Misterio resuelto: revelan la causa del tsunami ocurrido en Mar del Plata en 1954
Poco después de las 11 de la mañana del jueves 21 de enero de 1954, los miles de turistas que colmaban las playas Popular y Bristol, en Mar del Plata, fueron barridos de la arena por tres olas gigantes sucesivas y quienes chapoteaban en la orilla quedaron pataleando sin tocar fondo. El nivel del agua subió un metro en seis minutos. No hubo muertos, pero once personas debieron ser asistidas por un principio de asfixia y más de un centenar sufrió diversas contusiones. El Muelle de los Pescadores quedó cubierto durante breves minutos. Y luego todo volvió a la calma.
El inusual fenómeno, que en realidad se verificó a lo largo de la franja costera de 3,5 km que separa Punta Iglesia y Playa Chica, fue tan sorpresivo como enigmático. El diario La Capital lo definió en tapa como un "oleaje de extraordinaria altura y violencia", y describió las escenas de pánico. Las autoridades descartaron entonces que fuera un maremoto, dado que no se registraron sismos submarinos, y lo atribuyeron a la concurrencia circunstancial de varios factores, como una serie coincidente de olas de pequeña altura y rápida sucesión en un mar muy tranquilo.
Ahora, 65 años más tarde, un grupo de científicos revisó los datos e hizo nuevos cálculos. Y concluyó que pudo haberse tratado de un suave tsunami local o regional de causa meteorológica, de categoría 2 en una escala creciente de 1 a 6. El hallazgo plantea la posibilidad de que este tipo de episodios se repitan con mayor frecuencia.
Tsunamis meteorológicos de esa magnitud "son muy raros e impredecibles. Pero podrían volver a producirse si se repiten condiciones atmosféricas parecidas", señala a LA NACION Walter Dragani, investigador independiente del Conicet en el Servicio de Hidrografía Naval y profesor del Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.
El análisis fue anticipado en la última edición de la revista Ciencia hoy y pone el foco en los efectos de las llamadas "ondas de gravedad atmosféricas": ondas imperceptibles para la gente que se caracterizan por fluctuaciones de presión de 2 a 5 hectopascales en el curso de pocos minutos a tres horas. Y que, impulsadas por la gravedad, surcan el aire del mismo modo que las olas surcan las aguas.
Cuando las condiciones son propicias, estas ondas pueden tener un impacto dramático en la superficie de los océanos. Tal cual anunciaron Dragani y sus colegas Rubén Medina y Roberto Violante, "resultados preliminares indican que si su dirección, velocidad de propagación, amplitud y periodicidad alcanzaran determinados valores, podría producirse una resonancia en la plataforma continental inferior que cause una fuerte amplificación de la onda oceánica". Como si un soplido de cada cien mil o un millón se pudiera transformar por factores externos en un tornado.
Es "altamente probable" que el fenómeno de 1954 haya sido un tsunami de origen meteorológico. Según Dragani, oceanógrafo y doctor en ciencias de la atmósfera, más del 80% de los tsunamis son el resultado de terremotos, pero, además de ser poco frecuentes en el Atlántico, "los registros del Instituto Nacional de Previsión Sísmica y del Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS) no mostraron sismos submarinos significativos previos a la ocurrencia del evento en Mar del Plata". Tampoco se reportaron por esa fecha ensayos nucleares o caída de meteoritos.
Una explicación alternativa es que las tres olas enormes hubieran sido provocadas por erupciones volcánicas submarinas o por el deslizamiento al fondo de grandes masas de tierra. Esa es la hipótesis que abona el geólogo Federico Isla, director del Instituto de Geología de Costas y del Cuaternario, que depende de la Universidad Nacional de Mar del Plata y de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires (CIC). Hasta sospecha del sitio de origen: la isla Bouvet, un remoto enclave noruego deshabitado, ubicado en el Atlántico Sur, que según fotografías aéreas cambió de forma por actividad volcánica en un lapso impreciso que incluye la fecha del tsunami marplatense.
Isla sostiene que otras coincidencias sugestivas apoyarían su idea. Revisando archivos periodísticos, descubrió que el mismo 21 de enero de 1954 se pescaron en la zona tiburones atípicos de más de 2 metros. Y que, un día después, un tiburón blanco "completamente extraño en la Argentina" atacó a un bañista en Miramar. "Para mí los arrastró la ola -asegura-. Es algo que se trasladó por el agua y no por el aire".
Pero Dragani no coincide. "Si bien físicamente sería posible que una erupción genere ese tipo de onda, la misma debería haberse manifestado en otros sitios de la costa atlántica o, al menos, de la Patagonia", argumenta. Por otra parte, señala que los tiburones podrían haberse acercado por cuestiones meteorológicas y no geológicas.
De hecho, las ondas de gravedad atmosféricas que habrían propulsado el cuerpo de agua sobre la costa pueden estar asociadas a sistemas frontales de tormenta, como hubo en la región ese día.
Todo cierra y también abre... algunos interrogantes. Aunque muy lejos de las resonancias devastadoras de tsunamis más famosos, el episodio en Mar del Plata parece confirmar que no hacen falta violentas sacudidas del fondo de mar u otros cataclismos para quebrar, en un instante, la calma de una playa de verano.
Un evento impensado
Sorpresa en la Bristol: escenas de pánico por las olas
Hace casi exactamente 65 años, los turistas que veraneaban en Mar del Plata no podían creer lo que vivían: repentinamente, tres olas gigantes arrasaron la playa y dejaron a los que chapoteaban en la orilla pataleando sin tocar fondo. Fue un tsunami, un fenómeno más propio de las costas del sudeste asiático o de Chile, pero hasta ahora no se le había encontrado explicación porque no había ocurrido ningún terremoto. Científicos que revisaron los datos aportan otra hipótesis: hoy se cree que tuvo causas meteorológicas.
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