Desde muy pequeña, la hija de Marita lucha contra la trata es parte de su vida y aún sueña con abrazar a su madre. Una historia de dolor e injusticia, pero también de esperanza.
Micaela tiene 18 años, la voz suave y una tonadita musical, de esas tan lindas que hay en el norte argentino. Escoge las palabras justas. Es agradable escucharla, aunque lo que cuente sea duro. Tanto como lo es su propia historia. Porque Micaela es la hija de Marita Verón y también una adolescente que, a pesar de todo, intenta construir su camino.
El 3 abril de 2002, cuando "Mica" apenas tenía tres años, su mamá, María de los Ángeles, desapareció. Fue raptada por una red de trata en Tucumán. Desde entonces, junto a su abuela, la incansable Susana Trimarco, la buscan sin aflojar un milímetro de esperanzas. Fue su abuela quien la crió y le explicó lo que había pasado con su madre. Y Micaela la vio luchar, ayudando en el camino a otras mujeres, a las que refugiaba en su casa.
Como era muy pequeña cuando todo ocurrió, casi no tiene recuerdos de Marita. La mayoría, los fue armando, como quien restaura una foto difusa. Y aunque intenta llevar una vida "común", a veces se hace complicado, con el peso de las preguntas –las propias y las ajenas– y las medidas de seguridad que está obligada a tomar.
Empezaste a estudiar Antropología en la universidad, ¿cómo pesó tu historia en la elección de la carrera?
Quizás, haciendo un poco de psicoanálisis, tenga que ver con mi historia. La búsqueda de quién es uno es constante. Estamos atravesados por nuestra historia, pero la elección de la carrera fue bastante personal, no como "la hija de" o "la nieta de", que por momentos es una carga superpesada.
Pensar en ella o recordarla me causa felicidad. Me digoQué bueno que hice esto, la verdad que me encantaría que mi vieja estuviese acá, y lo comparto espiritualmente con ella. ""
Te habrás cruzado con compañeros que conocen el caso Verón. ¿Cómo juega en la imagen que los demás se hacen de vos?
Soy la hija de Marita o la nieta de Trimarco y eso te limita. Pero como yo no dependo mucho de eso, entonces quizás cuando me conocen un poquito y dejo de ser esa persona para comenzar a ser yo.
¿Cómo lo manejás?
Al principio, no dije que era hija de Marita Verón, porque no lo sentí. Después, me fui haciendo más amigos y les conté. Yo tengo custodia y si me muevo muy lejos me tienen que llevar con Gendarmería Nacional. Entonces, vienen las preguntas: cómo pasó lo que pasó, qué siento, cómo me imagino a mi mamá...
¿Cómo es la relación con tu abuela?
Hay momentos donde se complica porque es una persona que tiene muchas cosas en la cabeza. A veces, logro ser su cable a tierra y otras no. Tenemos una relación como si fuera de madre e hija, porque hoy y hasta que, si en algún momento aparece mi vieja, ella seguirá haciendo el papel de mamá. Es la que me reta, la que me pone límites.
En abril se cumplirán 16 años desde la desaparición de tu madre. ¿Cómo te tomás esos días de aniversarios y recuerdos?
En realidad, como pasó cuando yo era tan chica, no ocurrió siempre esto de sentir tristeza para esas fechas. Claro que hay situaciones donde notaba esa ausencia, como ir al cole y que tus compañeros te pregunten por tu vieja. Ahora me pongo a reflexionar qué pasaría si ella estuviera acá, cómo serían las cosas, o cómo es ella, porque no la conozco. Entonces, aparecen montones de preguntas y preguntas que te llevan a que duela mucho. Esa ausencia que no se llena con nada. Muchas veces, pensar en ella o recordarla me causa felicidad. Me digo: "Qué bueno que hice esto, la verdad que me encantaría que mi vieja estuviese acá", y lo comparto espiritualmente con ella. Quizás, esa energía que siento le puede llegar, esté donde esté.
¿Y cómo se lidia con esta situación? En el caso de tu abuela, transmite una entereza impresionante.
Tenemos una imagen de mi abuela tan fuerte, que parece que nunca se va a quebrar. Pero somos humanas. Es sano permitirse sentirse mal. Por eso, volviendo al tema de las fechas, mi capacidad de percibirlas fue cambiando con el tiempo y tiene que ver con un proceso personal, esclarecer en mi cabeza cuál es mi imagen de mi mamá, cuál es la imagen de los demás, qué recuerdos son míos, qué historias me invento yo.
¿En qué cosas te ves o te dicen que sos parecida a tu madre?
Me dicen que me parezco por gestos y el tono de voz. Pero yo no lo percibo porque, tristemente, no la pude conocer. Físicamente sí noto algunas similitudes. Pero de lo que estoy segura es que sí nos parecemos en tener un pensamiento libre y en querer generar cosas buenas.
¿Hay algo que recuerdes en particular?
Muchas veces creí tener recuerdos que no son míos, pero hay otros que sí los siento míos, como las manos de mi vieja. Tuve alguna vez imágenes de unas manos que pintaban una ventana de color celeste, sin muchos detalles. Le pregunté a mi abuela y me contó que mi mamá me enseñó a pintar con un pincel la ventana de donde vivíamos, que era celeste. Sé que eso es real y que es algo que viví porque nadie me lo contó.
¿Como si fuera un sueño?
No son sueños, sino recuerdos. Como las amenazas o responder el teléfono y que un tipo te diga cosas asquerosas. Que te persigan. El recuerdo de ver a mi abuela poniéndose una peluca para disfrazarse de prostituta para entrar a los prostíbulos. El recuerdo de las víctimas.
Protegerse y entender
En los comienzos de la Fundación, allá por 2007, muchas de las chicas a las que ayudaba Susana Trimarco se alojaban en su casa de Tucumán y Micaela compartía el día a día con ellas, escuchando sus relatos y buscando encontrar en esas palabras pistas sobre su mamá. Con el tiempo, Micaela aprendió a preservarse del dolor: "Hay personas que sufrieron algún tipo de violencia o chicas que son rescatadas de redes de trata. Son cosas que me hacen pensar ‘esto le está pasando a mi vieja o esto le pasó. Entonces hay momentos donde prefiero alejarme un poco y otros en que tengo ganas de acercarme y hacer cosas’".
¿Cuál es tu vínculo con las mujeres que pasan por la Fundación?
Como hubo algunas con las que viví y que hace tiempo son asistidas, la relación es cotidiana y tengo un gran afecto por muchas de ellas. Con la mayoría de las chicas que están en Tucumán tengo contacto. Incluso, hay un centro comunitario con varias casas que mi abuela tramitó, para que se pueda hacer una especie de barrio y que aquellas que no tenían dónde vivir puedan estar juntas y generar un vínculo. Ahí hay un merendero y con unos amigos, dábamos apoyo escolar y planteábamos juegos para los hijos de las chicas. O sea, la relación ya pasó a ser con sus chicos. Por ejemplo, Fátima Mansilla, que estuvo con mi mamá y declaró en el juicio, y que hace muchos años está en la Fundación, sus hijos crecieron con nosotros. A mi abuela le dicen abuela. Son como hermanitos.
A mi mamá la seguimos buscando con la esperanza de encontrarla con vida. Pero también está poder darle una mano a un montón de personas, no solo a las víctimas de trata o violencia de género
Antes hablabas de tomar distancia para protegerte. ¿Qué significa?
Cuando digo alejarme, me refiero a alejarme del relato de las chicas. Yo no les hago preguntas. Entiendo que hacerles recordar ese momento tan terrible de su vida no es hacerles un favor sino estigmatizarlas. Lo mío es darles una mano o ser compinche.
En tu familia, no todos reaccionaron igual ante la desaparición de tu mamá. Tu abuelo Daniel, por ejemplo, que falleció en 2010, no pudo continuar el camino de Susana.
Entendí que todos comprendemos y sentimos diferentes las cosas que nos suceden. Acepté también que mi abuela tiene una fuerza inmensa que quizás mi abuelo no tuvo. Él hizo un montón de cosas que estaban a su alcance, pero el dolor lo superó. Mi abuela tiene la posibilidad de ver más allá de su dolor.
¿En qué consiste esa capacidad?
Ese sufrimiento que tiene adentro, esa bronca, esa furia, esa injusticia tremenda de no tener a su hija y el daño causado a su familia, ella utiliza todo eso para generar luz, para transformar las cosas, para poder ayudar y ayudarse. A mi mamá la seguimos buscando con la esperanza de encontrarla con vida. Pero también está poder darle una mano a un montón de personas, no solo a las víctimas de trata o violencia de género o en situación de calle, sino a mucha otra gente. Esa manera de ayudar forma una cadena hermosa, que te llena el alma y que, también, significa curarse un poco.
El juicio y la lucha
"Cuando todos fueron absueltos, no entendía nada. Me preguntaba si me estaban cargando. Fue un golpe muy duro", recuerda Micaela en referencia a la escandalosa sentencia emitida en 2012 por el tribunal tucumano, que absolvió a los 13 acusados por el caso de Marita. Las audiencias habían comenzado en febrero de ese mismo año pero, para resguardarla –en ese momento tenía 13 años–, Micaela no fue parte del debate. La indignación por aquel fallo todavía la conmueve: "Se habían obtenido tantas pruebas, incluso el testimonio de personas de carne y hueso, que le decían a los jueces ‘yo estuve en un prostíbulo con Marita, estábamos secuestradas, lo viví y estoy acá para contarlo’. ¿En qué cabeza cabe que lo hayan puesto en tela de juicio, como si sus palabras fueran falsas?".
Su sentimiento fue el de muchos y de allí salió la fuerza para una nueva lucha, que llevaría a revertir esas absoluciones, cuando en 2013 la Corte Suprema provincial revocó aquel fallo y condenó a los imputados. La sentencia llegó en abril de 2014 y recién a principios de 2017 quedó firme.
A la distancia, ¿qué evaluación hacés de ese episodio y de lo que generó?
El juicio me ayudó a mí y a un montón de gente a entender, realmente, hasta qué punto llega la corrupción, y que esto no es solo el caso de Marita Verón, tiene que ver con la justicia, con la policía, con el poder político, con un montón de gente que está en el medio, ayudando a los tratantes, a los narcotraficantes… algo que no debería suceder. Ese día nos fuimos a la Fundación y comenzó a venir un montón de gente a expresarnos su apoyo y su dolor por lo que había pasado. Y en 24 horas se organizaron marchas en apoyo en todo el país. Fue hermoso y siempre lo voy a agradecer y mi abuela también. Creo que esa injusticia fue tan grande que motivó que la fuerza creciera el triple.
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