Milagros de fe que desafían la razón
Emoción y respeto fueron los sentimientos que me invadieron ayer cuando vi por TV a Raúl y Marina Ríos acercarse al altar en el Vaticano y dejar ante la Virgen una reliquia del cura gaucho por cuya intercesión Camila, la mayor de sus nietos, se salvó milagrosamente de la feroz golpiza que recibió en su casa y la tuvo al borde de la muerte hace tres años.
Fue la misma emoción que me generó escuchar su historia, en enero pasado, en San Juan, cuando por primera vez los abuelos Ríos aceptaron explicar al periodismo su pedido desesperado a Brochero por la salud de Camila, que hoy tiene 11 años.
Esa historia dramática fue clave para que la Iglesia convalidara la santidad del sacerdote cordobés, como lo fueron otros casos inexplicables para la medicina, pero no para la fe, y que llevaron a los altares a otros argentinos, como el mapuche Ceferino Namuncurá, el salesiano Artémides Zatti y la hermana Crescencia Pérez.
En poco más de dos semanas, justamente en el Día de Todos los Santos, llegará a las librerías Milagros argentinos (Sudamericana), un libro en el que reconstruyo las experiencias de dolor y recuperación de cuatro argentinos contemporáneos entre sí, que por medio de esos intercesores recuperaron su vida.
Para esas investigaciones, constaté que en casos como éstos confluye un conjunto de hechos inexplicables y aparentemente casuales. En el de Brochero, por ejemplo, no sólo llama la atención que el daño cerebral del que se recuperaron Camila y Nicolás Flores sea el mismo, sino algunos pequeños gestos.
Raúl y Marina Ríos no sabían que el día que enviaron por correo electrónico los informes sobre la curación de su nieta a quienes seguían la investigación eclesiástica en Cruz del Eje había sido fijado por la Iglesia para recordar al cura gaucho. Ese 16 de marzo de 2014, Brochero hubiera cumplido 174 años.
Daniela Pereyra Molé, voluntaria del santuario de Brochero en Córdoba, nunca encontró explicación racional al momento en que se topó con Camila entre un grupo de turistas que realizaban una visita guiada a ese templo. "Esa nena soy yo", interrumpió la historia que Daniela contaba sobre el milagro de una menor sanjuanina que para enero de 2015 recién se investigaba.
Es claro que las intenciones y los anhelos no tienen la fuerza de producir los hechos y que nadie puede digitar la fecha en la que ocurren hechos prodigiosos. Sólo la plegaria parece tener esa fuerza. Y así lo confirmó ayer el Papa cuando sugirió: "Orar siempre, sin desanimarse".