Migrañas, insomnio o Alzheimer: por qué las mujeres sufren más las enfermedades neurológicas
La mayor esperanza de vida de ellas es una de las claves, pero no explica todo el fenómeno; lanzan una guía para ayudar a los médicos en la práctica clínica
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MADRID.– Los cerebros de hombres y mujeres no presentan diferencias significativas en la infancia, pero el impacto de las hormonas sexuales a lo largo de las vidas de unos y otros van imprimiendo características propias. Junto con la influencia social y su mayor longevidad, contribuyen a que las enfermedades neurológicas femeninas y masculinas tengan diferente impacto, gravedad y prevalencia. Por diversas razones, ellas se llevan la peor parte: sufren ictus más graves y con peor pronóstico; padecen el 80% de los casos de migraña y dos tercios de Alzheimer (aunque menos Parkinson); la esclerosis múltiple es tres veces más frecuente en mujeres y hay un 50% más de insomnes entre ellas.
La Sociedad Española de Neurología (SEN) publicó anteayer el libro Neurología y Mujer, la primera guía de esta especialidad focalizada en las enfermedades femeninas. Pretende ayudar en la práctica clínica de los médicos, con información actualizada y herramientas para tratar de forma diferencial las dolencias según el sexo.
Susana Arias, una de las coordinadoras de la publicación, explica que la mayor esperanza de vida de las mujeres es una de las claves. En España, viven en promedio cinco años más que los hombres, lo que provoca que la mayor parte de sus muertes sean por enfermedades cerebrovasculares. “Tienen más ictus, más graves, con más riesgo de institucionalización y dependencia”, señala.
Pero no es solo la longevidad la que explica la diferencia. Arias pone el ejemplo de la migraña: “Hasta la pubertad tiene una incidencia parecida en niños y niñas. Pero con los ciclos hormonales se hace mucho más prevalentes en las mujeres”. Y usa esta misma enfermedad para ilustrar cómo influye el contexto social: “Una mujer que la padezca en una etapa de desarrollo profesional sabe que es incapacitante, pero muchas veces la aguanta de forma estoica porque no quiere permitirse pedir la tranquilidad y la oscuridad que necesita para no perder oportunidades, algo que no es tan frecuente en hombres”.
Los problemas para el tratamiento de las enfermedades en mujeres empiezan en la investigación básica. Los modelos animales a menudo descartaron ratones hembras para evitar los ciclos hormonales porque, supuestamente, podían falsear los resultados. “Pero sabemos que, precisamente, debemos tener en cuenta estos ciclos”, reclama Arias. En los ensayos clínicos con humanos, la historia se repite: “El riesgo de embarazo hace que se recluten menos mujeres, y ellas mismas son menos proclives a entrar en ensayos en edad fértil por las incertidumbres sobre las interacciones de los tratamientos”.
La guía pretende servir a los médicos para saber cómo interactúan las hormonas y ciertas enfermedades neurológicas y para que tengan en cuenta los factores sociales. “No podemos dejar huérfana de tratamiento a una mujer porque tome un anticonceptivo, esté lactando, esté embarazada o quiera estarlo. Es importante estar a la última en las bases de datos de mujeres que quedaron embarazadas con uno u otro fármaco para saber si es más o menos seguro usarlos”, añade Arias. La publicación hace un repaso por grupos de enfermedades; estos son, muy a grandes rasgos, algunos de los apuntes en los que profundizan sus más de 300 páginas:
Enfermedades cerebrovasculares
La incidencia de las enfermedades cerebrovasculares es similar entre hombres y mujeres en la franja de 20 a 59 años, mientras que es mayor en hombres entre los 60 y 79 años y mayor en mujeres a partir de los 80 años. La longevidad de las mujeres hace que sea más probable que las sufran a partir de los 50, por lo que el riesgo de tener un ictus a lo largo de la vida es mayor que en los varones. La guía señala que, además, hay estudios que muestran que la incidencia global de infartos cerebrales está disminuyendo, pero a costa de su bajada en los hombres, mientras que en mujeres se mantiene estable. Uno de los factores más descriptos que podría contribuir a las diferencias entre los dos sexos es la situación hormonal: los valores de estrógenos descienden significativamente en la menopausia y se sabe que uno de ellos, el estradiol, tiene un efecto positivo sobre la regulación del flujo sanguíneo.
Enfermedades desmielinizantes
La esclerosis múltiple se diagnostica en tres mujeres por cada hombre y, mayoritariamente, se produce en edad fértil. La publicación afirma que “un porcentaje importante” de mujeres con esta enfermedad expresa su deseo de tener hijos, por lo que el reto de los neurólogos es ayudar a planificar el mejor momento del embarazo, “teniendo en cuenta el equilibrio entre el beneficio y el riesgo tanto para la madre como para el hijo”.
Deterioro cognitivo
Los mecanismos subyacentes en el deterioro cognitivo están relacionados con cambios hormonales, trastornos afectivos o enfermedades con más prevalencia en el sexo femenino. “En algunas mujeres confluyen varias causas al mismo tiempo, como es el caso del período perimenopáusico, en el que se producen cambios hormonales, trastornos de sueño y del estado de ánimo, o la asociación frecuente de fibromialgia, depresión y trastorno cognitivo funcional. También se relacionó la mayor incidencia y severidad del deterioro en la mujer por entornos socioculturales que la condicionan a tener menor reserva cognitiva, como mostrar niveles de educación más bajos que los de los hombres”, apunta la guía.
En cuanto a Alzheimer, dos de cada tres pacientes diagnosticados son mujeres que, además de sufrir la enfermedad, son las principales cuidadoras de pacientes con demencia, lo que también influye en su salud.
Trastornos neurológicos funcionales
Los trastornos neurológicos funcionales son síndromes que incluyen temblor, trastornos de la marcha, debilidad, mareo, crisis disociativas, alteraciones sensitivas y cognitivas. “Son muy frecuentes, a menudo invalidantes, y alteran de forma importante la calidad de vida de los pacientes”. La mayoría de los estudios señalan una ratio de dos o tres mujeres por cada hombre afectado. “El hecho de que estos trastornos sean mayoritariamente femeninos jugó un papel relevante en cómo se entendieron a lo largo de la historia: desde la histeria definida por Hipócrates en el siglo V antes de Cristo, pasando por los exorcismos de ‘poseídas’ de la Edad Media, a la teoría de la conversión de Freud”, señala el libro.
La publicación explica que, tras siglos de explicaciones simplistas y puramente psicológicas (con diagnósticos como psicosomático, psicógeno, conversivo o no orgánico), en las últimas dos décadas se dio una “verdadera explosión neurocientífica” que cambió “radicalmente” la visión de estos trastornos. “Hoy se sabe que se producen por alteraciones de múltiples circuitos que implican el procesamiento de la atención, la sensación de ’agencia’ (la capacidad del individuo de sentirse dueño de sus movimientos), las emociones, el control motor y el habla”. Hay cambios cerebrales que demuestran que seguir llamando a estos trastornos “no orgánicos” va en contra del conocimiento científico, por lo que la SEN propone abordarlos de forma radicalmente distinta a como se ha hecho, o incluso como se sigue haciendo en algunos casos.
Por Pablo Linde
©EL PAÍS, SL
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