Miedo, robos y “chicos pasados de paco” en los alrededores de la estación de Retiro
Los usuarios frecuentes de los distintos medios de transporte, la gente que trabaja o circula por la zona todos los días están acostumbrados a sentir estar atemorizados por la falta de seguridad
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Es temprano. La jornada laboral recién comienza. Miles de personas se dirigen, en su mayoría, a su lugar de trabajo. Retiro los reúne a todos en un radar no muy amplio entre sus paradas de colectivos, la estación de subte y las terminales de trenes.
Hoy, Retiro amaneció con más policías que lo usual, dicen algunos empleados que trabajan en los locales dentro de la estación de tren. Según cuenta una empleada de limpieza, el motivo de que haya más seguridad tiene nombre y apellido: Maribel Nélida Zalazar, la oficial de la Policía de la Ciudad de 35 años, que fue asesinada el día de ayer por Gustavo Oscar Valdez, un hombre de 30 años que vive en el Barrio 31.
“Esta es una zona liberada”, afirma Karina Peralta, vendedora de uno de los principales puestos de comida rápida ubicado dentro de la estación del tren Mitre. La mujer de 43 años llega todos los días a las ocho de la mañana y cuenta que las calles están repletas de personas: algunas duermen y otras se drogan con paco. “Acá adentro hay algunos policías, por eso no pueden hacer mucho, pero cuando ponés un pie afuera de la estación ya corrés peligro: no hay quien te pueda proteger”, denuncia.
Los empleados coinciden en que el rango de edad de los delincuentes es amplio: “Pueden ser pibitos de diez años a hombres de 50. Tenés de todo, pero hay algo en común, todos parecen zombies”, describe la empleada de seguridad de uno de los locales.
“Entran acá a pedir comida, y a veces aprovechan para robar celulares, billeteras. Lo que pasa es que están completamente drogados, entonces uno no sabe que pueden llegar a hacer o cómo pueden reaccionar si los querés sacar o ayudar de alguna manera, por su bien y por la seguridad de los clientes”, dice.
Y advierte: “Ayer terminamos con una policía muerta, pero todos los días vivimos este tipo de escenas de terror. El peligro es constante. Retiro es una masacre”.
Julián Arrejua, abogado de 46 años, viaja todos los días en la línea C del subte. “Acá abajo con suerte hay un policía, esto es tierra de nadie. No existe quién te proteja, sos vos y la suerte de no ser la próxima víctima porque siempre una va a haber”, asegura mientras camina con prisa, sin detenerse.
“Trabajar en este lugar es horrible”, dice Brenda, empleada de un kiosco ubicado dentro de la estación de subte. La joven de 22 años dice que siente miedo todos los días. Mientras acomoda la mercadería le recomienda a una joven turista que no lleve el celular en el bolsillo trasero del pantalón.
“No hay personal de seguridad. Hay solo uno que tiene que recorrer toda la estación. Acá entran y roban porque saben que nadie los va a agarrar. Yo tengo que salir del kiosco para buscar al único policía que hay y en este interín ya me robaron todo”, explica la chica.
Un policía de la zona, que no quiso revelar su identidad, asegura que ellos “no pueden hacer nada” con los robos que suceden dentro de la estación. “La mayoría de las veces roban celulares o billetes y salen corriendo, pero no podés pasar los 10 metros por fuera de la estación, no nos corresponde a nosotros”.
El oficial trabaja 24 horas y asegura que a toda hora hay gente drogándose en los alrededores que reúnen a miles de trabajadores. Según explica, la inseguridad aumentó en los últimos meses, pero durante el Mundial “había aflojado un poco”.
Estar acompañado
Claudia Galindio, se toma el colectivo de la línea 152 todos los días a las ocho y media para ir a la oficina: “En la parada lo único que te hace sentir cuidada, por decirlo de alguna manera, es estar acompañado de otros trabajadores que esperan el bondi como uno, porque policías no existen acá”, dice.
Romina tiene 19 años, vive en el Barrio 31 y se acerca todos los días a la estación a pedir plata junto a sus tres hermanos menores. “Yo no me drogo, solo fumo cigarrillo. Acá veo a muchos pibes del barrio que vienen a pedir acá cuando están pasados de paco, eso me perjudica porque nos meten a todos en la misma bolsa”, cuenta mientras sostiene a Yamila, una nena de 2 años, en brazos.
“A todas horas venimos a pedir comida o plata para comprar productos de higiene personal. Nosotros no buscamos otra cosa, pero muchos pibes quieren la plata para comprarse más droga”, asegura.
Alma es empleada doméstica en un departamento que bordea la estación y todos los días usa el subte para llegar a su trabajo. “Es una ruleta rusa porque nunca sabés cuándo te va a tocar a vos, que te roben, que te agreda una persona drogada, que te amenacen con un cuchillo”, ejemplifica.
“He visto cómo le robaban el celular a una persona en frente de mí, cómo le acercaban armas blancas a la cara, no es menor todo el peligro al que no exponemos las personas que usamos los transportes de Retiro”, denuncia Josefina Rodillo, estudiante de piscología, quien lleva su mochila colgada en el pecho.
La mayoría de los empleados están de acuerdo en que nadie puede intervenir en un robo porque los delincuentes están en grupo: “Si uno se mete, pueden venir tres escondidos a atacarte, con armas, cuchillos o con los puños”, dice un empleado de limpieza, que no quiere revelar su nombre porque “no los dejan hablar con la prensa”.
Martín Ferrando viaja a la Plata una vez por semana a visitar a su hermana. “Acá tenés que estar con ojos en la espalda. Es horrible el clima de tensión que se siente porque uno no puede relajar ni un segundo”.
Y agrega: “Yo siempre trato de comprar pasaje para viajar al medio día, nunca ni muy temprano, ni muy tarde porque esos son los horarios más peligrosos”.
Fabiana Seber cuenta que hace tres meses una mujer con un cochecito la amenazó con un cuchillo para que le diera la billetera. “Cuando miré a mi costado buscando ayuda policial, no había ni un uniformado. Obviamente se la entregué. La mujer estaba pasada y acompañada de una beba”, detalla.
Son las 12 del mediodía y Retiro ya no tiene esas miles de personas que desfilan de un lado a otro. Son pocos los que esperan con valijas, los que forman una fila para cargar la sube o esperan el colectivo. El silencio reina en la estación de subte que está prácticamente vacía.
Es la hora en la que muchas personas en situación de calle se despiertan y se acercan a las mesas de las confiterías a pedir plata, o simplemente vacilan de un lado a otro por los alrededores.
A pesar de que muchos aseguran que hoy hay más cantidad de policías, son pocos los que se ven y hay una frase que se repite: “Mañana todos se olvidan de lo que pasó y esto siempre va seguir siendo tierra de nadie”.
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