia con un argumento contundente: le dice que sus criados comen mejor que ella.
La ubicación geográfica de la estancia le generó sorpresas durante la última dictadura militar. En 1978, en los meses de la escalada bélica con Chile, tuvieron tropas argentinas acampando en la estancia. Y en 1982, en la guerra de Malvinas, recibieron una visita tenebrosa e inesperada en plena noche.
“Por suerte los chicos no estaban”, recuerda Peggy sobre aquel día en que un grupo de militares se presentó para requisarles el equipo de radio y hacerles saber que los estaban vigilando. Su ascendencia británica y los kilómetros de costa despobladas muy cerca de las islas convirtieron a los Fenton en una familia sospechosa para el gobierno argentino.
Los chicos, sus hijos, son Richard, Caroline y Sharon, que vivían en Buenos Aires porque estudiaban en el St George´s College, en Quilmes. En las vacaciones se instalaban con la familia en la estancia y, ya adultos, los tres eligieron la vida de campo. Carolina vive en Monte Dinero, Sharon en una estancia cercana, del lado chileno, y Richard en Chos Malal, en Neuquén.
Monte Dinero hoy se dedica a la cría de ovejas -tienen 11.000- para la explotación de lana y carne, pero también al turismo. Está a escasos kilómetros del faro de Cabo Vírgenes, el último de la Argentina continental, de la entrada del Estrecho de Magallanes y de una pingüinera que es de las más pobladas de Sudamérica.
La Big House, donde se hospedan los huéspedes, es la vivienda prefabricada original que la familia Fenton trajo en barco de Europa. Viejas patentes de autos, libros con la contabilidad de la estancia a inicios del siglo XIX y fotos de época remiten a una historia de colonos que aún se sigue escribiendo.