Misión DART: por qué el impacto de una sonda espacial contra un asteroide podría salvar la Tierra
Con el operativo se buscó saber si, ante una trayectoria de una amenaza que podría comprometer de algún modo la vida en la Tierra, una tecnología humana podría evitar daños
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En lo que fue definido como un ejercicio de puntería cósmica, la agencia espacial norteamericana logró chocar una nave en un asteroide con la intención de desviar la trayectoria del objeto rocoso. Puntería porque se trataba de conseguir que un aparato de poco más de dos metros y medio de largo y unos 600 kilos impactara contra un pedazo de piedra estelar –no otra cosa son los asteroides– a unos 11 millones de kilómetros de la sede central de la Nasa en Washington. El prodigio de cálculos ingenieriles es ante todo una prueba de concepto: se busca saber si, ante una trayectoria de un asteroide que podría comprometer de algún modo la vida en la Tierra, una tecnología humana así o similar podría evitar daños.
La misión de unos 330 millones de dólares se bautizó DART (por las siglas en inglés de Double Asteroid Redirection Test, o Prueba de redireccionamiento de dos asteroides) y el objetivo era en rigor un sistema de dos asteroides que se mueven (¿ahora movían?) en parejas en el cielo y daban vueltas alrededor del sol cada dos años y dos meses terrestres. El aparato humano que podría haber cambiado eso para siempre –se medirá con detalle en los próximos días– tomó como blanco a Dimorfos, la más pequeña del binomio con un diámetro de 160 metros (la otra es Dídimos que, con 780 metros de diámetro, funciona como centro gravitatorio del sistema). “Es como dirigir un carrito de golf dentro de una de las grandes pirámides”, dijo a la revista Nature, Nancy Chabot, del Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins (en Maryland, Estados Unidos). La variable velocidad no es menor: el choque fue a 6,6 kilómetros por segundo o, lo que es lo mismo, a unos 23.000 kilómetros por hora. En los próximos días se sabrá si alcanzó el correctivo cósmico para modificarle la ruta establecida por el espacio-tiempo.
Todo el procedimiento fue seguido en vivo y fotografiado segundo a segundo por la propia “navecita chocadora” y luego a través de un satélite italiano –LiciaCube- lanzado junto con DART, el 24 de noviembre de 2021 (más de 300 días les llevó acercarse al asteroide) y que viajó 1000 kilómetros por detrás de DART luego de desacoplarse hace cinco días. Pero, además de la transmisión y las fotos cercanas que tomó Licia, el impacto profundo fue seguido por los más importantes telescopios de la Tierra y por los dos telescopios espaciales vigentes, el ya viejo Hubble y el flamante James Webb. La colección de datos que reúnan servirá para responder a la pregunta de cómo anduvo el experimento y qué debería corregirse de volver a ponerse en práctica algo así.
“Además de ser un intento totalmente novedoso en la historia de la investigación astronómica, con DART en los próximos días se va a contrastar lo que efectivamente sucedió con las simulaciones computacionales que se armaron para ver cómo pudo haberse dado el impacto, para en todo caso calibrar esas misma simulaciones para el futuro”, dijo a LA NACIÓN Estefanía Coluccio, doctora en Física y directora del Planetario Galileo Galilei de la Ciudad de Buenos Aires. “Lo interesante y para destacar –agrega– es que después del choque se espera que cambie la velocidad del asteroide en apenas un 1%. Eso se traduciría en un cambio en el período de rotación, es decir, cuánto tarda en darle vuelva Dimorfos a Dídimos, en apenas algunos minutos”. No obstante, aunque DART logre todos sus objetivos no quiere decir que esté pronto disponible este tipo de mecanismos para destruir asteroides. Se trata, más bien, de un paso inicial que podría llevar hasta algunas décadas, según algunos expertos.
Riesgos y especulaciones
Además del dato de la enorme pericia técnica necesaria para que DART haya sido exitosa (acertar en un asteroide y cambiarle su curso gravitatorio natural), la noticia deja margen para la especulación de cuán imprescindible es tener una herramienta de este tipo para la supervivencia de la vida en la Tierra, si se tiene en cuenta que para encontrar en la historia rocas enormes caídas del cielo y que causan extinciones masivas hay que remontarse a unos 65 millones de años cuando el meteorito bautizado Chicxulub colaboró en rol principal con el final del reinado de los dinosaurios tras impactar contra la península de Yucatán. Además, por otro lado, está la sospecha de intencionalidad económica: ¿es que se piensa en hacer minería de asteroides, llegado el caso, en algún momento? Aunque hay especulaciones al respecto, Coluccio cree que la principal razón tiene que ver efectivamente con evaluar la herramienta no solo ante asteroides enormes, sino ante objetos menores pero aun así impactantes como el meteorito que cruzó la zona de Chelyabinsk en Rusia en febrero 2013 y que provocó unos 1500 heridos y daños materiales por la onda expansiva (además de un sinfín de videos disponibles en YouTube): tenía entre 4000 y 6000 kilogramos. “Lo que tiene esta misión DART es que es relativamente poco costosa y simple, con todos los asteroides que hay dando vueltas si realmente no cuesta tanto usar esta herramienta de desvío, se podría apelar a ella ante una amenaza mediana, digamos”, evalúa Coluccio. La web de DART argumenta en el mismo sentido: “Se estima que hay decenas de miles de asteroides cercanos a la Tierra de este tamaño y decenas de veces más grandes, (es decir) lo suficiente para provocar una devastación regional si chocan con el planeta.”
Según cuenta el sitio Space.com, “alrededor de 44 toneladas de meteoritos golpean la Tierra cada día, la mayoría son tan pequeños como un grano de arena y se queman sin ningún problema inmediatamente después de entrar en la atmósfera de la Tierra; un meteorito del tamaño de un automóvil se encuentra con el planeta aproximadamente una vez al año. Uno del tamaño de un campo de fútbol cruzará el camino de la Tierra aproximadamente una vez cada 2000 años”.
Más allá de los análisis de riesgos, lo cierto es que los asteroides han recibido crecientemente la atención de los expertos también para ver cómo están conformados y si tienen alguna singularidad. En 2018, otra misión de la Nasa, Osiris-Rex orbitó el asteroide Bennu, luego logró posarse, extraer –con algunas penurias técnicas- 250 gramos y está en camino para regresar a la Tierra con las muestras el año próximo.
En lo que respecta a Dimorfos y las consecuencias del impacto de DART habrá noticias con más detalle de aquí a unos años: está previsto que en 2027 la misión Hera de la Agencia Espacial Europea visite el asteroide para ver qué pasó en el lugar de la colisión.
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