Misterio a 6200 metros: el argentino que encontró la cámara de una andinista estadounidense que murió hace 50 años en el Aconcagua
Pablo Betancourt, de 47 años, encontró, gracias a un porteador local, la Nikkormat de 35 mm en la montaña; la conservó en su freezer para que no se dañara la película y llevó la historia a The New York Times
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MENDOZA.– El sorprendente hallazgo de una cámara de fotos, que estuvo 50 años a la intemperie en el Aconcagua, volvió a despertar el interés por la misteriosa muerte de dos andinistas estadounidenses ocurrida en el Coloso de América en la década del 70 durante una expedición grupal. La historia del llamativo descubrimiento, ocurrido en febrero de 2020, llegó días atrás al prestigioso diario The New York Times de la mano de un reconocido fotógrafo mendocino, quien logró “salvar”, con ayuda internacional, las imágenes que escondía el viejo aparato. Así, por la pandemia, pasaron más de dos años para que el rollo viera la luz, por lo que estuvo celosamente guardado en la heladera de su casa.
Aunque las instantáneas conocidas en los últimos días no logran resolver el enigma de los decesos de la maestra Janet Johnson (37), dueña de la máquina fotográfica, y del ingeniero de la NASA, John Cooper (35), que llegaron a investigarse como asesinatos, muestran las últimas horas con vida de los deportistas cuando intentaban llegar a la cumbre del majestuoso cerro, de 6961 metros de altura.
Así, a pesar de que siempre existieron más dudas que certezas de lo que pudo haberles ocurrido en las heladas grietas del Glaciar de los Polacos en febrero de 1973, alimentando aún más la leyenda, las aguas siguen divididas entre quienes creen que sufrieron un grave accidente y quienes sostienen que se trató de un crimen. La autopsia practicada en esa época determinó que fallecieron por “contusión encéfalo craneana”. Mientras, en la Justicia provincial confirmaron a este diario que la causa está totalmente cerrada por prescripción, a pesar de que junto al hallazgo de la cámara también se dio, días después, con el brazo derecho de la mujer, con un reloj que marcaba las 2.32.
En diálogo con LA NACIÓN, Pablo Betancourt, de 47 años, quien encontró, gracias a un porteador local, la Nikkormat de 35 mm en la montaña y la conservó en su freezer para que no se dañara la película, dio sus sensaciones de la experiencia vivida y del trágico caso que mantuvo en vilo al mundo hace varias décadas. El profesional de la luz también es un apasionado de la montaña desde chico, además de experto andinista, por lo que la leyenda de los escaladores fallecidos nunca dejó de intrigarlo. Pero, sin dudas, cómo fue el hallazgo es algo que lo mantiene asombrado.
Los cadáveres fueron divisados a 6200 metros de altura con un intervalo de dos años, ya que mientras los restos de Cooper fueron rescatados en noviembre de 1973, el cuerpo de Johnson recién fue hallado en febrero de 1975.
“No sabemos lo que pasó. Pero uno tiende a creer que fue un accidente de altura, que se cayeron y se golpearon. Pero es cierto que la autopsia y algunas incoherencias en el relato de los sobrevivientes dejó la puerta abierta de que pudo haber sido otra cosa”, expresó el montañista, en referencia al agujero en el pecho que tenía Cooper, un orificio circular perfecto, o a los piquetazos que atravesaban las botas de Janet. “Son signos bastantes raros; también todas las heridas en la cara. Hoy sería muy fácil determinarlo, y parte de una investigación fácil de hacer”, apuntó Betancourt.
Él considera que se debería consultar información acerca de accidentes de este tipo en glaciares y qué posibilidades hay de que los cuerpos terminen tan mal heridos en caídas semejantes, sobre todo en un año donde había bastante nieve y escasas superficies cortantes como años secos donde los penitentes están expuestos.
“Se podría consultar expertos en el tema. No puedo aventurarme en conjeturar ni una cosa ni la otra. Pero, hay cosas extrañas que le dan el condimento de misterio a esta historia: un ingeniero de la NASA en una época de la carrera espacial y la guerra fría, con gente de la embajada y la CIA realizando la investigación, yéndose rápidamente del hotel sin dar declaraciones y todo atravesado por los años 70 en el país”, completó el experimentado fotógrafo.
En los tribunales mendocinos
Por su parte, en los tribunales mendocinos ya no hay vestigios del caso. En diálogo con LA NACIÓN, diversas fuentes consultadas indicaron que no hay posibilidad de que la investigación se reabra. Es más, dijeron que ya no existen los documentos de la época. “Es un caso súper prescripto. Y los expedientes no están más, se destruyeron. Por lo tanto, hoy ya no sabemos qué se investigó”, confiaron desde el Poder Judicial local.
¿Cómo fue el momento en que encontraron la cámara? El porteador Marco Calamaro, de Grajales Expeditions, estaba colocando unas cuerdas fijas y un sherpa para una misión que integraba Betancourt, la cual iban a realizar dos días después en el Glaciar de los Polacos, como entrenamiento de unos clientes austríacos para subir el Everest. Calamaro encontró la máquina apoyada en un penitente, completamente fuera del hielo, sacándola sin problemas.
Bajó hasta el campamento donde estaban sus compañeros y gritó: “¡Mirá lo que te encontré! ¿Servirá, tendrá algún valor?”, le preguntó al fotógrafo. Lo primero que notó Betancourt es que estaba con 24 fotos expuestas. Leyeron que abajo tenía el nombre de la propietaria: Janet Johnson y su dirección.
Cuando dijeron ese nombre, Ulises Corvalán, jefe de guía de Grajales, recordó que era un caso famoso. “Yo me acordaba perfectamente de ese hecho. Inmediatamente, como se acababa de colocar internet en el campamento, googleamos la historia y quedamos todos asombrados. Encontrar la cámara provocó una serie de discusiones de lo que podía contener o no y decidí preservarla del calor, ya que podía verse afectada la película. Existía la remota posibilidad de recuperarla y debía hacerse en un laboratorio especializado. Por eso, cuando bajo de Aconcagua me pongo en contacto con The New York Times, con la esperanza de que consiguieran un lugar adecuado para revelar las imágenes”, recordó el montañista.
Tuvo que esperar a que pasara la pandemia para retomar el objetivo, por lo que decidió almacenar todo en el congelador hogareño.
Así, días atrás, con la publicación del reconocido diario estadounidense, se revelaron las imágenes de la mano del periodista ganador del premio Pulitzer John Branch. Las postales muestran momentos de la aventura del grupo de ocho andinistas que buscaban conquistar el techo de América, desde el inicio de la travesía hasta las horas previas al deceso, bajo el talento de Janet en el uso de la antigua Nikon.
Una de las imágenes muestra a la experta escaladora sonriendo ante cámara, en un retrato vívido, tomada por alguno de sus compañeros. “Las fotos no revelan indicios de nada raro, pero sirven para reafirmar el relato de algunas cosas que dijeron los sobrevivientes, ya que se puede trazar cómo fue el derrotero de la expedición hasta el filo cumbrero. Por ejemplo, que no había mal clima el día de cumbre, ya que se habló de tormentas. Sirve para despejar dudas y trazar el itinerario exacto de la expedición. No aporta nada al misterio, pero le quita algunos componentes que se decían en algún momento”, sumó Betancourt. Todo esto representa para él una vivencia que jamás imaginó, en un lugar que lo cautivó para siempre.
“Estoy muy agradecido con Aconcagua: es una montaña súper generosa. Siempre me ha brindado trabajos, proyectos, amigos, experiencias. Hasta pude hacer un libro. Este hallazgo se lo debo a ella. Y sin dudas, tiene un significado particular para mí: siendo fotógrafo y montañista, encontrar en un glaciar del Aconcagua, donde trabajo, una cámara de fotos que cuenta una historia. Es un lujo”, cerró el mendocino, que intentó darle vida a uno de los enigmas y secretos que guarda la imponente montaña.
Un misterio perenne como la nieve de la cumbre.
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