El sueño de los hermanos Miguel y Massimiliano Bencich era hacer dinero construyendo edificios que se convirtieran en obras de arte. Durante la década del 20 del siglo pasado, los Bencich, oriundos de Trieste, localidad italiana que en ese entonces formaba parte del Imperio Austro-Húngaro, tenían una constructora que se focalizaba en erigir edificios para admirar. En aquella época en Buenos Aires sobraban terrenos y la carrera no era por la altura, sino por la belleza de las fachadas y las cúpulas.
Los Bencich llegaron a "hacerse la América" y enseguida vieron en los terrenos aún vacíos de la Ciudad la posibilidad de generar una renta al mismo tiempo que dejar un legado artístico. En Roque Sáenz Peña 616, se puede apreciar uno de esos edificios, el Miguel Bencich, que está coronado por una cúpula que forma parte de la escenografía de Diagonal Norte, una de las calles que se mantiene casi igual que a principios de siglo XX y que hizo que Buenos Aires se transformara en la "París de Sudamérica".
El edificio fue construido por el arquitecto francés Eduardo Le Monnier en 1927, quien estuvo en el país entre fines del siglo XIX y principios de XX para realizar varias obras, entre ellas, el Yatch Club Argentino y la Nunciatura Apostólica de la Ciudad.
Los Bencich se "hacen la América"
En diálogo con LA NACIÓN, María Eugenia Cabezas, nieta de Massimiliano Bencich, recuerda que "los hermanos llegaron en la primera década del siglo XX. Eran pobres y lo que más les impactó de Buenos Aires era la riqueza y las oportunidades para hacer negocios con el esfuerzo del trabajo y por el enorme territorio que había sin habitar".
Los Bencich arrancaron como albañiles y luego con los ahorros fueron invirtiendo en la construcción. A la par, Massimiliano era fanático de la ópera y se hacía tiempo para participar como figurante en las obras.
Cabezas cuenta una anécdota que pinta a los hermanos Bencich y al espíritu de la época: "Cuando salían de la ópera iban a recorrer las obras de sus edificios en el centro porteño. Una noche se sorprendieron al ver dos edificios con sus cúpulas encendidas. Lo que pasaba era que los obreros estaban compitiendo para ver quien terminaba primero la obra y habían extendido su turno de trabajo".
Baires, la París del sur
La Diagonal Norte de Corrientes hacia la Plaza de Mayo está totalmente construida bajo las estrictas reglas de la "city beatiful" del Baron Georges-Eugène Haussmann, creador de las tradicionales diagonales parisinas.
Sobre el tema, el arquitecto Santiago Thiban, fundador de Cohabitar Urbano y organizador de los recorridos por los edificios porteños llamado OpenhouseBA, explicaque que "la Diagonal Norte se pensó desde el principio con un estricto orden inspirado en las calles de París. Todos debían tener la misma altura, ni más, ni tampoco menos".
Sobre esta avenida, todos los edificios tienen 67,5 metros de altura. De hecho, el Obelisco, construido posteriormente, tuvo que adaptarse a esta altura para mantener la estética del incipiente microcentro porteño.
En la esquina de Sáenz Peña se encuentra el edificio de oficinas Bencich, que está coronado con la cúpula que forma parte de "la esquina de las cinco cúpulas", que incluyen además las otras dos del edificio "de Renta Bencich", una en el Ex Bank Boston y la última en el "Equitativa del Plata".
Los Bencich son los responsables de tres de estas cinco cúpulas. En una de las construcciones, la de Sáenz Peña 615, los hermanos hicieron dos cúpulas para evitar peleas entre ellos.
Desde el cielo en la cúpula
Una recorrida de 360 grados por la cúpula permite tener en cada una de sus pequeñas ventanas una foto panorámica del microcentro. Por un lado se ve el Palacio Barolo, por otro la Casa Rosada con el Río de La Plata de fondo. Hacia Diagonal Norte las cúpulas vecinas con el nuevo agregado de las terrazas verdes. Y del otro lado, el Congreso Nacional. A esto se agrega la diferencia de matices en los diferentes horarios del día y desde el 2015 la iluminación que le agregó el gobierno porteño a todos estos edificios, patrimonio histórico de la Ciudad, para disfrutar la vista de noche.
El edificio tiene cuatro ascensores originales, silenciosos y con la botonera de 1927. Adentro, en cada piso, la entrada una oficina con piso de parquet y aberturas de madera y doble vidrio que aíslan del ruido exterior.
Pero estas construcciones estaban hechas para brillar hacia afuera. En la fachada ornamentada con detalles de carpintería metálica en los balcones se combinan elementos del clasicismo francés y otros art decó. En el hall de entrada aparecen pisos de mármol de carrara y de venecitas originales con más de 100 años de antigüedad. En la misma entrada, un detalle que marca la historia del edificio: el buzón original de bronce compacto que albergó miles de cartas, hoy reemplazadas por los mails y mensajes de Whatsapp.
"Ante la uniformidad que debían tener los edificios, los arquitectos construían las cúpulas como una forma de sobresalir –sostiene Thiban-. De hecho, están hechas para ser vistas desde abajo, porque de corta distancia se ven desproporcionadas respecto al resto del edificio. Creo que en la época de su construcción era mucho más fácil caminar e ir observando el paisaje. Hoy es casi imposible por el ritmo que tomó Buenos Aires".
Además, el arquitecto explica que "estas cúpulas son los puntos más altos del microcentro porteño. Salvo alguna excepción, los paisajes son bastante similares a los que podía ver una persona a mediados del siglo XX".
"En general estaban pensadas para verse sólo por fuera, a diferencia de las iglesias por ejemplo. Adentro podían ser áreas de servicios u pequeñas oficinas compartimentadas", añade Thiban.
Oficina, se alquila
Así como la cúpula Bencich logró vida por fuera a partir de su restauración e iluminación. También tiene otro movimiento por dentro desde el mes de agosto. Allí con sus ventanas en 360 grados se instaló una empresa que alquila oficinas en la modalidad coworking. En diálogo con LA NACIÓN, Diego Belli, CEO de Workey, cuenta que "con una inversión inicial de 250 mil dólares se renovó el interior del espacio para ofrecer espacios laborales".
En la cúpula se mantuvieron las aberturas y las escaleras de mármol originales de los cuatro pisos. Workey agregó un pequeño ascensor hidráulico y renovó los pisos con mármol para mantener el estilo. "Cuando entramos acá estaba todo tabicado en pequeñas oficinas –relata Belli-. Tiramos todo abajo para crear estas oficinas con luz natural aún en los días más nublados".
El coworking funciona con el sistema de membresía, cuesta hoy 5.500 pesos mensuales por persona por un mínimo de seis. "Por ese monto nosotros le brindamos wifi, cafetería, una cocina completa y un mobiliario básico –enumera Belli-. Además, espacios para reuniones y una sala de eventos en todo un piso de la cúpula con vista 360 grados de Buenos Aires".