Se trata de las lagunas que conforman Ojos de mar, en Tolar Grande, Salta; para los especialistas el cambio es producto de la ejecución de una obra; según el gobierno provincial, se debe a una fenómeno natural
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En Salta había tres cristalinas lagunas saladas conocidas como Ojos de Mar, en Tolar Grande, a 380 km de la capital provincial. Eran un atractivo turístico con agua solo comparable con la del Caribe. Pero el año pasado, de un momento a otro, se convirtieron en una sola de color marrón: de agua aturquesada a una tonalidad cobre cloacal. Varios especialistas consultados por LA NACION consideraron a este fenómeno como la cara visible de un desastre ambiental, que afecta a uno de los microorganismos más pequeños, pero más interesantes para la ciencia.
El hecho apareció a la par de la puesta en marcha y finalización del proyecto Circuito Científico y Turístico Ojos de mar autorizado por la Secretaría de Ambiente y el Ministerio de Turismo y Deportes de la provincia. Hace unas semanas, se publicó un informe técnico preliminar solicitado por el Municipio de Tolar Grande, que hace un relevamiento del estado actual de los tres cuerpos de agua. Los estudios realizados fueron presentados por Emilio Eveling, geólogo y concluyeron, según un comunicado del gobierno de la provincia, que “una serie de eventos climatológicos serían las causales de las condiciones actuales”.
Sin embargo, algunos de los especialistas consultados sostienen que la obra ejecutada contribuyó a acelerar el proceso, además cuestionan al gobierno salteño no haber prestado atención a los riesgos que había advertido un reporte ambiental previo a la construcción de las pasarelas.
El municipio solicitó el reporte para determinar finalmente por qué cambió el agua de color. Poco después del inicio de la obra, varios científicos, guardaparques y hasta autoridades provinciales advirtieron que notaban alteraciones en la cantidad de agua que había en Ojos de mar.
Esta zona son tres parches o “piletas” de agua extremadamente salada, con una profundidad aproximada de diez metros. El lecho es blanco, como un arrecife de sal en el que viven comunidades de algas y bacterias. Son como alfombras formadas por microbios que sobreviven al nivel de salinidad y acidez extrema, así lo explicó Cecilia Leone, integrante del equipo de Divulgación Científica de la Dirección de Relaciones Institucionales del Conicet, en una publicación en 2015.
Más allá del encanto, estas lagunas son invaluables para la ciencia por contener a los microorganismos más antiguos de la Tierra: los estromatolitos. Llevan más de 3500 millones de años en el planeta. En cada extinción masiva que atravesó el planeta jugaron un papel central. Son seres vivos excepcionales que se instalan en los sitios más inhóspitos, y tienen la capacidad, aún mayor a la de las plantas, de hacer fotosíntesis.
Fueron descubiertos en Ojos de mar en 2009 por María Eugenia Farías, doctora en biología e investigadora del Conicet hasta 2022. Contó a la misma institución en 2015 sobre la existencia de estos ecosistemas en diferentes lugares.
“En el 50 por ciento de los salares, lagunas y fuentes hidrotermales hay ecosistemas microbianos”, describe Farías. Frente al hallazgo, en 2011 declararon a las lagunas de Tolar Grande y Socompa como Refugios Provinciales de Vida Silvestre.
Científicos y expertos en turismo consultados por LA NACION temen que estos microorganismos estén en riesgo por la transformación de Ojos de mar, y suponen que la infraestructura instalada para el proyecto turístico modificó radicalmente el sitio.
“Esas bacterias siguen haciendo fotosíntesis como las primeras que habitaron el planeta. Esa fotosíntesis depende de la luz, y al no ser más transparente el agua, la luz que pasa ya no es la misma. Por lo tanto, los sistemas [extremófilos] que tenían como única fuente de energía la luz, ya no la tienen. Está totalmente alterado”, señala un especialista que prefirió preservar su identidad.
El circuito, en la mira
El Circuito Científico y Turístico Ojos de mar consistió en la construcción de diferentes pasarelas modulares en madera de lapacho que se instalaron luego sobre dados prefabricados de hormigón. Las pasarelas servirían como una forma segura y responsable para que los turistas caminen alrededor de las tres lagunas turquesas. Así se precisó en la Evaluación de Impacto Ambiental del proyecto publicada en 2021 y firmada por una ingeniera ambiental y una arquitecta, y aprobada por el gobierno provincial.
En diálogo con LA NACION, Mario Peña, ministro de Turismo de Salta, cuenta que “antes no había nada y los turistas andaban por distintos lados. Llegaban hasta el borde de Ojos de mar y ponían en riesgo distintas situaciones”. Y aclara: “La caminería tenía que ver con tener un espacio específico para poder disfrutar de ese lugar”.
Sin embargo, Luis Ahumada, guía salteño especializado en turismo científico, señala que junto con su equipo de turismo siempre tomaban la precaución de que los visitantes no se acercaran ni ingresaran al agua.
“Cuando hicieron la caminería, aparentemente con un pilote, perforaron parte del salar y empezó a brotar agua hasta llenarse”, señala Ahumada.
“Ni siquiera habían terminado la obra y ya había empezado a salir agua debajo de los taladros”, apunta otra fuente experta, que afirma que “se inundó todo, se tapó todo, y está horroroso”.
Los datos
En los salares no todo es sal, también los componen otros materiales, como la arcilla, de tono rojizo o marrón, y otros sedimentos. En el lecho de las lagunas, la arcilla se intercalaba entre varias capas de sal.
Con el tiempo, en Ojos de mar se formó una especie de costra que atrapó ese sedimento. Gracias al reflejo de la luz del sol, el agua tiene un tono cristalino, casi transparente que llama la atención. Según Agustina Lencina, doctora en Geología, la instalación de la pasarela en el salar provocó su hundimiento y la rotura de esa costra salina que rodeaba a Ojos de mar. Eso liberó todos los sedimentos atrapados que cambiaron el color del agua, de acuerdo a lo que indica.
Ahumada sostiene que en el Estudio de Impacto Ambiental “no hay un aval científico que diga que realmente se puede hacer [la caminería]” y que para hacer tal estudio “tiene que haber un científico que diga si se puede o no”,.
La Evaluación de Impacto Ambiental es la herramienta jurídica y técnica que permite identificar, predecir y mitigar los posibles efectos que una actividad puede causar en el ambiente en un plazo determinado. En la Argentina, todos los proyectos de infraestructura tienen que tener estas evaluaciones aprobada antes de que se inicien para poder llevarse a cabo.
Enrique Derlindati, biólogo y docente de la Universidad Nacional de Salta, afirma que el estudio de impacto ambiental del proyecto en Ojos de mar estaba incompleto. “Hubo una advertencia de algunos técnicos provinciales, pero no les hicieron caso”, recuerda. Y es que, según explica, este documento dio prioridad a “cuestiones ingenieriles de obra pública” en lugar de tener en cuenta el impacto que podía provocar.
A su vez, Lencina explica que los estudios de impacto ambiental “tienen que tener una mirada interdisciplinaria” porque “cuando vas a colocar algo, estás dentro de un sistema” que “no solo impacta en los sistemas microbianos de forma directa, sino que además tiene biología, fauna y flora”, y por eso existe el riesgo de haber “toda una consecuencia en cadena cuando uno perturba el ambiente”.
Sin embargo, el ministro de Turismo afirma que desde el gobierno de Salta estuvieron “dos años haciendo todos los procesos para poder tener la habilitación correspondiente para llevar adelante la obra” y que justo cuando estaban “en la etapa de terminar la obra apareció este fenómeno: volvió a tener más cantidad de agua de lo que venía teniendo”.
La infiltración de agua en el salar y las inundaciones siempre tuvieron lugar en la región de Ojos de mar, pero existe el problema de que no hay datos que muestren cuán elevadas fueron las crecidas anteriores. El informe técnico preliminar muestra dos imágenes satelitales que comparan el –ya arruinado– atractivo turístico entre los años 2010 y 2024.
Emilio Eveling, geólogo y presentador del informe técnico preliminar, explica que “el gran limitante es la falta de datos que permitan conocer con mayor precisión qué está pasando”. Según algunas conversaciones que tuvo con otras personas que trabajan en la Puna, “estos cambios en los cuerpos de agua son muy frecuentes” y que “lo que hay que hacer es empezar a monitorearlos, porque lo que se ve actualmente es que hay un cambio en la distribución y la cantidad de las lluvias”.
La obra
La obra empezó en 2014 y se ejecutó en dos etapas: la primera consistía en consolidar el espacio del estacionamiento y la delimitación de caminerías. La segunda, en instalar las pasarelas al borde de Ojos de mar, algo que se ejecutó entre junio y octubre de 2023.
En la segunda parte construyeron los caminos de manera tal que permitieran la circulación de caudal de escurrimiento pluvial por debajo de la base de hormigón. Las maderas y las vigas de hormigón que conforman la pasarela fueron movilizados en carretones hasta el lugar donde fueron instaladas para evitar la circulación de vehículos pesados que compacten y degraden el suelo.
Para Derlindati, un punto clave es reconocer la importancia de hacer evaluaciones de impacto ambiental mucho más estrictas cuando se trabaja sobre sistemas únicos y frágiles y de un alto valor tanto científico, educativo y económico desde el turismo. Justamente, “eso es lo que no se hizo”, según el biólogo de la Universidad Nacional de Salta.
“En el escenario actual, sin datos previos y sin haber hecho un monitoreo a lo largo de la obra no podemos saber si esta aumentó o aceleró el proceso”, señala el Derlindati.
Según informaron a LA NACION fuentes del Ministerio de Turismo y Deportes y del Ministerio de Producción y Desarrollo Sostenible de Salta, ellos presentaron junto con Eveling un informe técnico preliminar sobre el estado actual de Ojos de mar en la Casa de la Cultura de Salta el 12 de abril. El reporte indica que la construcción de las pasarelas comenzó el 12 de julio de 2023.
“Cuando empezó la colocación de las vigas, ya había sectores inundados y en otros estaba el agua en la superficie, por lo que se decidió armar unas bases de tierra para poder colocar las vigas y nivelarlas, y evitar que estuvieran en contacto con la salmuera y el salitre”, explica Eveling.
En lugar de enterrar las vigas, nivelaron el terreno y se instalaron sobre plástico, de manera que el hormigón no tuviera contacto con el agua salada. El informe aclara que durante la colocación de las vigas, no se compactó el terreno. Las tareas iniciaban a la madrugada, ya que el suelo estaba más firme y no había tanto barro.
Según Derlindati, el motivo principal de la reunión del 12 de abril fue la necesidad que tenía el Municipio de Tolar Grande de contratar a un hidrogeólogo para analizar la inundación que sufrieron los tres parches de agua y conocer la causa de la formación de la laguna marrón que arruinó el sitio. Y expresa: “En base a las evidencias del hidrogeólogo, es un proceso natural que tuvo que ver con las lluvias en la cordillera, con una infiltración fuerte hacia el salar”.
Suba de nivel
Eveling visitó recientemente Ojos de mar y contó a LA NACION el fenómeno que provocó el cambio en las lagunas del salar de Tolar Grande: el agua tornó de color porque subió su nivel del líquido.
“El color marrón que se ve ahora es porque se erosionó o diluyó la capa de sal que estaba por encima y hay un movimiento de partículas compuestas por fragmentos de roca y minerales preexistentes acumulados y colisionados”, explica el geólogo.
Él afirma que la obra no impactó en la modificación del agua debido a que la carga que ejerce la estructura sobre el suelo es “despreciable” y que, al momento de realizarla, dieron cuenta de la superficie. En lugar de seguir cavando, construyeron una base de material de tierra para colocar las vigas y nivelarlas, de manera que no perforó el suelo. “Se subió el nivel de la superficie para nivelar la pasarela, que es lo que ahora se está erosionando: la parte donde el agua golpea con las vigas”, dice Eveling.
“En realidad, Ojos de mar tenía crecimiento periódicos, pero el agua era totalmente transparente. Ahora hay una capa de arcilla roja propia del mismo salar, pero que no queda claro de dónde proviene”, cuestiona Derlindati.
Según Eveling, la subida es una cuestión climática pues las nevadas del año pasado comenzaron en mayo y se derritieron entre septiembre y octubre, justo cuando las lagunas se unieron y cambiaron de color.
La gran disyuntiva que generan la situación de Ojos de mar es no solo la transformación de las tres lagunas, antes separadas y de tono cristalinas, en una sola marrón, sino el por qué persiste una enorme cantidad de sedimento a partir de la suba del nivel del agua e inundación del salar, que los cubrió totalmente. Justamente, Derlindati lo consultó con Eveling, pero “no pudo contestar” porque “no tiene la información suficiente para saberlo”.
Desde el Ministerio de Producción y Desarrollo Sostenible de Salta reiteraron que el fenómeno que ocurrió en Ojos de mar fue debido a “causas naturales” y que hay actualmente “dos investigaciones más en curso”, además del informe preliminar ya presentado por Eveling. Estas dos últimas no cuentan con una fecha de presentación por el momento.
El geólogo confirmó que se está realizando un plan de trabajo para una segunda etapa de estudios: “Recién se hizo una primera etapa, que es el informe preliminar, y ahora estamos haciendo levantamientos topográficos de detalles para conocer con exactitud los puntos donde están Ojos de mar”, ya que se inundaron en gran parte por ubicarse en la altura más baja del salar.
Por otro lado, recientemente Derlindati aclaró que hace más o menos un mes “se desarmaron las comisiones y no se investigó más” y que la idea ahora es ver qué pasa con la laguna marrón “después del invierno”.
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