Misterio: el enigma de las enormes piedras que se mueven solas a la vista de todos
Pesan hasta 300 kilos y su existencia causó desconcierto en varias generaciones de científicos
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Son piedras voluminosas, de hasta 300 kilos, que yacen en un paraje inhóspito y desértico estadounidense conocido como el Valle de la Muerte, en California. Pero, a pesar de su tamaño y de su peso, se mueven. Y dejan tras de sí, marcadas en la tierra, las huellas de su traslado, que a veces es de decenas de metros.
Las rocas, conocidas como “viajeras” o “rocas de vela”, se encuentran en Racetrak Playa, un lago seco, de superficie plana y rodeado de montañas localizado en el lado californiano -tiene otro sector en Nevada- del Parque Nacional Valle de la Muerte, en pleno desierto de Mojave.
El misterio de su movilidad comenzó a interesar al mundo científico a comienzos del siglo XX, cuando viajeros que recorrían el valle descubrieron en sus excursiones a la zona del lago seco que las piedras habían marcado de alguna extraña manera una especie de estela en la tierra seca que daba a entender que se habían trasladado.
Conformadas por dolomita y sienita, estas rocas cayeron de las montañas circundantes -de la misma composición- a la superficie de Racetrack Playa por la fuerza de la erosión a lo largo de los años. Millones de años. Pero cómo pudieron trasladarse luego en una superficie sin pendientes de ningún tipo es algo que desveló a varias generaciones de hombres de ciencia.
La teoría de que estas piedras pudieron ser arrastradas por un grupo de hombres para avivar el misterio, algo que se analizó, fue descartada de pleno, ya que en dicho caso tendrían que haber quedado también impresas en la tierra huellas humanas, pero jamás se hallaron.
También se habló de vientos huracanados como los causantes de estos movimientos y, como no podía faltar, de alguna intervención extraterrestre, como consta en el informe sobre estas “rocas de vela” que realizó el diario Los Ángeles Times.
El caso es que era un hecho que las rocas se movían, pero nadie nunca había podido ser testigo presencial del momento exacto en que lo hacían. Ni cómo era que esto ocurría.
La solución al misterio
Hasta el año 2013, en el que un grupo de científicos del Instituto Scripps de Oceanografía de la Universidad de San Diego, California, logró resolver el misterio.
Los investigadores de este instituto decidieron monitorear las rocas de manera remota, aunque nunca imaginarían que terminarían viendo el fenómeno personalmente.
Todo comenzó en el invierno boreal de 2011, cuando el paleobiólogo Richard Norris y su equipo colocaron unidades GPS con capacidad de activarse al movimiento en 15 rocas de características similares a las del Valle de la Muerte. Hubo que hacer réplicas de las piedras porque las autoridades de parques nacionales no permitieron que se tocaran las originales.
Los posibles movimientos de estos minerales serían monitoreados por una estación meteorológica de alta resolución colocada en el lugar.
Pero en diciembre de 2013, Norris y su primo James fueron en persona a Racetrack Playa, donde fortuitamente pudieron presenciar con sus propios ojos la verdad oculta detrás del movimiento de las rocas.
Al llegar al lugar, lo primero que percibieron fue que el lago seco ya no estaba seco. Había lugares de su superficie cubiertos con una fina capa de agua, de aproximadamente unos 7 centímetros de profundidad, producto de las lluvias de noviembre en la zona.
“La ciencia a veces tiene un elemento de suerte. Calculábamos esperar cinco o diez años sin que nada se moviera, pero solo dos años después de comenzar el proyecto, simplemente estuvimos allí en el momento adecuado para verlo en persona”, contó Richard Norris al sitio oficial del Servicio de Parques Nacionales de los Estados Unidos.
La explicación del movimiento de las rocas
Al presenciar el fenómeno en directo, los científicos afincados en el lugar pudieron entender que el movimiento de las “rocas de vela” obedecían a una serie de factores que se combinaban para producir el fenómeno.
Primero, era necesario que Racetrack Playa se llenara de espejos de agua, lo suficientemente profundos para que se pudieran formar hielo, y, a la vez, no tan profundos como para no cubrir completamente a las rocas.
Luego, con el frío del invierno nocturno en Mojave, la superficie de estos charcos se congela, formando capas de hielo de un grosor de entre 3 y 5 milímetros, una densidad perfecta para deslizarse por las aguas y no quebrarse fácilmente.
El suceso del movimiento de las rocas ocurre durante el día, cuando sale el sol, calienta los espejos de agua, y las capas de hielo comienzan a quebrarse y convertirse en grandes paneles flotantes. Entonces, el último elemento necesario que aporta la naturaleza del lugar para producir el fenómeno es el viento.
Las ráfagas que circulan por el lago impulsan las capas del hielo, que a su vez en su traslado empujan a las rocas, que van dejando el rastro de su “caminata” en el lecho húmedo del lago, que se solidifica tiempo más tarde, cuando el agua se evapora y el barro se seca.
“El 21 de diciembre de 2013, el hielo se rompió justo antes del mediodía, con estallidos y crujidos provenientes de toda la superficie congelada del estanque. Entonces, le dije a Jim: ‘Es esto’”, contó Richard Norris.
La última duda
Al contrario de lo que se podría pensar, los vientos que movieron las rocas en los casos que registraron los hermanos Norris no fueron demasiado fuertes. Apenas registraron una intensidad de 3 a 5 metros por segundo. En tanto, las piedras se deslizaron en los casos reportado de manera lenta, a razón de entre 2 y 6 metros por minuto, una velocidad casi imperceptible a la distancia.
Los investigadores también descubrieron que las piedras con los lados menos curvados dejan huellas rectas, en tanto que las rocas más redondeadas marcan la tierra con estelas más sinuosas. Algunas de estas piedras reptantes llegaron a hacer un recorrido de unos 60 metros antes de detenerse, según reportaron los investigadores.
“Documentamos cinco eventos de movimiento en los dos meses y medio que existió el estanque y algunos de ellos involucraron cientos de rocas”, dijo Richard Norris, que rescató la “fuerza poderosa” del hielo flotante, aún en un lugar, el Valle de la Muerte, que es considerado uno de los desiertos más calurosos del mundo.
Los movimientos de las rocas han podido ser registrados, además de por los hermanos Norris, por los sistemas de cámaras que se instalaron en el lugar, y mediante el método de la reproducción conocido como “lapso de tiempo”.
Las imágenes de este tipo casi no dejan dudas sobre el por qué del movimiento de estas “rocas de vela”, y el misterio de las piedras que caminan parece haberse resuelto, aunque es el propio Richard Norris el que deja flotando el último interrogante.
“Sé que algunos apreciaban el misterio y se van a sentir decepcionados por el descubrimiento, pero es un proceso fascinante, y de alguna manera confío en que todavía quede mucho por descubrir. Por ejemplo, vimos muchas piedras moverse, pero no vimos a las más grandes hacerlo, ¿Funcionará de la misma manera?”, se preguntó el paleobiólogo.
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